«El arte de la Monarquía asturiana es original y único, nada tiene que ver con el Románico»
27/3/11 .- http://www.lne.es
Entrevista a Carmen Fernández Ochoa. Arqueóloga
• En el Arqueológico hay mucho material inédito que antes estaba en la mesa del investigador y ahora se muestra al público para su conocimiento y disfrute
• A algunos les interesa destacar nuestra parte belicosa y se empeñan en decir que somos fantásticos porque nunca nos conquistaron los romanos, pero eso es mentira
Que la historia está sujeta a una continua reescritura es algo que la naviega Carmen Fernández Ochoa, catedrática de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, ha vuelto a dejar patente en el Museo Arqueólogico de Asturias, recién abierto tras la rehabilitación y ampliación del edificio. La arqueóloga que puso al descubierto el Gijón romano, y cuyo trabajo aporta una nueva visión de la Asturias sujeta al imperio, ha dirigido al equipo encargado de reorganizar la colección de un centro totalmente renovado. Fernández Ochoa considera que el museo muestra ahora una historia de Asturias algo distinta como resultado de las investigaciones de los últimos años que ahora se incorporan a esta exposición pública.
-¿El visitante del Museo Arqueológico se encara con una nueva visión de la historia de Asturias?
-Creo que sí, por distintas razones, y una de ellas, fundamental. El hilo conductor del museo, la narración histórica que subyace a esos materiales que se presentan, tiene muchísimas novedades y puntualizaciones sorprendentes, resultado de las excavaciones de los últimos años. Hay que revisar cosas que están escritas en libros y manuales y que a partir de las últimas investigaciones se reflejan de otra manera. Es una lectura novedosa dentro de un esquema histórico bastante conocido.
-¿Cuáles son esas sorpresas a las que alude?
-Empezando desde abajo, es la primera vez que se representa el tipo neandertal. También resulta impresionante la colección de arte mueble del período Magdaleniense, piezas muchas de ellas, inéditas. Hay una nueva disposición en el enfoque del Neolítico en Asturias y una forma original de presentar Peña Tu. El museo cuenta con mucho material desconocido que ha pasado de la mesa del investigador a la exposición al público para su conocimiento y disfrute. Todo lo castreño que hay en la segunda planta es mayoritariamente novedoso, y el propio período romano en sí, con todo lo que se ha excavado en los últimos años. Una de las novedades más importantes es la implantación que se ha hecho del arte de la Monarquía asturiana, que es como hay que llamarlo, porque Prerrománico no es correcto, no tiene nada que ver con el Románico. El arte asturiano es una arte original y único. No es el origen del Románico, es otra cosa distinta. Hay que valorar la limpieza, recuperación y presentación que se ha hecho de esas piezas.
-Resulta poco habitual esa coincidencia de la renovación completa del edificio que alberga el museo con la propuesta de una nueva lectura de la historia.
-El edificio ha condicionado la organización de la colección. El museo tiene que ser cabecera de todos los centros locales o comarcales, el museo base de la arqueología asturiana. Era una oportunidad única de renovar las dos cosas, el edificio y el discurso histórico. Se ha tardado más de lo que todo el mundo hubiera querido. Yo me incorporé hace tres años, desconozco el proceso anterior, pero en este tiempo hemos desarrollado mucho trabajo, con un equipo científico de la Universidad de Oviedo y de otras universidades, y un equipo técnico de apenas cuatro o cinco personas, más una restauradora. Ha sido un privilegio hacerlo, pero esto ha supuesto mucha dedicación y un sacrificio para quienes teníamos que compatibilizarlo con la docencia.
-El peso de la romanización en Asturias se agranda con las excavaciones y la investigación de los últimos años, ahora tenemos una nueva visión del paso de Roma por Asturias.
-Sobre esto hay dos aspectos. Uno es la presencia romana en el ámbito de la zona central, Lugo de Llanera y Gijón, y otro la fórmula en la que Roma se implanta en las zonas castreñas. La gran labor que se hizo en la cuenca alta del Navia o en la cuenca del Eo por parte de Ángel Villa y sus colegas resulta relevante para conocer ese aspecto. Eso es algo que en el museo destaca de una manera muy notable. No se trata del peso de la romanización de una manera aislada, sino del peso de nuestra romanización, de lo astur-romano, de la síntesis en que termina ese proceso. Hay quien piensa que estamos sacándonos la romanización de la manga. Lo que ha ocurrido es que se han realizado excavaciones en zonas urbanas provechosas en el hallazgo de materiales y que se ha sabido estudiar muy bien todo lo que ha sido la presencia de Roma en zonas tradicionales. En el museo se muestran ahora una serie importante de piezas que estaban medio perdidas u olvidadas y a las que ahora se les ha dado el contexto histórico adecuado.
-Las suspicacias que surgen sobre esa visión novedosa de lo romano en Asturias quizá proceden de quienes consideran que eso derriba el mito de la bravura o de la Asturias indómita.
-Eso viene de una mala lectura de las fuentes textuales, no sólo de los hallazgos arqueológicos. Las fuentes textuales tienen mucho interés en decir que Augusto fue un fenómeno. Cuanto más bravo es mi enemigo mejor soy yo. Ésa es la interpretación que se hace ahora por parte de los historiadores, no ya de los arqueólogos. Si se desmitifica eso, queda un proceso en cual hay guerra y hay pacto. En el museo se aprecia que Roma operó con todo lo que pudo para someter y ese sometimiento trajo una transformación importante. Sería un tontería cuestionar esto; pero ello ni implica ni desmerece nada, es un proceso que «padeció» toda la península Ibérica, y toda Europa. Cántabros y astures fueron los últimos sometidos, entre otras razones, porque la política interna de Roma no estaba lo suficientemente madura como para abordar una tarea tan compleja en una zona montañosa y desconocida. En el momento en que hay un Gobierno fuerte en Roma se acaba el problema y nos sometemos. Y ese sometimiento se hace, como ahora, por la vía diplomática y por la vía de la guerra. A partir de ese pacto se cambiaron muchas costumbres. Roma cuando conquista un territorio lo primero que hace es tomar posesión de la tierra y repartirla como le parece. Me gusta usar el término astur-romano porque lo que nace de ahí no es Roma, surge una nueva forma de vida, nuevas costumbres en las que están presentes los dos agentes, el que está aquí -que yo no quiero llamar indígena porque es una palabra que me molesta-, una población autóctona que se ve inmersa en un circuito histórico en el que Roma ha metido a toda España... Nadie puede decir lo contrario, aunque esto admite interpretaciones. Hay a quien le interesa destacar la parte belicosa y se empeña en decir que somos fantásticos porque nunca nos conquistaron, pero eso es mentira. Al cabo de un tiempo hablábamos asturiano, que viene del latín, por algo será. Hay toponimia, lengua, creencias, costumbres, modos de vida? que son consecuencia de un proceso de romanización y no se trata de que eso nos guste o nos deje de gustar, eso es así. Lo que resulta absurdo es negar etapas de la historia, como quieren hacer.
-Detrás de ese cuestionamiento de la romanización hay, las más de las veces, una carga ideológica muy fuerte, no se trata de sólo de una discrepancia en la interpretación histórica.
-La presencia de Roma no niega lo anterior. Hay un proceso de integración en el que funcionan dos agentes. Hay zonas donde uno de esos agentes, Roma, puede más, que es en la zona central de Asturias, la zona más rica, y otras donde puede menos. Todas las estelas vadinienses tienen expresiones netamente romanas, sus nombres son los de la aristocracia vadiniense, los que pactan y los que asumirán luego el cobro de los tributos y otros cometidos con los que se vertebra la estructura del imperio.
-Los museos se conciben ahora como instrumentos turísticos, para atraer al visitante. No hay alcalde que no quiera tener uno...
-El nivel cultural de un país también se mide por ahí. Las autoridades saben de ese interés popular y los museos se utilizan con fines políticos, no sólo culturales. En este terreno, Europa nos lleva mucha delantera, pero no todo lo que se encuentra en arqueología es museable. Hay muchas cosas que deben publicarse y darse a conocer, pero no hay que conservar todo lo que sale ni empeñarse en convertirlo en museo. Lo que ocurre es que cuando tu trabajo no tiene una repercusión pública de ese tipo nadie te paga una investigación. La posibilidad que tienes de investigar y de trabajar se amplía cuando lo que haces, los potenciales hallazgos, tienen una vertiente pública. Las termas de Gijón fueron objeto de diatriba en un momento determinado, y hoy son lugar casi obligado para quien visita la ciudad.
-... Pero ésa es una presión ajena al trabajo del arqueólogo, que responde a factores que nada tienen que ver con lo científico.
-Eso depende del historiador o del arqueólogo. Hay un plus de voluntarismo en quienes se dedican a esto que no es normal. Existe un espíritu de sacrificio y de rescate de las cosas del que carecen otras profesiones. La arqueología es una pasión, y por eso no logramos una profesionalización profunda, económicamente hablando.
-En los museos también a veces se aprecia una cierta banalización de la historia.
-El museo es la expresión pública de un pasado, para que la gente se pueda enterar de cuál es su historia, no está pensado para los profesionales, sino para el público en general, su objetivo es conservar y difundir la cultura. Éste es el cometido que siempre ha tenido el museo y que seguirá teniendo. Es el lugar donde el visitante se enfrenta a unos materiales que le hablan y responden a sus preguntas. Se trata de conseguir que la gente entienda lo que está viendo. Es cierto que a lo largo del tiempo hay muchas formas de concebir los museos. Hoy domina el modelo interactivo, tomado de los museos de ciencia, algunos de cuyos aspectos hemos adoptado.
-El pasado que tenemos en sus distintas etapas es tan rico que su protección nos desborda, es una tarea que nos supera a los herederos.
-Si partimos de un concepto amplio de lo que es pasado, todo lo que fue ayer ya es arqueología. Hay etapas de la historia que resultan especialmente sensibles para su conservación en el futuro y otras que no lo son tanto porque disponemos de mucha documentación escrita o están más vistas o estudiadas. El mundo antiguo y el mundo medieval, y me refiero casi hasta el siglo XVI, están más necesitados de protección. Hay quien no está de acuerdo con esta afirmación porque también una fábrica de cervezas necesita protección, pero es verdad que esto nos desborda. En ocasiones nos enfrentamos a muchos rastros de una actividad reciente ya extinguida, que no podemos conservar en su integridad tal como fueron, pero sí podemos escribir su historia porque disponemos de muchísima información y de elementos materiales. Esto no ocurre con otras épocas, a mi nadie me contó cómo fue el Gijón romano. Lo que tengo he de conservarlo para que la lectura que yo hago hoy alguien pueda revisarla dentro de unos años y aportarle matices que yo no he sabido ver, que es normal que no los vea porque los medios de que disponemos ahora son más limitados que los que tendremos en el futuro. Hemos puesto las ciencias al servicio de la arqueología. Eso es impresionante. Que ahora mismo el ADN me esté dando el perfil de una familia neandertal es algo que no podíamos hacer hace diez años. Hay etapas muy sensibles a la conservación, y ahí los museos tienen un cometido muy importante.
• En el Arqueológico hay mucho material inédito que antes estaba en la mesa del investigador y ahora se muestra al público para su conocimiento y disfrute
• A algunos les interesa destacar nuestra parte belicosa y se empeñan en decir que somos fantásticos porque nunca nos conquistaron los romanos, pero eso es mentira
Que la historia está sujeta a una continua reescritura es algo que la naviega Carmen Fernández Ochoa, catedrática de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, ha vuelto a dejar patente en el Museo Arqueólogico de Asturias, recién abierto tras la rehabilitación y ampliación del edificio. La arqueóloga que puso al descubierto el Gijón romano, y cuyo trabajo aporta una nueva visión de la Asturias sujeta al imperio, ha dirigido al equipo encargado de reorganizar la colección de un centro totalmente renovado. Fernández Ochoa considera que el museo muestra ahora una historia de Asturias algo distinta como resultado de las investigaciones de los últimos años que ahora se incorporan a esta exposición pública.
-¿El visitante del Museo Arqueológico se encara con una nueva visión de la historia de Asturias?
-Creo que sí, por distintas razones, y una de ellas, fundamental. El hilo conductor del museo, la narración histórica que subyace a esos materiales que se presentan, tiene muchísimas novedades y puntualizaciones sorprendentes, resultado de las excavaciones de los últimos años. Hay que revisar cosas que están escritas en libros y manuales y que a partir de las últimas investigaciones se reflejan de otra manera. Es una lectura novedosa dentro de un esquema histórico bastante conocido.
-¿Cuáles son esas sorpresas a las que alude?
-Empezando desde abajo, es la primera vez que se representa el tipo neandertal. También resulta impresionante la colección de arte mueble del período Magdaleniense, piezas muchas de ellas, inéditas. Hay una nueva disposición en el enfoque del Neolítico en Asturias y una forma original de presentar Peña Tu. El museo cuenta con mucho material desconocido que ha pasado de la mesa del investigador a la exposición al público para su conocimiento y disfrute. Todo lo castreño que hay en la segunda planta es mayoritariamente novedoso, y el propio período romano en sí, con todo lo que se ha excavado en los últimos años. Una de las novedades más importantes es la implantación que se ha hecho del arte de la Monarquía asturiana, que es como hay que llamarlo, porque Prerrománico no es correcto, no tiene nada que ver con el Románico. El arte asturiano es una arte original y único. No es el origen del Románico, es otra cosa distinta. Hay que valorar la limpieza, recuperación y presentación que se ha hecho de esas piezas.
-Resulta poco habitual esa coincidencia de la renovación completa del edificio que alberga el museo con la propuesta de una nueva lectura de la historia.
-El edificio ha condicionado la organización de la colección. El museo tiene que ser cabecera de todos los centros locales o comarcales, el museo base de la arqueología asturiana. Era una oportunidad única de renovar las dos cosas, el edificio y el discurso histórico. Se ha tardado más de lo que todo el mundo hubiera querido. Yo me incorporé hace tres años, desconozco el proceso anterior, pero en este tiempo hemos desarrollado mucho trabajo, con un equipo científico de la Universidad de Oviedo y de otras universidades, y un equipo técnico de apenas cuatro o cinco personas, más una restauradora. Ha sido un privilegio hacerlo, pero esto ha supuesto mucha dedicación y un sacrificio para quienes teníamos que compatibilizarlo con la docencia.
-El peso de la romanización en Asturias se agranda con las excavaciones y la investigación de los últimos años, ahora tenemos una nueva visión del paso de Roma por Asturias.
-Sobre esto hay dos aspectos. Uno es la presencia romana en el ámbito de la zona central, Lugo de Llanera y Gijón, y otro la fórmula en la que Roma se implanta en las zonas castreñas. La gran labor que se hizo en la cuenca alta del Navia o en la cuenca del Eo por parte de Ángel Villa y sus colegas resulta relevante para conocer ese aspecto. Eso es algo que en el museo destaca de una manera muy notable. No se trata del peso de la romanización de una manera aislada, sino del peso de nuestra romanización, de lo astur-romano, de la síntesis en que termina ese proceso. Hay quien piensa que estamos sacándonos la romanización de la manga. Lo que ha ocurrido es que se han realizado excavaciones en zonas urbanas provechosas en el hallazgo de materiales y que se ha sabido estudiar muy bien todo lo que ha sido la presencia de Roma en zonas tradicionales. En el museo se muestran ahora una serie importante de piezas que estaban medio perdidas u olvidadas y a las que ahora se les ha dado el contexto histórico adecuado.
-Las suspicacias que surgen sobre esa visión novedosa de lo romano en Asturias quizá proceden de quienes consideran que eso derriba el mito de la bravura o de la Asturias indómita.
-Eso viene de una mala lectura de las fuentes textuales, no sólo de los hallazgos arqueológicos. Las fuentes textuales tienen mucho interés en decir que Augusto fue un fenómeno. Cuanto más bravo es mi enemigo mejor soy yo. Ésa es la interpretación que se hace ahora por parte de los historiadores, no ya de los arqueólogos. Si se desmitifica eso, queda un proceso en cual hay guerra y hay pacto. En el museo se aprecia que Roma operó con todo lo que pudo para someter y ese sometimiento trajo una transformación importante. Sería un tontería cuestionar esto; pero ello ni implica ni desmerece nada, es un proceso que «padeció» toda la península Ibérica, y toda Europa. Cántabros y astures fueron los últimos sometidos, entre otras razones, porque la política interna de Roma no estaba lo suficientemente madura como para abordar una tarea tan compleja en una zona montañosa y desconocida. En el momento en que hay un Gobierno fuerte en Roma se acaba el problema y nos sometemos. Y ese sometimiento se hace, como ahora, por la vía diplomática y por la vía de la guerra. A partir de ese pacto se cambiaron muchas costumbres. Roma cuando conquista un territorio lo primero que hace es tomar posesión de la tierra y repartirla como le parece. Me gusta usar el término astur-romano porque lo que nace de ahí no es Roma, surge una nueva forma de vida, nuevas costumbres en las que están presentes los dos agentes, el que está aquí -que yo no quiero llamar indígena porque es una palabra que me molesta-, una población autóctona que se ve inmersa en un circuito histórico en el que Roma ha metido a toda España... Nadie puede decir lo contrario, aunque esto admite interpretaciones. Hay a quien le interesa destacar la parte belicosa y se empeña en decir que somos fantásticos porque nunca nos conquistaron, pero eso es mentira. Al cabo de un tiempo hablábamos asturiano, que viene del latín, por algo será. Hay toponimia, lengua, creencias, costumbres, modos de vida? que son consecuencia de un proceso de romanización y no se trata de que eso nos guste o nos deje de gustar, eso es así. Lo que resulta absurdo es negar etapas de la historia, como quieren hacer.
-Detrás de ese cuestionamiento de la romanización hay, las más de las veces, una carga ideológica muy fuerte, no se trata de sólo de una discrepancia en la interpretación histórica.
-La presencia de Roma no niega lo anterior. Hay un proceso de integración en el que funcionan dos agentes. Hay zonas donde uno de esos agentes, Roma, puede más, que es en la zona central de Asturias, la zona más rica, y otras donde puede menos. Todas las estelas vadinienses tienen expresiones netamente romanas, sus nombres son los de la aristocracia vadiniense, los que pactan y los que asumirán luego el cobro de los tributos y otros cometidos con los que se vertebra la estructura del imperio.
-Los museos se conciben ahora como instrumentos turísticos, para atraer al visitante. No hay alcalde que no quiera tener uno...
-El nivel cultural de un país también se mide por ahí. Las autoridades saben de ese interés popular y los museos se utilizan con fines políticos, no sólo culturales. En este terreno, Europa nos lleva mucha delantera, pero no todo lo que se encuentra en arqueología es museable. Hay muchas cosas que deben publicarse y darse a conocer, pero no hay que conservar todo lo que sale ni empeñarse en convertirlo en museo. Lo que ocurre es que cuando tu trabajo no tiene una repercusión pública de ese tipo nadie te paga una investigación. La posibilidad que tienes de investigar y de trabajar se amplía cuando lo que haces, los potenciales hallazgos, tienen una vertiente pública. Las termas de Gijón fueron objeto de diatriba en un momento determinado, y hoy son lugar casi obligado para quien visita la ciudad.
-... Pero ésa es una presión ajena al trabajo del arqueólogo, que responde a factores que nada tienen que ver con lo científico.
-Eso depende del historiador o del arqueólogo. Hay un plus de voluntarismo en quienes se dedican a esto que no es normal. Existe un espíritu de sacrificio y de rescate de las cosas del que carecen otras profesiones. La arqueología es una pasión, y por eso no logramos una profesionalización profunda, económicamente hablando.
-En los museos también a veces se aprecia una cierta banalización de la historia.
-El museo es la expresión pública de un pasado, para que la gente se pueda enterar de cuál es su historia, no está pensado para los profesionales, sino para el público en general, su objetivo es conservar y difundir la cultura. Éste es el cometido que siempre ha tenido el museo y que seguirá teniendo. Es el lugar donde el visitante se enfrenta a unos materiales que le hablan y responden a sus preguntas. Se trata de conseguir que la gente entienda lo que está viendo. Es cierto que a lo largo del tiempo hay muchas formas de concebir los museos. Hoy domina el modelo interactivo, tomado de los museos de ciencia, algunos de cuyos aspectos hemos adoptado.
-El pasado que tenemos en sus distintas etapas es tan rico que su protección nos desborda, es una tarea que nos supera a los herederos.
-Si partimos de un concepto amplio de lo que es pasado, todo lo que fue ayer ya es arqueología. Hay etapas de la historia que resultan especialmente sensibles para su conservación en el futuro y otras que no lo son tanto porque disponemos de mucha documentación escrita o están más vistas o estudiadas. El mundo antiguo y el mundo medieval, y me refiero casi hasta el siglo XVI, están más necesitados de protección. Hay quien no está de acuerdo con esta afirmación porque también una fábrica de cervezas necesita protección, pero es verdad que esto nos desborda. En ocasiones nos enfrentamos a muchos rastros de una actividad reciente ya extinguida, que no podemos conservar en su integridad tal como fueron, pero sí podemos escribir su historia porque disponemos de muchísima información y de elementos materiales. Esto no ocurre con otras épocas, a mi nadie me contó cómo fue el Gijón romano. Lo que tengo he de conservarlo para que la lectura que yo hago hoy alguien pueda revisarla dentro de unos años y aportarle matices que yo no he sabido ver, que es normal que no los vea porque los medios de que disponemos ahora son más limitados que los que tendremos en el futuro. Hemos puesto las ciencias al servicio de la arqueología. Eso es impresionante. Que ahora mismo el ADN me esté dando el perfil de una familia neandertal es algo que no podíamos hacer hace diez años. Hay etapas muy sensibles a la conservación, y ahí los museos tienen un cometido muy importante.
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