El castillo perdido de Jaime I
24/12/12 .- http://www.levante-emv.com/
Un historiador catalán sitúa la misteriosa Torre de Serrella, durante un tiempo la fortificación más al sur de la Corona de Aragón, en Santa Cruz de Moya
Ocho siglos después de que el rey de Aragón Pedro II el Católico, el padre de Jaime I, conquistara para la Cristiandad los castillos musulmanes de Ademuz, Castielfabib y un «castellum quo dicitur Serrella», la localización de esta última torre que durante 23 años —hasta que el Conqueridor tomó Borriana en 1233— fue la frontera más al sur de la Corona de Aragón con el Sarq al-Andalus sigue siendo un misterio. Sin embargo, el enigma del castillo perdido de Serrella, en el que para que no falte de nada están incluso los míticos templarios de por medio, podría tocar a su fin según el historiador catalán Juan Pitarque.
Después de décadas en que los investigadores y aficionados a la historia han ido adjudicando a diversos municipios valencianos (Puebla de San Miguel, Aras de los Olmos), de Teruel (Arcos de las Salinas) e incluso Cuenca (Alcalá de Vega), Pitarque sostiene que esta especie de evanescente Atlántida en la forja del Reino de Valencia se alzó en Santa Cruz de Moya, el término conquense que se interpone entre las comarcas valencianas del Rincón de Ademuz y Los Serranos.
A sus 72 años, Pitarque, autor del libro «Moya tierra de fronteras», es uno de los principales estudiosos de esta línea fronteriza trifinia donde chocaron los intereses expansionistas de Castilla, Aragón y Valencia. El investigador basa su tesis en la carta del 18 de marzo 1239 en la que el Conqueridor confirma a la ciudad de Teruel sus términos. El manuscrito otorga a este concejo de frontera el privilegio para crear de nuevas poblaciones en el camino real hacia Valencia.
En el pergamino, cuyo original se ha extraviado pero en el Archivo Histórico Nacional se guarda una copia de 1372, «nos Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón, Mallorca y Valencia, conde de Barcelona y Urgell y señor de Montpellier» fija los límites que separan Teruel de Castilla y del futuro Reino de Valencia que iba a crear como tal pocos días después, en abril de1239 al aprobar la primitiva «Costum» (fueros locales) del Cap i Casal
Este es el último documento en que se cita a Serrella antes de que la historia engulla a esta torre para siempre. El territorio que Jaime I concede a perpetuidad al concejo de Teruel «...se inicia en el río Guadalaviar y va al cerro de la Cuba, llamada Serriella...» Esto, añade Pitarque, «no ofrece ninguna duda de que la Torre Serrella se alzó en el barranco de la Cuba», el camino natural que comunica a través de Santa Cruz de Moya la aldea de Sesga, en el Rincón de Ademuz, con Aras de los Olmos.
Su ubicación «in frontaria sarracenorum» no era garantía de supervivencia. Enric Guinot, catedrático de Història Medieval de la Universitat de València, en su síntesis sobre la fundación del Reino de Valencia, cuenta que durante casi 60 años (1175-1233) «las tierras de la actual provincia de Castelló y del noroeste de Valencia, la región de Ademuz y Alpuente, se convirtieron en un país fronterizo, caracterizado por la fortificación del territorio». Una franja que durante las primeras décadas del siglo XIII, fue tierra de saqueo por ambos bandos, «de más intensidad por parte de aragoneses y catalanes que no al revés».
La torre musulmana de Serrella ya era ambicionada por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, 68 años antes de su conquista efectiva. El abuelo del Conqueridor la incluyó, junto a Castielfabib y Ademuz, en los fueros de Daroca que concedió a la orden militar del Temple en 1142. Pero, no fue hasta 1210, cuando su hijo, Pedro II, tomó dichas fortalezas con la ayuda de los templarios. Así consta en el pergamino del 19 de septiembre de 1210 en el que el rey de Aragón concede al Temple la ciudad catalana de Tortosa con todos sus términos, en recompensa por la ayuda prestada en la conquista de los castillos de Ademuz, Castielfabib, El Cuervo y Serrella.
Pitarque explica que «no hay constancia de que los templarios se asentaran en Serrella», y que tal vez ésta no fuera más que una «modesta torre fortificada» sometida, además de las tensiones entre catalanes, aragoneses y andalusíes, a la expansión castellana que llegaba por el oeste. El arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, que ambiciona la Balansiya musulmana, invocó una cruzada contra los sarracenos en 1219 pero no pudo con las murallas de Requena. En cambio sí que toma Santa Cruz de Moya, Mira «y algunos castillos de frontera, aunque no cita el de Serrella», apunta. Este término desaparecido, continúa, «pudo ser repartido entre Castilla y Aragón porque esta línea fronteriza trifinia fue objeto de grandes conflictos en el traslado de madera por el Turia desde Albarracín a Valencia».
Pedro Peinado, coordinador de La Gavilla Verde, colectivo dedicado a la revitalización del mundo rural, cuenta que se han localizado abundantes restos de cerámica medieval en un paraje del barranco de la Cuba donde hasta la década de los 40 hubo una aldea llamada Casas Quemadas: «Una agrupación de tres a cinco casas que vivían del trabajo de la tierra y que fueron obligadas a desocuparse en tiempo del maquis». A falta de una prospección arqueológica más profunda, el nombre de Casas Quemadas parece evocar el trágico fin del castillo perdido.
¿Por qué el Rincón de Ademuz es una isla territorial valenciana entre Cuenca y Teruel?
¿Alguna vez se ha preguntado por qué la C. Valenciana tiene una isla territorial de 370 km2 encajada entre Cuenca y Teruel? La respuesta a la singularidad del Rincón de Ademuz la explica el catedrático Enric Guinot en el libro «Los valencianos de tiempos de Jaime I». Cuando en abril de 1239 Jaime I creó el Reino de Valencia como tal, delimitó su territorio entre «el río Ulldecona al puerto de Biar, y del río de Albentosa hasta el mar». Sin embargo, la frontera con el concejo de Teruel no estaba ni mucho menos clara. De hecho, una decena de términos y señoríos entre Rubielos de Mora y Arcos de las Salinas, pasando por Manzanera y Albentosa, tan sólo fueron valencianos durante 30 años. Guinot relata que «los grandes concejos de la frontera aragonesa fueron creados en el último tercio del siglo XII, pero no fueron ocupados por la sociedad feudal hasta después de la conquista de Valencia en 1238». Así pues, cuando el Conqueridor pintó la frontera en base a la ocupación real del territorio, ésta chocó con los límites teóricos establecidos en el Fuero de Teruel de 1177. Tras siete años de pleitos (1262-1269), la mayor antigüedad del fuero turolense determinó que todos los señoríos alrededor de los concejos de Castielfabib y Ademuz quedaran bajo la órbita turolense.
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Ocho siglos después de que el rey de Aragón Pedro II el Católico, el padre de Jaime I, conquistara para la Cristiandad los castillos musulmanes de Ademuz, Castielfabib y un «castellum quo dicitur Serrella», la localización de esta última torre que durante 23 años —hasta que el Conqueridor tomó Borriana en 1233— fue la frontera más al sur de la Corona de Aragón con el Sarq al-Andalus sigue siendo un misterio. Sin embargo, el enigma del castillo perdido de Serrella, en el que para que no falte de nada están incluso los míticos templarios de por medio, podría tocar a su fin según el historiador catalán Juan Pitarque.
Después de décadas en que los investigadores y aficionados a la historia han ido adjudicando a diversos municipios valencianos (Puebla de San Miguel, Aras de los Olmos), de Teruel (Arcos de las Salinas) e incluso Cuenca (Alcalá de Vega), Pitarque sostiene que esta especie de evanescente Atlántida en la forja del Reino de Valencia se alzó en Santa Cruz de Moya, el término conquense que se interpone entre las comarcas valencianas del Rincón de Ademuz y Los Serranos.
A sus 72 años, Pitarque, autor del libro «Moya tierra de fronteras», es uno de los principales estudiosos de esta línea fronteriza trifinia donde chocaron los intereses expansionistas de Castilla, Aragón y Valencia. El investigador basa su tesis en la carta del 18 de marzo 1239 en la que el Conqueridor confirma a la ciudad de Teruel sus términos. El manuscrito otorga a este concejo de frontera el privilegio para crear de nuevas poblaciones en el camino real hacia Valencia.
En el pergamino, cuyo original se ha extraviado pero en el Archivo Histórico Nacional se guarda una copia de 1372, «nos Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón, Mallorca y Valencia, conde de Barcelona y Urgell y señor de Montpellier» fija los límites que separan Teruel de Castilla y del futuro Reino de Valencia que iba a crear como tal pocos días después, en abril de1239 al aprobar la primitiva «Costum» (fueros locales) del Cap i Casal
Este es el último documento en que se cita a Serrella antes de que la historia engulla a esta torre para siempre. El territorio que Jaime I concede a perpetuidad al concejo de Teruel «...se inicia en el río Guadalaviar y va al cerro de la Cuba, llamada Serriella...» Esto, añade Pitarque, «no ofrece ninguna duda de que la Torre Serrella se alzó en el barranco de la Cuba», el camino natural que comunica a través de Santa Cruz de Moya la aldea de Sesga, en el Rincón de Ademuz, con Aras de los Olmos.
Su ubicación «in frontaria sarracenorum» no era garantía de supervivencia. Enric Guinot, catedrático de Història Medieval de la Universitat de València, en su síntesis sobre la fundación del Reino de Valencia, cuenta que durante casi 60 años (1175-1233) «las tierras de la actual provincia de Castelló y del noroeste de Valencia, la región de Ademuz y Alpuente, se convirtieron en un país fronterizo, caracterizado por la fortificación del territorio». Una franja que durante las primeras décadas del siglo XIII, fue tierra de saqueo por ambos bandos, «de más intensidad por parte de aragoneses y catalanes que no al revés».
La torre musulmana de Serrella ya era ambicionada por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, 68 años antes de su conquista efectiva. El abuelo del Conqueridor la incluyó, junto a Castielfabib y Ademuz, en los fueros de Daroca que concedió a la orden militar del Temple en 1142. Pero, no fue hasta 1210, cuando su hijo, Pedro II, tomó dichas fortalezas con la ayuda de los templarios. Así consta en el pergamino del 19 de septiembre de 1210 en el que el rey de Aragón concede al Temple la ciudad catalana de Tortosa con todos sus términos, en recompensa por la ayuda prestada en la conquista de los castillos de Ademuz, Castielfabib, El Cuervo y Serrella.
Pitarque explica que «no hay constancia de que los templarios se asentaran en Serrella», y que tal vez ésta no fuera más que una «modesta torre fortificada» sometida, además de las tensiones entre catalanes, aragoneses y andalusíes, a la expansión castellana que llegaba por el oeste. El arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, que ambiciona la Balansiya musulmana, invocó una cruzada contra los sarracenos en 1219 pero no pudo con las murallas de Requena. En cambio sí que toma Santa Cruz de Moya, Mira «y algunos castillos de frontera, aunque no cita el de Serrella», apunta. Este término desaparecido, continúa, «pudo ser repartido entre Castilla y Aragón porque esta línea fronteriza trifinia fue objeto de grandes conflictos en el traslado de madera por el Turia desde Albarracín a Valencia».
Pedro Peinado, coordinador de La Gavilla Verde, colectivo dedicado a la revitalización del mundo rural, cuenta que se han localizado abundantes restos de cerámica medieval en un paraje del barranco de la Cuba donde hasta la década de los 40 hubo una aldea llamada Casas Quemadas: «Una agrupación de tres a cinco casas que vivían del trabajo de la tierra y que fueron obligadas a desocuparse en tiempo del maquis». A falta de una prospección arqueológica más profunda, el nombre de Casas Quemadas parece evocar el trágico fin del castillo perdido.
¿Por qué el Rincón de Ademuz es una isla territorial valenciana entre Cuenca y Teruel?
¿Alguna vez se ha preguntado por qué la C. Valenciana tiene una isla territorial de 370 km2 encajada entre Cuenca y Teruel? La respuesta a la singularidad del Rincón de Ademuz la explica el catedrático Enric Guinot en el libro «Los valencianos de tiempos de Jaime I». Cuando en abril de 1239 Jaime I creó el Reino de Valencia como tal, delimitó su territorio entre «el río Ulldecona al puerto de Biar, y del río de Albentosa hasta el mar». Sin embargo, la frontera con el concejo de Teruel no estaba ni mucho menos clara. De hecho, una decena de términos y señoríos entre Rubielos de Mora y Arcos de las Salinas, pasando por Manzanera y Albentosa, tan sólo fueron valencianos durante 30 años. Guinot relata que «los grandes concejos de la frontera aragonesa fueron creados en el último tercio del siglo XII, pero no fueron ocupados por la sociedad feudal hasta después de la conquista de Valencia en 1238». Así pues, cuando el Conqueridor pintó la frontera en base a la ocupación real del territorio, ésta chocó con los límites teóricos establecidos en el Fuero de Teruel de 1177. Tras siete años de pleitos (1262-1269), la mayor antigüedad del fuero turolense determinó que todos los señoríos alrededor de los concejos de Castielfabib y Ademuz quedaran bajo la órbita turolense.
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