El mantenimiento del patrimonio cultural corre peligro por la crisis (Tarragona)
28/5/12 .- http://www.diaridetarragona.com
La demarcación de Tarragona cuenta con 379 BCIN (Béns
Culturals d’Interès Nacional), la mitad de ellos en un pésimo estado de conservación
Desde un castillo del siglo XII del que apenas queda un muro hasta los monumentos romanos de Tarragona declarados Patrimonio de la Humanidad pasando por el Montblanc medieval o el modernismo reusense, la demarcación de Tarragona cuenta con 379 edificios –militares, civiles o religiosos– declarados Bé Cultural d’Interès Nacional (BCIN) , la máxima protección oficial que puede tener un vestigio.
Sin embargo, la mitad de ellos se halla en un deplorable estado de conservación. Y alguno incluso ha sido objeto de proyectos ‘agresivos’ como el caso del castillo de l’Albà Vell, en Aiguamúrcia, dentro del cual se quería construir un molino eólico. El consistorio se negó y la empresa –Gerrsa (filial de Gamesa)– piensa buscar otra ubicación.
La alcaldesa de Aiguamúrcia, Fina Bartolí, constata la dificultad de dar un mantenimiento digno a ese patrimonio. «Algunos restos no están en buenas condiciones. No ha habido nunca dinero. Cuando tenemos subvenciones, se prioriza cuidar el bosque para que no haya incendios», comenta. Bartolí admite la existencia de «entornos con mucha vegetación y en mal estado».
Una asignatura pendiente
Cada resto es un mundo, con un distinto nivel de degradación. «El castillo de L’Albà Vell está en mal estado. El de Selma se conserva algo mejor, porque estuvo habitado hasta hace un tiempo, mientras que Ramonet es más bien una cuadra que un castillo. La Creu de Terme está mejor porque tiene un mantenimiento más sencillo», admite, y confirma la asignatura pendiente: «Formamos parte de la ruta de los castillos del Gaià. Nos hemos juntado algunos ayuntamientos como Querol o el Pont d’Armentera para promocionar. También el Consell Comarcal del Alt Camp ha comenzado la señalización».
Varios alcaldes confirman la necesidad de recuperar estos espacios y potenciarlos como activos turísticos, aunque en tiempos de crisis este objetivo adquiere tintes de quimera. «El monasterio de Santes Creus –otro bien cultural de Aiguamúrcia– es un polo de atracción. Sí que está bien cuidado, claro, pero el entorno no, cuando es un lugar que se ensucia diez veces más que otro por la gran afluencia de público. No tenemos ningún tipo de ayuda como compensación, en términos de limpieza o mantenimiento de los parques cercanos, por ejemplo», denuncia Bartolí.
La crisis puede empeorar la situación de los vestigios más deteriorados. Según explica Jordi Rovira, presidente de la Reial Societat Arqueològica de Tarragona, monumentos de esta índole –no tanto los de ciudades más grandes, pero sí los de municipios más pequeños– pueden acabar convirtiéndose en los grandes olvidados de la cultura: «Castillos, iglesias, espacios en abandono, incluso mal localizados, están a merced de la destrucción de desaprensivos o de, simplemente, la dejadez. Monumentos como el castell del Mongons, en el entorno de la capital, son ejemplos de abandono total. Son lugares más desamparados que nunca y algunos sin catalogar». En ciertos casos, la titularidad del espacio en cuestión –y la responsabilidad– es de un particular.
Desde la administración, las iniciativas para salvar este patrimonio son habituales aunque insuficientes, dada la gran cantidad de monumentos catalogados en máximo rango. Así, en los últimos cuatro años el Ministerio de Fomento ha invertido 12,8 millones –vía el ‘1% cultural’–en 19 actuaciones, ‘lavando’ la cara a edificios como los castillos de Solivella, Pratdip o Vallmoll o restaurando las murallas de Falset o el conjunto de Cal Cardenal (Salomó).
El agobio económico de las administraciones deja poco espacio de maniobra, aunque expertos como Rovira piden precisamente aprovechar la coyuntura: «Se le puede dar la vuelta: si no se pueden hacer grandes inversiones en obra, sí se podría hacer en catalogación, en revisión de elementos que se están perdiendo… Es una época en la que la administración debería captar fondos privados, implicar a la sociedad civil, a particulares o a fundaciones, siguiendo el modelo americano. Si un espacio no está cuidado, no será nunca un atractivo turístico, por muy bonito y romántico que sea en origen».
Culturals d’Interès Nacional), la mitad de ellos en un pésimo estado de conservación
Desde un castillo del siglo XII del que apenas queda un muro hasta los monumentos romanos de Tarragona declarados Patrimonio de la Humanidad pasando por el Montblanc medieval o el modernismo reusense, la demarcación de Tarragona cuenta con 379 edificios –militares, civiles o religiosos– declarados Bé Cultural d’Interès Nacional (BCIN) , la máxima protección oficial que puede tener un vestigio.
Sin embargo, la mitad de ellos se halla en un deplorable estado de conservación. Y alguno incluso ha sido objeto de proyectos ‘agresivos’ como el caso del castillo de l’Albà Vell, en Aiguamúrcia, dentro del cual se quería construir un molino eólico. El consistorio se negó y la empresa –Gerrsa (filial de Gamesa)– piensa buscar otra ubicación.
La alcaldesa de Aiguamúrcia, Fina Bartolí, constata la dificultad de dar un mantenimiento digno a ese patrimonio. «Algunos restos no están en buenas condiciones. No ha habido nunca dinero. Cuando tenemos subvenciones, se prioriza cuidar el bosque para que no haya incendios», comenta. Bartolí admite la existencia de «entornos con mucha vegetación y en mal estado».
Una asignatura pendiente
Cada resto es un mundo, con un distinto nivel de degradación. «El castillo de L’Albà Vell está en mal estado. El de Selma se conserva algo mejor, porque estuvo habitado hasta hace un tiempo, mientras que Ramonet es más bien una cuadra que un castillo. La Creu de Terme está mejor porque tiene un mantenimiento más sencillo», admite, y confirma la asignatura pendiente: «Formamos parte de la ruta de los castillos del Gaià. Nos hemos juntado algunos ayuntamientos como Querol o el Pont d’Armentera para promocionar. También el Consell Comarcal del Alt Camp ha comenzado la señalización».
Varios alcaldes confirman la necesidad de recuperar estos espacios y potenciarlos como activos turísticos, aunque en tiempos de crisis este objetivo adquiere tintes de quimera. «El monasterio de Santes Creus –otro bien cultural de Aiguamúrcia– es un polo de atracción. Sí que está bien cuidado, claro, pero el entorno no, cuando es un lugar que se ensucia diez veces más que otro por la gran afluencia de público. No tenemos ningún tipo de ayuda como compensación, en términos de limpieza o mantenimiento de los parques cercanos, por ejemplo», denuncia Bartolí.
La crisis puede empeorar la situación de los vestigios más deteriorados. Según explica Jordi Rovira, presidente de la Reial Societat Arqueològica de Tarragona, monumentos de esta índole –no tanto los de ciudades más grandes, pero sí los de municipios más pequeños– pueden acabar convirtiéndose en los grandes olvidados de la cultura: «Castillos, iglesias, espacios en abandono, incluso mal localizados, están a merced de la destrucción de desaprensivos o de, simplemente, la dejadez. Monumentos como el castell del Mongons, en el entorno de la capital, son ejemplos de abandono total. Son lugares más desamparados que nunca y algunos sin catalogar». En ciertos casos, la titularidad del espacio en cuestión –y la responsabilidad– es de un particular.
Desde la administración, las iniciativas para salvar este patrimonio son habituales aunque insuficientes, dada la gran cantidad de monumentos catalogados en máximo rango. Así, en los últimos cuatro años el Ministerio de Fomento ha invertido 12,8 millones –vía el ‘1% cultural’–en 19 actuaciones, ‘lavando’ la cara a edificios como los castillos de Solivella, Pratdip o Vallmoll o restaurando las murallas de Falset o el conjunto de Cal Cardenal (Salomó).
El agobio económico de las administraciones deja poco espacio de maniobra, aunque expertos como Rovira piden precisamente aprovechar la coyuntura: «Se le puede dar la vuelta: si no se pueden hacer grandes inversiones en obra, sí se podría hacer en catalogación, en revisión de elementos que se están perdiendo… Es una época en la que la administración debería captar fondos privados, implicar a la sociedad civil, a particulares o a fundaciones, siguiendo el modelo americano. Si un espacio no está cuidado, no será nunca un atractivo turístico, por muy bonito y romántico que sea en origen».
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