Entusiasmo y decepción en el Arqueológico (Asturias)

10/4/11 .- http://www.lne.es

Arquitectos, historiadores y arqueólogos subrayan los pros y contras de un museo cuestionado por los profesionales y elogiado por el público en general

La impresión que tiene el ciudadano medio tras finalizar el recorrido por las instalaciones del Museo Arqueológico, generalmente buena o muy buena, es muy diferente de la que muestran los profesionales que, de una forma u otra, están vinculados al inmueble o a sus contenidos. El visitante se encuentra con un espacio luminoso, moderno, con una excelente colección de piezas arqueológicas, que en muchos casos observa por primera vez, y un claustro maravilloso que consigue colmar sus expectativas. En otro plano está el especialista, ya sea arquitecto, historiador o arqueólogo, que ve las cosas desde un punto de vista profesional que deja al descubierto defectos, errores y carencias.

Decepción podría ser la palabra que engloba las reflexiones que hacen los especialistas a la hora de emitir un veredicto tras el recorrido por el recién inaugurado museo. Decepción que no impide a algunos reconocer el interés del nuevo edificio. «La intervención en el conjunto de elementos arquitectónicos que forman el Arqueológico tiene aciertos y errores, pero en general está bien planteada. La parte contemporánea del edificio consigue responder al espíritu de este momento y logra espacios interesantes: la escalinata, el patio, el espacio que se crea en altura, la pared de alabastro, la relación con la girola de la Catedral?.».

Esta es la parte amable del minucioso análisis realizado por el arquitecto José Ramón Fernández Molina, más severo en otros aspectos, como cuando analiza la relación entre la nueva arquitectura y la ya existente. «Se trata con desconsideración a los viejos edificios y se ningunea la arquitectura de Menéndez Pidal». Molina desaprueba la «frivolidad» con la que se ha actuado en el recrecido que sustenta la cubierta y subraya la necesidad de respetar lo existente siempre que se actúa en un edificio público.

El Museo Arqueológico es una suma de espacios de distintas épocas, un conglomerado arquitectónico que «es en sí mismo un elemento museístico al que no se le otorga el protagonismo que merece para conocer las distintas etapas que lo formaron». Además de lamentar el poco partido que se saca al viejo edificio y a su vinculación con la historia de la ciudad, Fernández Molina observa una cierta desconexión entre arquitectos y museólogos. Para poner un ejemplo cita las luceras de la última planta «que se encuentran tapadas negando la posibilidad de que entre la luz natural». En ese sentido va otro comentario muy presente entre los consultados, muy críticos con el hecho de que se hayan cerrado las contraventanas del claustro alto, impidiendo que se pueda admirar desde allí una de las joyas del conjunto: el claustro inferior, de traza gótica, levantado en el siglo XVI.

Comenta que el edificio también cuenta cosas, también es museo, pero no se ha sabido sacarle el partido adecuado. «Toda relación de la parte nueva con el claustro es absurda, se hace a través de dos huecos cuando debería tener una conexión más directa con las salas. El resultado es que se ningunea una de las partes esenciales del museo».

En el aspecto expositivo, censura el montaje realizado para colocar los mosaicos de Vega de Ciego y Andallón, la escasa señalización del claustro, «donde no se han musealizado piezas que tienen su historia» o las escasas referencias al Prerrománico en la entrada del museo. Salva de la quema las maquetas, «un acierto desde el punto de vista plástico», desmarcándose así de la opinión más generalizada que las ve pobres y poco rigurosas.

En su exhaustivo examen observa «descompensación» entre unas épocas y otras, una relación entre continente y contenido, «cuestionable», y una forma «torpe» de presentar el esquema del Prerrománico que, a su juicio, «parte de una idea buena pero que no se consigue redondear».

Como colofón, subraya la escasa relación del museo con la ciudad: «falta multidisciplinaridad, especialistas que establezcan los vínculos con el entorno permitiendo entender los orígenes de la ciudad a la que debía estar abierto». En resumen ve el museo como «un espacio cerrado sobre sí mismo».

Muy diferente es la opinión de Rosa Cid, profesora de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo e integrante de la comisión científica que participó en la elaboración de contenidos. La suya es una visión entusiasta, abierta a las mejoras pero satisfecha con los resultados. «Ofrece un recorrido expositivo apropiado para expertos y para no especialistas. Es un buen punto de partida para acercarse a la historia de Asturias y comprobar cómo los restos arqueológicos nos hablan de las primeras poblaciones». Para la profesora, los contenidos ofrecen toda la información que nos han dejado como testimonio los restos materiales del pasado.

Uno de los puntos débiles de la nueva construcción es para algunos el recorrido «a veces confuso» de la visita, un problema que Cid atribuye a la necesidad de adaptarse a un tipo de «arquitectura peculiar». Explica que se trata de «un edificio problemático con espacios pequeños a los que hubo que adaptar el discurso, intentando respetar lo más posible el edificio y los muros».

En su concepción de museo, cree que lo importante es motivar al público para que profundice en lo que está viendo. «Cuando te enfrentas a la parte medieval piensas en los grandes monumentos pero no pueden estar en el museo, lo que hay es suficiente para mostrar lo qué es el Prerrománico, se trata de estimular el interés para que se vaya a verlo in situ». Partidaria de hacer una selección de contenidos que consiga que el público «se quede con ganas de saber más y no harto», opina que una visita de más de una hora y media puede agotar.

Rosa Cid aporta un dato importante, la idea de que «el Arqueológico es un museo vivo, no acabado, que se irá haciendo y modificando». Defiende la selección de piezas «porque se trata de poner una que diga algo y no cinco iguales», y destaca lo inédito de la presencia romana a través de la que los visitantes van a conocer una perspectiva distinta de esa parte de la historia de Asturias. Admite algunas carencias subsanables en la actual información y cree que el museo ganará cuando se abra el patio que conecta con la parte trasera de la Catedral.

«El nuevo Arqueológico demuestra lo difícil que es hacer un buen museo y perfilarlo bien». Adolfo Rodríguez Asensio, profesor de Prehistoria de la Universidad de Oviedo y ex director de Patrimonio, no tiene dudas sobre la complejidad que supone enfrentarse a un equipamiento de estas características. «Es un gran reto». A su juicio, el examen se puede hacer desde muchos ángulos: llenará a mucha gente y otros se perderán en polémicas estériles», comenta. Asensio, que apunta algunas cosas que será necesario mejorar, lamenta que no se hayan corregido antes de abrir y se pregunta por qué no se reunió la comisión científica antes de la inauguración. «Hubiera enriquecido el resultado final».

La polémica de la celda de Feijoo le parece absurda, pero no pasa por alto una de las quejas más comunes, que hace suya: el cierre de las contraventanas del claustro alto que impide apreciar un patio del siglo XVI. También apunta alguna pega en lo relativo a los contenidos: «no están totalmente ajustados desde el punto de vista de las épocas históricas, unas están más tratadas que otras, y no se puede perder de vista que la Prehistoria es uno de los puntales del museo desde sus inicios». Pero Asensio quiere ser positivo y a los defectos contrapone el propio museo, «lo importante es que por fin está abierto».

El nuevo Arqueológico es para Ignacio Ruiz de la Peña una agresión a la Catedral. No conoce el interior tras la reforma pero sostiene que «la primera aberración es el apéndice del recrecido metido por la Catedral». Ve «paradójico» e «increíble» que un museo dedicado a preservar la historia se inaugure con «una agresión a un bien patrimonial como es la Catedral y su entorno». Para Ruiz de la Peña, el lugar de expansión natural del museo hubiera sido el espacio que hoy ocupa la Facultad de Psicología, ubicada en una parte de lo que fue el monasterio de San Vicente.

«La nueva arquitectura logra espacios interesantes pero trata con desconsideración los viejos edificios»


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Arquitecto

«La exposición debe conseguir que el público se quede con ganas de saber y no harto de la visita»

Rosa Cid Profesora de Historia

«El Arqueológico demuestra lo difícil que es hacer un buen museo y perfilarlo bien»

J. A. Rodríguez Asensio Profesor y arqueólogo

Para la arqueóloga Gema Adán uno de los aciertos del museo es la parte dedicada a explicar cómo se hizo el museo por lo que concierne a la Comisión Provincial de Monumentos, que comenzó a reunir los fondos en 1845, facilitando que hoy «podamos conocer nuestra historia». Entre las cosas que ve mejorables cita el hecho de que no se expliquen más los materiales recogidos en las vitrinas. «La fauna expuesta no es la misma en los 300.000 años de arqueología?, el clima cambia, y los animales se transforman, lo mismo ocurre con la geografía de Asturias, y en lo referente a la fauna ese cambio no está muy claro en la exposición».

Uno de los mayores defensores del nuevo edificio del museo es el arquitecto Rogelio Ruiz, que aplaude la intervención «decidida y respetuosa», así como el uso de una arquitectura contemporánea que consigue un espacio donde «los materiales dialogan de forma interesante con el entorno». Ruiz, que hubiera deseado una apuesta más arriesgada en la fachada de Menéndez Pidal que se asoma a la Corrada del Obispo, da un aprobado alto a la escalera de piedra y al conjunto que forma con la pared de alabastro, un espacio al que ve similitudes, dentro de su modernidad, con los palacios góticos mediterráneos. Al arquitecto no le asusta el impacto del recrecido del edificio sobre el claustro, «es una presencia que pasa desapercibida si no se busca expresamente».

El arqueólogo Marco de la Rasilla hace su valoración partiendo de que el museo llevaba una década cerrado y recordando cómo era la exposición de entonces. Con esos antecedentes, «el actual museo ha mejorado sensiblemente, al menos ahora podemos llevar alumnos y los usuarios pueden visitar un bien inmueble que difunde el conocimiento arqueológico e histórico». En ese sentido, y aunque con matices, admite que el conjunto «está bien».

En su caso, las pegas van al apartado de acústica, «se oyen los vídeos, lo que sumado a las visitas guiadas incrementa el ruido». Desde el punto de vista museológico, reclama «más peso para la Prehistoria, y quizá algún guiño a la historia moderna (con la Ilustración, y algo más de Feijoo) y a la arqueología industrial». Apunta que ve acertado repartir por todo el recorrido las técnicas arqueológicas, métodos, ciencias auxiliares...

Apunta que las cartelas tienen que incluir el nombre del yacimiento cuando se refieren a varias piezas, pues no es suficiente con poner, como ocurre en algunas vitrinas, «cuevas de Asturias» o «castros de Asturias».

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