Miguel Hagerty propone una nueva traducción de la obra completa de Al-Mutamid
14/6/06 .- eldiadecordoba.com/Magda Trillo
El profesor Miguel Hagerty propone una nueva traducción de la obra completa de Al-Mutamid en la que se implica de lleno como poeta: versos que hace suyos y ofrece a los lectores para que, incluso, se puedan cantar. Un personaje real que es a la vez pura leyenda en la historia de Sevilla, que destiló por igual el talante implacable del gobernante y el romanticismo del poeta en el destierro.
Fue un político implacable y un asesino despiadado. Mató a su mejor amigo por una traición y, en una ocasión, ordenó tirar al río a una esclava porque no le gustaba... Al-Mutamid, el rey poeta de Sevilla, se convirtió en heredero cuando su padre ordenó eliminar al primogénito; se dice que fracasó en la toma de Málaga porque su ejército estaba borracho y, con la invasión de los almorávides, su único destino fue el ocaso y el destierro. Pero la vida de Al-Mutamid estuvo tan consagrada al poder y a la guerra como a los placeres de Al-Ándalus. Su vida también fue poesía, versos cargados de romanticismo, sensibilidad y belleza. El profesor Miguel Hagerty ha presentado en Granada –en la Casa de los Tiros– Al Mutamid de Sevilla. Poesía completa (Editorial Comares), 160 poemas que trascienden la traducción filológica y presentan lo mejor del rey poeta.
–¿Quién era realmente este político y militar?
–Al-Mutamid era el rey del reino de Taifas más potente de Al-Ándalus militar, económica y culturalmente. Heredó un reino completamente consolidado por sus padres y pasó una juventud bastante frívola. Al final del siglo XI, después de haber conocido a personajes relevantes como Alfonso de Castilla y El Cid, llegó la invasión de los almorávides y lo perdió todo. Es un cambio de la noche al día. Cambió radicalmente su vida como persona y como literato. Antes, siendo príncipe, y siendo rey, da la sensación de que ocupó todo su tiempo de ocio en componer versos, en pasárselo bien, en rodearse de compañía agradable... La poesía árabe clásica es tremendamente compleja y Al-Mutamid lo hizo estupendamente bien. Escribió poemas brillantes, espontáneos, exaltando los placeres de la vida. Después, cuando lo perdió todo, se fue a Agmat para pasar el resto de sus días y allí compuso una poesía extremadamente sencilla. Poemas absolutamente nuevos. Lo que está claro es que en la figura de Al-Mutamid no se puede desvincular su destino vital con su destino poético.
–En la introducción de su libro se desprende una imagen del rey muy idealista y romántica, casi irreal. Pero, además de componer versos, también tendría que gobernar... Y que ordenar cortar más de una cabeza…
–¿Cortar cabezas? Mató a su mejor amigo, era pederasta, era militar, monárquico… Precisamente, una de las cuestiones que planteo en mis clases de doctorado es ventajas y desventajas de documentarse exhaustivamente sobre el poeta que estás traduciendo. En el caso de Al-Mutamid, es evidente que es un personaje con el que no me identifico en absoluto. Pero, luego, ves su poesía, apartándola del personaje, y es una maravilla...
–Por lo tanto...
–Yo diría que cuando un poeta escribe un poema lo lanza y ya no le pertenece, le pertenece al lector –o al traductor– pero no al poeta. Es la diferencia entre la palabra en prosa y la palabra poética. En el caso de la palabra poética, cada palabra tiene multiplicidad de significados y es algo que hay que reflejar en la traducción. Por eso, a la hora de traducir, yo me atengo cada día más a las ideas de Octavio Paz sobre el poema análogo. Yo cojo el poema y lo convierto en mío. Lo hago mío, primero como lector y luego como traductor.
–La primera edición de la poesía completa de Al-Mutamid se remonta a 1979 y, desde entonces, no se ha vuelto a traducir. ¿Qué se incluye en esta publicación y qué aporta esta edición?
–La edición del 79, hace ya casi treinta años, fue la primera traducción de la poesía completa de Al-Mutamid. Mirando hacia atrás veo que hice una traducción muy filológica, muy pegada al texto árabe, documentado mucho la palabra, utilizando el aparato crítico... Después, la Diputación de Cádiz me propuso publicar una antología y volví a leer mucho más a Octavio Paz siguiendo la idea de que traducción de la poesía es una recreación, pero la traducción poética es una creación.
–¿En esta traducción se puede encontrar también al Miguel Hagerty poeta?
–Yo me he introducido en la obra como poeta. En cualquier traducción poética, necesariamente, por definición, queda siempre algo del traductor. El traductor deja ahí su alma de poeta.
–La profesora Rubiera Mata ha publicado una versión bilingüe de 12 poemas de Al-Mutamid. ¿No se ha creído en este caso oportuno apostar por la edición bilingüe?
–En esta ocasión yo quería ofrecer la poesía de Al-Mutamid al lector de poesía, al gran público. No obstante, mi editor me ha pedido que vaya preparando el texto en árabe para una posible segunda edición.
–Este libro es una recuperación popular de la memoria poética de Al-Ándalus, pero también musical. El propio Morente ha recurrido a los versos del rey poeta…
–Toda la poesía árabe, no sólo la de Al-Mutamid, es tremendamente musical. Y, precisamente, es una de las cosas que yo eché de menos en la edición del 79. Ahora quería hacer algo más cantabile. Enrique Morente cantó dos temas de la edición del 79, pero es que Morente puede cantar lo que que sea. Yo quería una versión que puedan cantar los lectores.
–Su obra continúa siendo la única versión castellana de toda la poesía del Al-Mutamid. ¿Tiene sentido volver hoy la mirada al rey poeta de Sevilla ?
–Nunca nos hemos apartado de la sensibilidad andalusí, andaluza, bética. Es algo muy típico de aquí. En el libro, la poesía se estructura en dos partes: la que escribe en Al-Ándalus y la que escribe cuando lo pierde todo y se marcha a Agmat. Aunque podría verse como una poesía de exilio, yo creo que lo más apropiado es hablar de una poesía del desarraigo. Yo comparo estos poemas con Poeta en Nueva York de Lorca. Al-Mutamid está descolocado, igual que Lorca en Nueva York. No hay un sentimiento de exilio, sino de desarraigo. Si revisamos los poemas de la primera etapa de Al-Mutamid podemos ver que también son comparables, por ejemplo, con el Romancero.
–Después de tantos años en torno a Al-Mutamid, ¿qué ha quedado del monarca en su trayectoria como poeta y traductor?
–Ha reforzado mi sentimentalidad poética, la ha matizado... Como traductor, me ha dejado una gran veneración por Octavio Paz. Él tiene razón, hay que traducir siendo poeta. Siempre, con humildad.
Fue un político implacable y un asesino despiadado. Mató a su mejor amigo por una traición y, en una ocasión, ordenó tirar al río a una esclava porque no le gustaba... Al-Mutamid, el rey poeta de Sevilla, se convirtió en heredero cuando su padre ordenó eliminar al primogénito; se dice que fracasó en la toma de Málaga porque su ejército estaba borracho y, con la invasión de los almorávides, su único destino fue el ocaso y el destierro. Pero la vida de Al-Mutamid estuvo tan consagrada al poder y a la guerra como a los placeres de Al-Ándalus. Su vida también fue poesía, versos cargados de romanticismo, sensibilidad y belleza. El profesor Miguel Hagerty ha presentado en Granada –en la Casa de los Tiros– Al Mutamid de Sevilla. Poesía completa (Editorial Comares), 160 poemas que trascienden la traducción filológica y presentan lo mejor del rey poeta.
–¿Quién era realmente este político y militar?
–Al-Mutamid era el rey del reino de Taifas más potente de Al-Ándalus militar, económica y culturalmente. Heredó un reino completamente consolidado por sus padres y pasó una juventud bastante frívola. Al final del siglo XI, después de haber conocido a personajes relevantes como Alfonso de Castilla y El Cid, llegó la invasión de los almorávides y lo perdió todo. Es un cambio de la noche al día. Cambió radicalmente su vida como persona y como literato. Antes, siendo príncipe, y siendo rey, da la sensación de que ocupó todo su tiempo de ocio en componer versos, en pasárselo bien, en rodearse de compañía agradable... La poesía árabe clásica es tremendamente compleja y Al-Mutamid lo hizo estupendamente bien. Escribió poemas brillantes, espontáneos, exaltando los placeres de la vida. Después, cuando lo perdió todo, se fue a Agmat para pasar el resto de sus días y allí compuso una poesía extremadamente sencilla. Poemas absolutamente nuevos. Lo que está claro es que en la figura de Al-Mutamid no se puede desvincular su destino vital con su destino poético.
–En la introducción de su libro se desprende una imagen del rey muy idealista y romántica, casi irreal. Pero, además de componer versos, también tendría que gobernar... Y que ordenar cortar más de una cabeza…
–¿Cortar cabezas? Mató a su mejor amigo, era pederasta, era militar, monárquico… Precisamente, una de las cuestiones que planteo en mis clases de doctorado es ventajas y desventajas de documentarse exhaustivamente sobre el poeta que estás traduciendo. En el caso de Al-Mutamid, es evidente que es un personaje con el que no me identifico en absoluto. Pero, luego, ves su poesía, apartándola del personaje, y es una maravilla...
–Por lo tanto...
–Yo diría que cuando un poeta escribe un poema lo lanza y ya no le pertenece, le pertenece al lector –o al traductor– pero no al poeta. Es la diferencia entre la palabra en prosa y la palabra poética. En el caso de la palabra poética, cada palabra tiene multiplicidad de significados y es algo que hay que reflejar en la traducción. Por eso, a la hora de traducir, yo me atengo cada día más a las ideas de Octavio Paz sobre el poema análogo. Yo cojo el poema y lo convierto en mío. Lo hago mío, primero como lector y luego como traductor.
–La primera edición de la poesía completa de Al-Mutamid se remonta a 1979 y, desde entonces, no se ha vuelto a traducir. ¿Qué se incluye en esta publicación y qué aporta esta edición?
–La edición del 79, hace ya casi treinta años, fue la primera traducción de la poesía completa de Al-Mutamid. Mirando hacia atrás veo que hice una traducción muy filológica, muy pegada al texto árabe, documentado mucho la palabra, utilizando el aparato crítico... Después, la Diputación de Cádiz me propuso publicar una antología y volví a leer mucho más a Octavio Paz siguiendo la idea de que traducción de la poesía es una recreación, pero la traducción poética es una creación.
–¿En esta traducción se puede encontrar también al Miguel Hagerty poeta?
–Yo me he introducido en la obra como poeta. En cualquier traducción poética, necesariamente, por definición, queda siempre algo del traductor. El traductor deja ahí su alma de poeta.
–La profesora Rubiera Mata ha publicado una versión bilingüe de 12 poemas de Al-Mutamid. ¿No se ha creído en este caso oportuno apostar por la edición bilingüe?
–En esta ocasión yo quería ofrecer la poesía de Al-Mutamid al lector de poesía, al gran público. No obstante, mi editor me ha pedido que vaya preparando el texto en árabe para una posible segunda edición.
–Este libro es una recuperación popular de la memoria poética de Al-Ándalus, pero también musical. El propio Morente ha recurrido a los versos del rey poeta…
–Toda la poesía árabe, no sólo la de Al-Mutamid, es tremendamente musical. Y, precisamente, es una de las cosas que yo eché de menos en la edición del 79. Ahora quería hacer algo más cantabile. Enrique Morente cantó dos temas de la edición del 79, pero es que Morente puede cantar lo que que sea. Yo quería una versión que puedan cantar los lectores.
–Su obra continúa siendo la única versión castellana de toda la poesía del Al-Mutamid. ¿Tiene sentido volver hoy la mirada al rey poeta de Sevilla ?
–Nunca nos hemos apartado de la sensibilidad andalusí, andaluza, bética. Es algo muy típico de aquí. En el libro, la poesía se estructura en dos partes: la que escribe en Al-Ándalus y la que escribe cuando lo pierde todo y se marcha a Agmat. Aunque podría verse como una poesía de exilio, yo creo que lo más apropiado es hablar de una poesía del desarraigo. Yo comparo estos poemas con Poeta en Nueva York de Lorca. Al-Mutamid está descolocado, igual que Lorca en Nueva York. No hay un sentimiento de exilio, sino de desarraigo. Si revisamos los poemas de la primera etapa de Al-Mutamid podemos ver que también son comparables, por ejemplo, con el Romancero.
–Después de tantos años en torno a Al-Mutamid, ¿qué ha quedado del monarca en su trayectoria como poeta y traductor?
–Ha reforzado mi sentimentalidad poética, la ha matizado... Como traductor, me ha dejado una gran veneración por Octavio Paz. Él tiene razón, hay que traducir siendo poeta. Siempre, con humildad.
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