Sigena reabre al público su medio convento ya restaurado

20/8/10 .- El periódico de Aragón

Las visitas para el público se amplían a los cuatro sábados del próximo mes de septiembre.

Cuando en septiembre de 1936 llegó Durruti a Sigena y comprobó el desastroso estado en el que había quedado el monasterio, dijo a los anarquistas del Comité Revolucionario que le habían prendido fuego: "Cerrad este recinto y poned una guardia porque una fotografía de esto nos hará más mal que todos los cañones de los fascistas juntos". En el pueblo de Miguel Servet recuerdan que el complejo medieval estuvo quemándose durante meses.

La monja que a mediodía de ayer dirigía la visita de una veintena de personas al cenobio reabierto ahora, cinco días de agosto y los cuatro sábados de septiembre, tras dos años de vida hacia adentro, señaló al mostrar la iglesia monacal desnuda de los retablos que se llevó el fuego: "Por otra parte, tenemos que dar gracias porque vemos el templo original como era". En la concavidad interior del ábside aún asoman las pinturas que precedieron al retablo: atisbos muy tenues de dos escenas de la vida de la Virgen. Pleno siglo XII.

MUY BIEN GUIADA Con una delicadeza enérgica, muy francesa, la monja de sayón blanco a lo Taizé y sandalias parecía gozar con el despojamiento con el que fue ideado aquel pórtico románico de catorce arquivoltas sin decoración alguna: "No hay parteluz ni esculturas". Las manos sueltas de la religiosa marcaban los puntos cardinales, con ese don orientativo que tienen desde siempre los monjes; la iglesia, hacia Oriente; el refectorio, siempre con la gran ventana a Poniente para recoger al último sol en la cena.

El sarcófago de Rodrigo de Lizama, muerto en la batalla de Muret, en 1213, no quedó fuera de la iglesia, bajo un arco solio, por ser cátaro, sino por no ser rey. En una visita que hizo Felipe IV a Sigena pidió a la priora la espada de ese hombre y se la dieron.

Sigena ha perdido su panteón real, "no se sabe dónde están los restos de Doña Sancha, la viuda de real y luego monja, ni de las infantas doña Dulce y doña Leonor, porque se profanaron. "Hasta el comandante en plaza se asustó al ver tanto cadáver", señaló la monja con sencillez.

La sala capitular pintada al fresco en el XIV bajo el priorado de Blanca de Anjou puede verse en el Museo Románico de Montjuic. Aquí no queda ni la techumbre mudéjar ni el estilo emparentado con la abadía de Winchester, ni las genealogías en los intradoses de los arcos. "Y en 1995, esto era de Lérida". Hay piezas de Sigena hasta en Nueva York.

Mariano de Pano estudió el monasterio en el siglo XIX. Chueca Goitia, en el XX, se trajo picapedreros de Madrid para una restauración de las columnas. Fue declarado monumento Nacional en 1923. Se interrumpieron las visitas por motivos de seguridad en el 2005 y la primera fase de la restauración terminó en el 2007

En este monasterio se cruzan las historias. El 1 de noviembre de 1950 en Roma, Pío XII proclamó la Asunción de la Virgen. Unos peregrinos franceses, impactados por el dogma del cuerpo de María subido al cielo, fundaron una familia monástica "para vivir santos con el cuerpo, creemos en la resurrección de la carne". Nacieron las Hermanas de Belén y de la Asunción, como una orden contemplativa. Odine Dupont, la fundadora, luego llamada sor María, "ya está en el cielo", dice la monja. Llegaron a Sigena en el año 1985 y ahora son 36.

LOS VIEJOS DORMITORIOS Se han restaurado los antiguos dormitorios de las monjas que llegaron a tener tres plantas. Se les permitió edificar en alto para librarse de la humedad que ahora mismo asoma en forma de grandes charcos en el centro del claustro. La techumbre de madera cobija los arcos de piedra de las estancias dormitorio que quedaron sueltos en el aire como enormes costillares, en tanto el apio silvestre se apoderaba del suelo entre riachuelos.

A la puerta del monasterio hay un pequeño cartel: "Por favor, apriete bien el pulsador hasta que suene el timbre. Si en breve no contestamos a su llamada, puede tocar la campana situada a la izquierda de esta puerta. No dude en tocarla dos o tres veces". Pero se añade: "No llame después de las cuatro de la tarde".

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