Atienza, la belleza de la ciudad medieval
13/8/10 .- lanzadigital.com
Atienza está declarada conjunto histórico desde 1962. Una población que en el censo de 2009 tenía 466 habitantes y que ha conservado sus trazados y edificios monumentales de gran interés, en torno a los cuales surgen espacios urbanos como la plaza del Ayuntamiento y la plaza del Trigo, edificios de viviendas tradicionales que conforman un conjunto singular y que aprovechan los valores de la geografía, en la ladera de la montaña en la que surge. En su punto más elevado, el castillo, utilizado por los celtíberos y más tarde por árabes y cristianos. Una ciudad situada en las estribaciones de la Sierra de Ayllón a 1.170 metros de altitud en el noroeste de la provincia de Guadalajara. La situación geográfica de la ciudad ha condicionado su historia a lo largo de los siglos: ser un gran punto estratégico de la meseta, paso obligado entre las dos Castillas junto al camino de Aragón, y uno de los centros neurálgicos de la península han hecho de ella hábitat de diferentes pueblos.
En época medieval llegó a tener 10.000 habitantes y unas quince iglesias parroquiales. Su origen se remonta a época prehistórica con importantes poblados celtibéricos de ahí que se denominase Thytia. Durante la Reconquista fue ciudad árabe, hasta que fue definitivamente tomada por Alfonso VI. Formará un extenso territorio (Común de Villa y Tierra) desde 1149; y a partir del siglo XV iniciará su decadencia, después de haber sido elemento esencial del reino castellano. Fueron numerosos, en la zona, los enfrentamientos castellano-aragoneses, desapareciendo en ellos el barrio de Santa María. Desde entonces su población fue disminuyendo al no ser alentada en época de los Austrias ni posteriormente. En la Guerra Civil sufrió daños, pero hoy la podemos contemplar como un espléndido ejemplo, de ciudad medieval.
La villa de Atienza estuvo rodeada por una fuerte muralla desde los momentos primeros en que los reyes de Castilla se hicieron dueños de ella, comprendiendo el gran valor estratégico del enclave. Del extremo norte del castillo, surge la muralla que cerraba a la población más antigua. Aún se ve casi entera la gran cintura de piedra y argamasa que rodea la meseta en que está la iglesia de Santa María del Rey, y que venía a encerrar dentro de sí este antiguo y populoso barrio, el mejor de la villa hasta el siglo XV en que fue destruido.
El declive comenzó a mediados del siglo XV cuando las tropas del infante don Juan la conquistaron en 1445, en las guerras mantenidas por los infantes de Aragón. En época de los reyes Católicos la ciudad continua su momento de decadencia con una menor importancia de sus rutas comerciales y sobre todo de su valor estratégico. El caserío se dividía entonces en cuatro barrios: la Plaza, la Plazuela (o del Val o de la Salida), Puertacaballos y San Gil. Prácticamente arruinados estaban los barrios altos, denominados como arrabal. Fuera de las murallas había tres arrabales más: el de Puertacaballos, el de Puerta de San Gil y el de las Huertas, que fueron despoblándose a lo largo de los años.
La ciudad elevada sobre el cerro, tiene en el castillo el elemento más significativo de su perfil. La “peña muy fuerte” del Cantar del Mío Cid es de planta alargada con un acceso flanqueado por torreones. Al sur se sitúa la torre del homenaje con dos plantas y una terraza superior. De los dos recintos que formaban las murallas del conjunto se conservan partes. Del primer recinto se mantienen los restos del Arco de la Guerra con una casa en uno de los torreones, la Puerta de Arrebatacapas o de San Juan está cerca de la iglesia de ese nombre y es de arco apuntado con columnas adosadas y capiteles románicos. El Arco de la Nevera y el de la Villa o de Armas situados cerca del extremo norte y sur de la muralla han desaparecido. Del segundo recinto quedan también restos de puertas y torreones como la Puerta de Antequera frente al Hospital de Santa Ana y la de la Salida o Salada (detrás de la iglesia de San Bartolomé). El castillo está declarado monumento desde 1931. El último recinto fue construido por Alfonso VIII y da idea del crecimiento y progreso de la ciudad, población de agricultores, ganaderos y menestrales que llegan a contabilizar cinco mil habitantes a finales del siglo XIII. El conjunto amurallado además de sus valores defensivos representa una forma de apropiación del territorio que debe ser conservado como modelo de relación de la ciudad con el entorno y como elemento singular del urbanismo del siglo XII.
La vista de la ciudad desde el Este nos ofrece la visión global del conjunto urbano en su posición de ladera con forma curvada adaptada al terreno. La población se presenta en un primer plano, como una unidad situada en la parte baja de la ladera y que, puntualmente, ha superado la línea del camino de Atienza a Bocones que en otro momento marcaba el límite inferior de las edificaciones. Al fondo, en una posición elevada, la imagen potente del castillo en ruinas, que tiene una gran muralla horizontal que se remata con la torre del homenaje de tres plantas en su parte izquierda. La volumetría del castillo apoyada en la roca confunde la geología con la construcción que se levanta sobre ella en un frente que ocupa toda la zona elevada de la colina, con una cota de 1248 metros de altitud. Los afloramientos del recinto amurallado en zonas puntuales nos indican la ocupación defensiva del territorio próximo.
El conjunto urbano tiene la unidad de las cubiertas inclinadas de teja roja que uniforma los colores y texturas de la agrupación de edificios. Los edificios residenciales van adecuándose a la topografía con alturas entre dos y cuatro plantas. La vista de la ciudad desde el castillo nos permite una visión de sus edificios en un entorno natural de gran belleza. En el conjunto van destacando los edificios religiosos con una volumetría que sobresale sobre las construcciones residenciales. En su extremo izquierdo la iglesia del Salvador que se hace visible en su posición de borde elevada, con su torre conservada como testimonio de su arquitectura derruida. En una posición más centrada aparecen la iglesia de la Trinidad que conserva su ábside románico y hoy está convertida en el Museo de la Trinidad, y la de San Gil en posición más baja en el borde inferior de la ciudad, con ábside semicircular muy alto, y tres naves abovedadas, que en la actualidad alberga el Museo de Arte Antiguo. La iglesia renacentista de San Juan sobresale por su gran volumetría asomando a la plaza delantera del municipio. El volumen situado en su parte derecha y más alta del municipio sobresale ligeramente del perfil del conjunto.
La topografía del terreno permite la visión de espacios urbanos interiores como la plaza mayor con la iglesia de San Juan que sobresale con su altura y volumen en piedra, aunque deja ver los volúmenes de dos plantas con soportales de los edificios de la plaza mayor del conjunto. Los volúmenes girados en diferentes direcciones crean una unidad compleja de gran belleza y sencillez que define un conjunto unitario, fragmentado en elementos de pequeña escala, que se agrupan con sus formas irregulares en torno a los edificios monumentales. Desde esta posición elevada es también visible el trazado de la antigua muralla que llega hasta esos edificios hoy aislados en los bordes urbanos que nos hablan de una ocupación del territorio próximo a la ciudad con la estructura de borde de la misma en una forma irregular adaptada a la geografía del entorno.
Un conjunto en el que la historia ha mantenido la belleza de sus trazados, de sus construcciones y de un paisaje construido por la relación de lo edificado con la geología y geografía del entorno. El reducido desarrollo demográfico y económico ha permitido la conservación de esta ciudad que es uno de los referentes de las ciudades históricas de Castilla-la Mancha. Un ejemplo del buen urbanismo, de los modelos de hacer, adecuados al medioambiente, y de la belleza de los diseños generados desde la sencillez y la adecuación a los condicionantes del territorio
En época medieval llegó a tener 10.000 habitantes y unas quince iglesias parroquiales. Su origen se remonta a época prehistórica con importantes poblados celtibéricos de ahí que se denominase Thytia. Durante la Reconquista fue ciudad árabe, hasta que fue definitivamente tomada por Alfonso VI. Formará un extenso territorio (Común de Villa y Tierra) desde 1149; y a partir del siglo XV iniciará su decadencia, después de haber sido elemento esencial del reino castellano. Fueron numerosos, en la zona, los enfrentamientos castellano-aragoneses, desapareciendo en ellos el barrio de Santa María. Desde entonces su población fue disminuyendo al no ser alentada en época de los Austrias ni posteriormente. En la Guerra Civil sufrió daños, pero hoy la podemos contemplar como un espléndido ejemplo, de ciudad medieval.
La villa de Atienza estuvo rodeada por una fuerte muralla desde los momentos primeros en que los reyes de Castilla se hicieron dueños de ella, comprendiendo el gran valor estratégico del enclave. Del extremo norte del castillo, surge la muralla que cerraba a la población más antigua. Aún se ve casi entera la gran cintura de piedra y argamasa que rodea la meseta en que está la iglesia de Santa María del Rey, y que venía a encerrar dentro de sí este antiguo y populoso barrio, el mejor de la villa hasta el siglo XV en que fue destruido.
El declive comenzó a mediados del siglo XV cuando las tropas del infante don Juan la conquistaron en 1445, en las guerras mantenidas por los infantes de Aragón. En época de los reyes Católicos la ciudad continua su momento de decadencia con una menor importancia de sus rutas comerciales y sobre todo de su valor estratégico. El caserío se dividía entonces en cuatro barrios: la Plaza, la Plazuela (o del Val o de la Salida), Puertacaballos y San Gil. Prácticamente arruinados estaban los barrios altos, denominados como arrabal. Fuera de las murallas había tres arrabales más: el de Puertacaballos, el de Puerta de San Gil y el de las Huertas, que fueron despoblándose a lo largo de los años.
La ciudad elevada sobre el cerro, tiene en el castillo el elemento más significativo de su perfil. La “peña muy fuerte” del Cantar del Mío Cid es de planta alargada con un acceso flanqueado por torreones. Al sur se sitúa la torre del homenaje con dos plantas y una terraza superior. De los dos recintos que formaban las murallas del conjunto se conservan partes. Del primer recinto se mantienen los restos del Arco de la Guerra con una casa en uno de los torreones, la Puerta de Arrebatacapas o de San Juan está cerca de la iglesia de ese nombre y es de arco apuntado con columnas adosadas y capiteles románicos. El Arco de la Nevera y el de la Villa o de Armas situados cerca del extremo norte y sur de la muralla han desaparecido. Del segundo recinto quedan también restos de puertas y torreones como la Puerta de Antequera frente al Hospital de Santa Ana y la de la Salida o Salada (detrás de la iglesia de San Bartolomé). El castillo está declarado monumento desde 1931. El último recinto fue construido por Alfonso VIII y da idea del crecimiento y progreso de la ciudad, población de agricultores, ganaderos y menestrales que llegan a contabilizar cinco mil habitantes a finales del siglo XIII. El conjunto amurallado además de sus valores defensivos representa una forma de apropiación del territorio que debe ser conservado como modelo de relación de la ciudad con el entorno y como elemento singular del urbanismo del siglo XII.
La vista de la ciudad desde el Este nos ofrece la visión global del conjunto urbano en su posición de ladera con forma curvada adaptada al terreno. La población se presenta en un primer plano, como una unidad situada en la parte baja de la ladera y que, puntualmente, ha superado la línea del camino de Atienza a Bocones que en otro momento marcaba el límite inferior de las edificaciones. Al fondo, en una posición elevada, la imagen potente del castillo en ruinas, que tiene una gran muralla horizontal que se remata con la torre del homenaje de tres plantas en su parte izquierda. La volumetría del castillo apoyada en la roca confunde la geología con la construcción que se levanta sobre ella en un frente que ocupa toda la zona elevada de la colina, con una cota de 1248 metros de altitud. Los afloramientos del recinto amurallado en zonas puntuales nos indican la ocupación defensiva del territorio próximo.
El conjunto urbano tiene la unidad de las cubiertas inclinadas de teja roja que uniforma los colores y texturas de la agrupación de edificios. Los edificios residenciales van adecuándose a la topografía con alturas entre dos y cuatro plantas. La vista de la ciudad desde el castillo nos permite una visión de sus edificios en un entorno natural de gran belleza. En el conjunto van destacando los edificios religiosos con una volumetría que sobresale sobre las construcciones residenciales. En su extremo izquierdo la iglesia del Salvador que se hace visible en su posición de borde elevada, con su torre conservada como testimonio de su arquitectura derruida. En una posición más centrada aparecen la iglesia de la Trinidad que conserva su ábside románico y hoy está convertida en el Museo de la Trinidad, y la de San Gil en posición más baja en el borde inferior de la ciudad, con ábside semicircular muy alto, y tres naves abovedadas, que en la actualidad alberga el Museo de Arte Antiguo. La iglesia renacentista de San Juan sobresale por su gran volumetría asomando a la plaza delantera del municipio. El volumen situado en su parte derecha y más alta del municipio sobresale ligeramente del perfil del conjunto.
La topografía del terreno permite la visión de espacios urbanos interiores como la plaza mayor con la iglesia de San Juan que sobresale con su altura y volumen en piedra, aunque deja ver los volúmenes de dos plantas con soportales de los edificios de la plaza mayor del conjunto. Los volúmenes girados en diferentes direcciones crean una unidad compleja de gran belleza y sencillez que define un conjunto unitario, fragmentado en elementos de pequeña escala, que se agrupan con sus formas irregulares en torno a los edificios monumentales. Desde esta posición elevada es también visible el trazado de la antigua muralla que llega hasta esos edificios hoy aislados en los bordes urbanos que nos hablan de una ocupación del territorio próximo a la ciudad con la estructura de borde de la misma en una forma irregular adaptada a la geografía del entorno.
Un conjunto en el que la historia ha mantenido la belleza de sus trazados, de sus construcciones y de un paisaje construido por la relación de lo edificado con la geología y geografía del entorno. El reducido desarrollo demográfico y económico ha permitido la conservación de esta ciudad que es uno de los referentes de las ciudades históricas de Castilla-la Mancha. Un ejemplo del buen urbanismo, de los modelos de hacer, adecuados al medioambiente, y de la belleza de los diseños generados desde la sencillez y la adecuación a los condicionantes del territorio
Noticias relacionadas
- Belleza de arqueología virtual
- Descubierta una ciudad medieval cerca de Fez (Marruecos)
- Alcalá reconstruye el monumento medieval más antiguo de la ciudad
- El viento derrumba un monumento medieval en la ciudad de Ceuta
- Piden proteger una ciudad medieval completa de más de 900 metros cuadrados
Comenta la noticia desde Facebook
Comentarios
No hay comentarios.