Desmontando a Pelayo

17/4/10 .- http://www.lavozdeasturias.es

Los arqueólogos Iván Muñiz y Alejandro García quitan fiabilidad a las leyendas que rodean al monarca asturiano La cruz y la espada parecen posteriores y es poco probable que sus restos estén en Covadonga.

La Cruz de la Victoria no existía en tiempos de Pelayo. La espada que se atribuía al primer rey asturiano podría haber sido forjada ocho siglos después de la batalla de Covadonga, y es muy poco probable que los restos del monarca descansen en la cueva de Santa María de Covadonga. Son algunos de los mitos entorno a Pelayo que hoy son rebatidos en el compendio Arqueología medieval en Asturias .

Elaborado por los arqueólogos Iván Muñiz López y Alejandro García Alvarez-Busto, el libro fue galardonado hace un año con el premio Alfredo Quirós Fernández. "En historia no hay nada falso", aclaró ayer Muñiz durante la presentación del trabajo. "El mito no es falso en sí. Responde a una necesidad de modificar la realidad".

"Desde luego hubo una batalla", sentenció el coautor de la publicación. Y aunque es difícil determinar quién era Pelayo, "tuvo intereses señoriales en Cangas de Onís", donde se llevó a cabo el enfrentamiento. Aquel poblado no se parecía demasiado a lo que es hoy. "Era una aglomeración entorno a una encrucijada, en una zona muy propicia para el comercio", apuntó García. El dato contrasta con el aislamiento al que la orografía supuestamente había condenado a Asturias.

El libro recoge algunas de las investigaciones más relevantes de los últimos tiempos en lo que respecta a la arqueología asturiana. Así, recuerda que calibración de las pruebas del carbono 14 realizada por el profesor César Carcía de Castro demostró que Pelayo no sostuvo nunca la Cruz de la Victoria. Los resultados indican que el interior de madera de este vestigio procede de un árbol que se taló en el siglo X, 200 años después.

La espada es otro de los restos que supuestamente se conservan del monarca asturiano. "Muy probablemente", recordó Muñiz, "fue un regalo de Carlos I a la Abadía de Covadonga". En el siglo XVIII, los religiosos se la entregarían a la corte de Carlos III, y desde entonces permanece en la Real Armería de Madrid. Las investigaciones del historiador asturiano Iván Muñiz López han establecido que la espada se forjó en el siglo XVI. "Hay que entender a los canónigos de Covadonga", declaró Muñiz. En la abadía buscaban la protección de los reyes y si el regalo había pertenecido a Pelayo, la relación con la monarquía era mayor. No parece que de Pelayo se conserve ni arma larga ni arma corta. En 1873, se detalla en la publicación, el canónigo de Covadonga regala a Soto Cortés la presunta daga del rey asturiano. Finalmente, se comprobó que se trataba de un fragmento de reja.

Sin cruz, sin espada, y también sin sepulcro. Aunque es un hecho que los abades y canónigos del monasterio fueron enterrados en Covadonga, los expertos plantean sus dudas sobre los enterramientos de reyes. En el siglo XVI, los religiosos ya aseguraban, sin ninguna prueba, que Pelayo estaba enterrado bajo uno de los tres sepulcros de la cueva. Según esta versión, otra de las tumbas pertenecía, indistintamente, a Favila o a la hermana de Pelayo, mientras que el último era el del abad Juan García López de Peralta.

Felipe II enviaría en el siglo XVI al cronista Ambrosio de Morales a Covadonga. El sería el encargado de distorsionar --aún más-- la historia. El sepulcro de la abad, relatan los arqueólogos, sería desde entonces el del rey Pelayo, mientras que el de Favila se consideraría a partir de esa fecha el lugar en el que estaba enterrado el rey Alfonso I. El motivo? Felipe II estaba interesado en mantener el poder sobre la Iglesia, y a esta no le venía mal que la corona le defendiera ante los conflictos que mantenía con varios nobles asturianos.

El rey Pelayo no será, probablemente, el único personaje histórico al que se le quite la careta en los próximos años. Según explicó Alejandro García, la Ley de Patrimonio Histórico del año 2001 incrementó el volumen de excavaciones civiles y los trabajos irán en aumento en los próximos 20 años. La protección de excavaciones halladas en obras "va a suponer muchos cambios en la historia de Asturias como la conocemos", vaticinó el arqueólogo.

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