Y el Cid arrasó La Rioja

I ANIVERSARIO I VIII CENTENARIO DE 'EL CANTAR DE MIO CID'

En el 1092 Díaz de Vivar devastó villas y campos de Nájera a Calahorra Tres años después el rey Alfonso VI otorgó a Logroño su histórico Fuero

«Entró Ruy Díaz en Logroño, en tierra de Navarra, e en tierra de Calahorra con gran hueste e fizo grant encendimiento de fuego por toda la tierra e robóla e cercó el castillo de Faro (Haro) e tomól e enviól mensajeros al conde Garcí Ordóñez, quel esperase siete días, e esperó, e ayuntáronse todos los poderosos de la tierra con él e non osaron venir a él temiendo la batalla». Así narra el Chronicón de Cardeña -monasterio aledaño a Burgos, bajo cuyo amparo dejó El Cid a su esposa Jimena y a sus hijas, al partir hacia el destierro-, los desmanes del Campeador por tierras de La Rioja. Cuando se conmemora este año el octavo centenario de El Cantar del Mío Cid, toma preponderancia la campaña a sangre y fuego que Rodrigo de Vivar lanzó sobre las posesiones del conde García Ordóñez, que en parte coincidían con la actual geografía riojana. Si bien la crueldad con la que el Campeador se ensañó contra Nájera, Haro, Alberite, Calahorra o Alfaro no habla precisamente bien en favor del mito -que las lecturas revisionistas han querido orlar de justicia y de cierta bondad-, no es menos cierto que, como consecuencia de esta razia, le fue otorgado a Logroño su Fuero en el año 1095, una de las cartas otorgadas más relevantes de la Europa altomedieval.

Vayamos por partes. Era García Ordóñez, allá por el último tercio del siglo XI, conde de Nájera, comandante del rey castellano Alfonso VI en los campos de La Rioja y su más poderoso vasallo, tanto por el brillo de su escudo y su riqueza como por su entronque con la familia real.

García Ordóñez

Pero la envidia y la soberbia desembocaron en intrigas palaciegas que llegaron a enfrentar al Cid con el propio monarca, con García Ordóñez como atizador de odios y destierros.

La Crónica de los Veinte Reyes -gracias a la cual pudo ser reconstruido El Cantar del Mío Cid, huérfano de algunas hojas en el comienzo y en su interior-, explica el contencioso en un castellano antiguo pero meridiano: «Cuando el Cid supo que el rrey don Alfonso demandaua a los moros el pecho -palabra que se deriva del latín pactum (pacto), y que se refiere al tributo que se pagaba al rey o señor territorial por razón de bienes o haciendas- que a él dauan ouo gran pesar e descubrió su mala voluntad contra él, e ganó de Aben Huc, que era entonces señor de Çaragoça (Zaragoza) muchos caualleros e muchos peones e llegó a grant hueste, e fue a recorrer la tierra del rrey don Alfonso, e entró por Calahorra e llegó fasta Nájera». Así, penetró el maquilero de Vivar en zona enemiga, talando sus frutales, quemando sus cosechas, saqueando sus pueblos, persiguiendo a sus hombres, cegado por la sed de venganza. La Historia Roderici, auténtica biografía del Cid escrita hacia el 1110, lo cuenta así: «... Luchando con toda energía, conquistó Alberite y Logroño, apoderándose de una ingente, lamentable y aflictiva presa y provocando inmisericorde y ferozmente un cruel, impío e inmenso incendio de inextinguibles llamas por todas aquellas tierras. Devastó y destruyó la susodicha tierra con sañudas e impías depredaciones y le arrebató totalmente todas sus riquezas y dineros y todos los demás bienes acumulando todo en su botín».

Hecha la paz definitiva entre Díaz de Vivar y Alfonso VI, impulsó el monarca, en el 1095, el Fuero de Logroño, para que bajo su protección quedaran amparados tanto los francos que cruzaban los Pirineos como otros pobladores de los reinos peninsulares. Obtuvo la carta otorgada tan pingüe rendimiento que no sólo se aplicó al concejo y a su alfoz, sino que se expandió por San Vicente de la Sonsierra (1172), Entrena (1135-1149), Haro (1187), Navarrete (1195), Santo Domingo (1187 y 1207), Briones y Grañón (1256) y Clavijo (1322), y acabó siendo modelo para la fundación de otras poblaciones de Castilla, Navarra y las provincias vascongadas.