Arqueología y no tesoros: el porqué, según Xavier Nieto
11/4/13 .- http://abcblogs.abc.es
¿Por qué es tan importante la arqueología que rescata nuestra historia frente al cazatesoros que la borra para siempre? Xavier Nieto, director del Museo ARQUA, referencia en España de la Arqueología Subacuática, ha querido estar presente en el arranque de Espejo de Navegantes. Se lo agradecemos y, por supuesto, estamos encantados de contar con un texto suyo, en el que razona sobre el porqué de la arqueología y su significado. Viene bien un poco de profundidad, en estos primeros días del blog.
“El mar, lejos de ser un obstáculo ha sido, desde la Prehistoria, la gran vía de comunicación que ha posibilitado el tránsito de mercancías, de hombres y de ideas, de todo aquello que han hecho posible cambios políticos, económicos o culturales.
Los restos arqueológicos más antiguos localizados en aquellas islas que sabemos que nunca estuvieron unidas a tierra firme se convierten en la prueba de que el hombre fue navegante antes que agricultor y ganadero y esto fue posible gracias a una acumulación de conocimientos que fueron produciendo la evolución tecnológica de la máquina para navegar.
El barco es, hasta la aparición de la aeronáutica, la maquina más compleja construida por el hombre y en la que se aúnan conocimientos primero empíricos y más tarde científicos y técnicos exponentes del nivel de desarrollo de una sociedad. Es gracias a la calidad de estos barcos que se forjan y se mantienen imperios. Todo ello convierte a esta máquina, como en el caso de la nave espacial, en un documento histórico imprescindible para conocer el nivel tecnológico de una sociedad.
El barco y su cargamento son, además, el nexo de unión entre dos realidades. La prueba de la situación histórica en el puerto de partida y en el de destino, una prueba de la oferta y la demanda, del conquistador y del conquistado, de aquello que se tiene en un lugar y es deseado en otro.
Es evidente que bajo esta percepción el barco hundido se convierte en un documento histórico imprescindible para conocer la historia de los grupos humanos que el barco pretendía relacionar. Su hundimiento, de algún modo, alteró la situación en el puerto de partida y sin duda su llegada hubiera alterado el devenir histórico del puerto de destino.
Un pecio es un documento único e irrepetible. Su cargamento es la prueba de un acto de voluntad humana concreto, la consecuencia de una meditación profunda y trascendente que produjo una carga y una ruta y no otra. Un pecio es también, además de irrepetible, frágil y su destrucción nos impedirá, para siempre, colocar una pieza del puzzle, con lo que el conocimiento de nuestra evolución como sociedad será un poco más incompleto.
Los pecios hablan. El análisis de las pastas de las cerámicas nos muestra los lugares de producción. El orden de colocación de la carga en la bodega nos habla de la ruta y las escalas. La estadística sobre la frecuencia de aparición de cada objeto nos acerca a aquel acto de voluntad del comerciante. Las especies arbóreas nos hablan de astilleros. Nos hablan, pero hay que entenderlos hay que aprender a hablar su propio idioma. Hay que formarse y especializarse.
Desde siempre el hombre ha querido recuperar aquello perdido en el fondo del mar por razones variopintas, religiosas, patrióticas, sentimentales, económicas o simplemente por el placer de jugar a hacer de arqueólogo. Hemos perdido ya muchas piezas del puzzle. Nuestros museos y colecciones están ya excesivamente llenos de piezas mudas, probablemente con valor estético y económico, pero desprovistas de la posibilidad de transmitirnos nuestra propia historia.
XAVIER NIETO
ARQUEÓLOGO Y DIRECTOR DEL ARQUA
“El mar, lejos de ser un obstáculo ha sido, desde la Prehistoria, la gran vía de comunicación que ha posibilitado el tránsito de mercancías, de hombres y de ideas, de todo aquello que han hecho posible cambios políticos, económicos o culturales.
Los restos arqueológicos más antiguos localizados en aquellas islas que sabemos que nunca estuvieron unidas a tierra firme se convierten en la prueba de que el hombre fue navegante antes que agricultor y ganadero y esto fue posible gracias a una acumulación de conocimientos que fueron produciendo la evolución tecnológica de la máquina para navegar.
El barco es, hasta la aparición de la aeronáutica, la maquina más compleja construida por el hombre y en la que se aúnan conocimientos primero empíricos y más tarde científicos y técnicos exponentes del nivel de desarrollo de una sociedad. Es gracias a la calidad de estos barcos que se forjan y se mantienen imperios. Todo ello convierte a esta máquina, como en el caso de la nave espacial, en un documento histórico imprescindible para conocer el nivel tecnológico de una sociedad.
El barco y su cargamento son, además, el nexo de unión entre dos realidades. La prueba de la situación histórica en el puerto de partida y en el de destino, una prueba de la oferta y la demanda, del conquistador y del conquistado, de aquello que se tiene en un lugar y es deseado en otro.
Es evidente que bajo esta percepción el barco hundido se convierte en un documento histórico imprescindible para conocer la historia de los grupos humanos que el barco pretendía relacionar. Su hundimiento, de algún modo, alteró la situación en el puerto de partida y sin duda su llegada hubiera alterado el devenir histórico del puerto de destino.
Un pecio es un documento único e irrepetible. Su cargamento es la prueba de un acto de voluntad humana concreto, la consecuencia de una meditación profunda y trascendente que produjo una carga y una ruta y no otra. Un pecio es también, además de irrepetible, frágil y su destrucción nos impedirá, para siempre, colocar una pieza del puzzle, con lo que el conocimiento de nuestra evolución como sociedad será un poco más incompleto.
Los pecios hablan. El análisis de las pastas de las cerámicas nos muestra los lugares de producción. El orden de colocación de la carga en la bodega nos habla de la ruta y las escalas. La estadística sobre la frecuencia de aparición de cada objeto nos acerca a aquel acto de voluntad del comerciante. Las especies arbóreas nos hablan de astilleros. Nos hablan, pero hay que entenderlos hay que aprender a hablar su propio idioma. Hay que formarse y especializarse.
Desde siempre el hombre ha querido recuperar aquello perdido en el fondo del mar por razones variopintas, religiosas, patrióticas, sentimentales, económicas o simplemente por el placer de jugar a hacer de arqueólogo. Hemos perdido ya muchas piezas del puzzle. Nuestros museos y colecciones están ya excesivamente llenos de piezas mudas, probablemente con valor estético y económico, pero desprovistas de la posibilidad de transmitirnos nuestra propia historia.
XAVIER NIETO
ARQUEÓLOGO Y DIRECTOR DEL ARQUA
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