Las herramientas de la arqueología para reconstruir el pasado
23/2/13 .- http://www.eltiempo.com
Apoyados en modernas tecnologías de imagen y análisis, científicos reconstruyen piezas o escenarios.
Construir algunos de los inventos que Leonardo da Vinci dejó plasmados en sus planos, forjar armas antiguas como cuchillos y hachas con materiales rudimentarios de la Edad de Piedra o modelar en 3D antiguos templos romanos parecen labores para escenificar el pasado en un ‘set’ cinematográfico.
Sin embargo, la reconstrucción de objetos y escenarios pasados forma parte del arsenal de herramientas con las que cuenta la arqueología experimental, una disciplina que en fechas recientes, empujada por los grandes avances en física e informática, ha hecho posible no solo revivir el pasado, sino adentrarse en él.
Con diferentes métodos y técnicas de análisis, la arqueología experimental permite a los científicos recrear y experimentar con el pasado, es decir, poner a prueba hipótesis sobre las características y uso originales de herramientas antiguas o vestigios de sitios arqueológicos mediante su reconstrucción integral.
“Intentamos ver si los objetos que encontramos en el campo, por ejemplo en las excavaciones (en sitios arqueológicos), en realidad tuvieron en la antigüedad la función que les estamos asignando, como percutir o martillar”, comenta la doctora Edith María del Socorro Ortiz Díaz.
La académica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de México y especialista en metalurgia prehispánica explica que estas herramientas se emplean porque a veces no es tan claro dilucidar las funciones de un objeto y los períodos a los que pertenecen, sobre todo cuando no existen referencias documentales sobre ellos, como libros de historia.
Las piedras ‘hablan’
Otras tecnologías que apoyan a la arqueología experimental son los escáneres láser, la espectrometría y las tecnologías de percepción remota satelital (como el radar), que facilitan la identificación de materiales, así como determinar las dimensiones y características físicas de los restos.
En el país centroamericano, y con apoyo de José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de México, quien adaptó un acelerador de partículas para analizar piezas arqueológicas sin tocarlas con las manos, Ortiz Díaz ha logrado extraer valiosa información técnica sobre la composición de objetos metálicos hallados en la zona prehispánica de Monte Albán, en Oaxaca.
El acelerador Pelletron fue modificado por Ruvalcaba para proyectar un haz de protones (partículas con carga positiva) que al incidir en la superficie de un objeto generan, a su vez, emisiones de rayos X. Cada una de estas tiene una ‘huella’ característica que al interpretarse revela la composición del objeto estudiado.
La herramienta es tan sensible que aporta información no solo de los elementos principales contenidos en una pieza, sino de otros existentes en pequeñas proporciones (trazas). También permite identificar canteras particulares (si se trata de minerales) o las técnicas empleadas por diferentes civilizaciones.
El físico universitario ha colaborado con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México en el análisis de piezas extraídas de sitios como Chichén Itzá, Monte Albán, Templo Mayor y Teotihuacan. De este último caracterizó una máscara fabricada con serpentina (mineral de extracción local) descartando que fuese jadeíta, como suponían los arqueólogos.
“Los expertos creían que los ojos de la máscara teotihuacana eran de oro, debido a que no habían perdido brillo a dos mil años de distancia; sin embargo, nuestras lecturas detectaron un mineral compuesto por hierro, azufre y trazas de arsénico”, expone el investigador en un informe de la UNAM.
Escenarios virtuales
“Tratamos de reconstruir los objetos de la manera más exacta posible, al menos hasta donde tenemos registro”, dice la doctora Ortiz. No solo artefactos de piedra, sino también otros de cerámica y barro. “Analizamos sus materiales de construcción, las temperaturas (a las que se cocieron) y cómo eran los hornos”.
Otro recurso usado por los arqueólogos experimentales es la modelación en escenarios 3D, con ayuda de programas especiales que permiten reconstruir virtualmente, con lujo de detalle, antiguas edificaciones de las que hoy solo quedan vestigios.
Con la modelación también es factible proyectar escenarios alternativos (simulados por computadora) para establecer comparaciones con los registros arqueológicos convencionales disponibles y así afinar o replantear las hipótesis de trabajo.
Un ejemplo es la labor de científicos de las universidades de Carolina de Norte y Arizona (Estados Unidos), quienes utilizaron estas modelaciones para simular diferentes prácticas en el uso de los suelos (ganadería intensiva, pastoreo, quema de remanentes de cultivos) en una porción de tierra en el sureste de Asia.
Los investigadores proyectaron y compararon los efectos a largo plazo que tales prácticas habrían tenido sobre los paisajes, especialmente en una zona al norte de Jordania, donde los antiguos pobladores del período Neolítico cultivaban cereales y criaban ganado hace 8 mil años.
“La modelación por computadora es un nuevo enfoque en este campo de investigación. La arqueología nos permite aprender sobre el pasado, pero estos métodos incluso podrán ayudarnos a predecir el futuro”, señaló Michael Barton, del Centro de Dinámicas Sociales en la Universidad de Arizona.
GUILLERMO CÁRDENAS GUZMÁN
EL UNIVERSAL (MÉXICO)/ GDA
Construir algunos de los inventos que Leonardo da Vinci dejó plasmados en sus planos, forjar armas antiguas como cuchillos y hachas con materiales rudimentarios de la Edad de Piedra o modelar en 3D antiguos templos romanos parecen labores para escenificar el pasado en un ‘set’ cinematográfico.
Sin embargo, la reconstrucción de objetos y escenarios pasados forma parte del arsenal de herramientas con las que cuenta la arqueología experimental, una disciplina que en fechas recientes, empujada por los grandes avances en física e informática, ha hecho posible no solo revivir el pasado, sino adentrarse en él.
Con diferentes métodos y técnicas de análisis, la arqueología experimental permite a los científicos recrear y experimentar con el pasado, es decir, poner a prueba hipótesis sobre las características y uso originales de herramientas antiguas o vestigios de sitios arqueológicos mediante su reconstrucción integral.
“Intentamos ver si los objetos que encontramos en el campo, por ejemplo en las excavaciones (en sitios arqueológicos), en realidad tuvieron en la antigüedad la función que les estamos asignando, como percutir o martillar”, comenta la doctora Edith María del Socorro Ortiz Díaz.
La académica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de México y especialista en metalurgia prehispánica explica que estas herramientas se emplean porque a veces no es tan claro dilucidar las funciones de un objeto y los períodos a los que pertenecen, sobre todo cuando no existen referencias documentales sobre ellos, como libros de historia.
Las piedras ‘hablan’
Otras tecnologías que apoyan a la arqueología experimental son los escáneres láser, la espectrometría y las tecnologías de percepción remota satelital (como el radar), que facilitan la identificación de materiales, así como determinar las dimensiones y características físicas de los restos.
En el país centroamericano, y con apoyo de José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de México, quien adaptó un acelerador de partículas para analizar piezas arqueológicas sin tocarlas con las manos, Ortiz Díaz ha logrado extraer valiosa información técnica sobre la composición de objetos metálicos hallados en la zona prehispánica de Monte Albán, en Oaxaca.
El acelerador Pelletron fue modificado por Ruvalcaba para proyectar un haz de protones (partículas con carga positiva) que al incidir en la superficie de un objeto generan, a su vez, emisiones de rayos X. Cada una de estas tiene una ‘huella’ característica que al interpretarse revela la composición del objeto estudiado.
La herramienta es tan sensible que aporta información no solo de los elementos principales contenidos en una pieza, sino de otros existentes en pequeñas proporciones (trazas). También permite identificar canteras particulares (si se trata de minerales) o las técnicas empleadas por diferentes civilizaciones.
El físico universitario ha colaborado con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México en el análisis de piezas extraídas de sitios como Chichén Itzá, Monte Albán, Templo Mayor y Teotihuacan. De este último caracterizó una máscara fabricada con serpentina (mineral de extracción local) descartando que fuese jadeíta, como suponían los arqueólogos.
“Los expertos creían que los ojos de la máscara teotihuacana eran de oro, debido a que no habían perdido brillo a dos mil años de distancia; sin embargo, nuestras lecturas detectaron un mineral compuesto por hierro, azufre y trazas de arsénico”, expone el investigador en un informe de la UNAM.
Escenarios virtuales
“Tratamos de reconstruir los objetos de la manera más exacta posible, al menos hasta donde tenemos registro”, dice la doctora Ortiz. No solo artefactos de piedra, sino también otros de cerámica y barro. “Analizamos sus materiales de construcción, las temperaturas (a las que se cocieron) y cómo eran los hornos”.
Otro recurso usado por los arqueólogos experimentales es la modelación en escenarios 3D, con ayuda de programas especiales que permiten reconstruir virtualmente, con lujo de detalle, antiguas edificaciones de las que hoy solo quedan vestigios.
Con la modelación también es factible proyectar escenarios alternativos (simulados por computadora) para establecer comparaciones con los registros arqueológicos convencionales disponibles y así afinar o replantear las hipótesis de trabajo.
Un ejemplo es la labor de científicos de las universidades de Carolina de Norte y Arizona (Estados Unidos), quienes utilizaron estas modelaciones para simular diferentes prácticas en el uso de los suelos (ganadería intensiva, pastoreo, quema de remanentes de cultivos) en una porción de tierra en el sureste de Asia.
Los investigadores proyectaron y compararon los efectos a largo plazo que tales prácticas habrían tenido sobre los paisajes, especialmente en una zona al norte de Jordania, donde los antiguos pobladores del período Neolítico cultivaban cereales y criaban ganado hace 8 mil años.
“La modelación por computadora es un nuevo enfoque en este campo de investigación. La arqueología nos permite aprender sobre el pasado, pero estos métodos incluso podrán ayudarnos a predecir el futuro”, señaló Michael Barton, del Centro de Dinámicas Sociales en la Universidad de Arizona.
GUILLERMO CÁRDENAS GUZMÁN
EL UNIVERSAL (MÉXICO)/ GDA
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