La maldición del arqueólogo
9/2/13 .- http://elpais.com
El Ministerio de Hacienda pega un hachazo a las excavaciones en las que participan españoles
Desde que en 1922 el británico Howard Carter descubriera la tumba del faraón Tutankamón muchos vieron en la muerte del que financió el hallazgo y la del propio arqueólogo la sombra de una maldición difusa. Los españoles que están dispersos por todo el país y medio mundo en excavaciones diversas, no necesitan de tales supersticiones. Su maldición es muy concreta. Se llama Ministerio de Hacienda y el instrumento con el que este departamento cerca la investigación hispana en esta materia fue bautizada en abril pasado como Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera. Dicha norma permite a Hacienda bloquear las subvenciones adjudicadas a comunidades autónomas que no cumplen con el objetivo de déficit establecido. Esa es la razón por la cual se han suprimido de una sola vez las subvenciones ya aprobadas para 30 proyectos arqueológicos liderados por distintas universidades españolas.
Si había otra tumba faraónica repleta de tesoros a punto de ser descubierta raro será que sean españoles los que la encuentren. La retirada de fondos estatales a muchos de esos proyectos supondrá poner fin a los mismos y será, en cualquier caso, un serio revés para una ciencia en la que España ha ido aumentando su presencia paulatinamente tanto en cantidad como en calidad, lo que no parece impresionar a los políticos que velan por la Hacienda pública. Estos, que imponen severos ajustes para la ciencia en los últimos años, acaban de paralizar también los fondos ya aprobados para 300 equipos de investigación en agricultura.
Tales frenazos a la ciencia no son resultado de los recortes de los que apenas ningún sector está a salvo. No. Estas son podas nuevas para árboles que ya han sido desmochados previamente debido a un déficit público desbocado. Y decisiones que apenas suponen nuevos ahorros si tenemos en cuenta que los fondos para esos 30 proyectos arqueológicos ahora eliminados solo sumaban 494.500 euros. Cifras, en fin, que no nos sacarán de pobres, pero nos hundirán aún más en el futuro al no dejarnos investigar nuestro pasado.
Desde que en 1922 el británico Howard Carter descubriera la tumba del faraón Tutankamón muchos vieron en la muerte del que financió el hallazgo y la del propio arqueólogo la sombra de una maldición difusa. Los españoles que están dispersos por todo el país y medio mundo en excavaciones diversas, no necesitan de tales supersticiones. Su maldición es muy concreta. Se llama Ministerio de Hacienda y el instrumento con el que este departamento cerca la investigación hispana en esta materia fue bautizada en abril pasado como Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera. Dicha norma permite a Hacienda bloquear las subvenciones adjudicadas a comunidades autónomas que no cumplen con el objetivo de déficit establecido. Esa es la razón por la cual se han suprimido de una sola vez las subvenciones ya aprobadas para 30 proyectos arqueológicos liderados por distintas universidades españolas.
Si había otra tumba faraónica repleta de tesoros a punto de ser descubierta raro será que sean españoles los que la encuentren. La retirada de fondos estatales a muchos de esos proyectos supondrá poner fin a los mismos y será, en cualquier caso, un serio revés para una ciencia en la que España ha ido aumentando su presencia paulatinamente tanto en cantidad como en calidad, lo que no parece impresionar a los políticos que velan por la Hacienda pública. Estos, que imponen severos ajustes para la ciencia en los últimos años, acaban de paralizar también los fondos ya aprobados para 300 equipos de investigación en agricultura.
Tales frenazos a la ciencia no son resultado de los recortes de los que apenas ningún sector está a salvo. No. Estas son podas nuevas para árboles que ya han sido desmochados previamente debido a un déficit público desbocado. Y decisiones que apenas suponen nuevos ahorros si tenemos en cuenta que los fondos para esos 30 proyectos arqueológicos ahora eliminados solo sumaban 494.500 euros. Cifras, en fin, que no nos sacarán de pobres, pero nos hundirán aún más en el futuro al no dejarnos investigar nuestro pasado.
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