Un león del castillo islámico de Monzón en el Louvre
4/11/12 .- http://www.elnortedecastilla.es/
El museo francés destaca como una joya el bronce hayado en 1861 en un desaparecido castillo islámico de Monzón
El parisino Museo del Louvre ha reforzado su condición de una de las grandes pinacotecas del mundo con la apertura de una sección dedicada a las artes decorativas del mundo islámico. El nuevo espacio expositivo cubre una superficie de más de 4.000 metros cuadrados repartidos sobre dos pisos, el bajo y un subterráneo, cavado a unos 12 metros de profundidad. La marca arquitectónica de esta nueva sección es una especie de velo ligero, que parece movido por el viento y que filtra la luz al interior pero no oculta las fachadas históricas de la plaza Visconti, según el proyecto de los arquitectos Mario Bellini italiano, y Ruddy Ricciotti (francés).
La apertura del Louvre al mundo islámico permitirá mostrar una ingente colección de obras de arte, que unidas a las del Museo de las Artes Decorativas, sumarán más de 18.000 piezas de medio mundo, desde España hasta India, que abarcan un periodo de tiempo desde el siglo VII hasta al XIX.
En este ambicioso contexto museístico, los palentinos no pueden dejar pasar de lado que una de las piezas más importantes de la colección procede de la provincia de Palencia, en concreto de Monzón de Campos. Se trata de un león que apareció en 1861 en un castillo de esta localidad ya desaparecido y que está datado entre los siglos XII y XIII, en el periodo almohade. Una verdadera joya en bronce, con decoración grabada, que para los responsables del Louvre les mereció suficiente interés como para que figurara en la portada del sitio oficial en Internet durante los días siguientes a la apertura de la sección islámica, que tuvo lugar el pasado 22 de septiembre. La obra ya se exponía en la pinacoteca gala desde 1994, cuando se abrió al público la denominado ala Richelieu. Sus medidas son de 31,5 centímetros de alto por 54,5 de largo.
Cuando el león apareció en las ruinas de la fortaleza de Monzón de Campos, que pudo ser un palacio islámico y que cayó en poder de los cristianos a principios del siglo XI, no había una ley que obligara a depositar los hallazgos arqueológicos en un museo que ni siquiera existía –el Arqueológico de Palencia se creó en 1921 y la ley se aprobó en 1985–. Por esta razón, la pieza permaneció en manos privadas hasta terminar en la colección de arqueología del Louvre. Fue propiedad del pintor y coleccionista español Mariano Fortuny, aunque algunos autores consideran que fue quien lo descubrió, teoría que resulta improbable. Posteriormente pasó a la colección Stern y de ahí al museo francés. Cuando Fortuny falleció en Roma a los 36 años, en 1874, su colección de antigüedades fue subastada en París, lo que explica que la obra terminara en esta ciudad.
El hallazgo se encontró en el castillo que se levantaba junto al pueblo, a la izquierda de la antigua carretera nacional, y decoraba una fuente, lo que explica que algunos investigadores definan la pieza como un aguamanil en forma de león. La inscripción cúfica que adorna los lados de la escultura expresa buenos deseos para el propietario. De esta obra ya habló Francisco Simón Nieto en su libro 'Los antiguos campos góticos', publicado en 1895, aunque curiosamente atribuye la propiedad de forma errónea al Museo Británico, lo que demuestra, sin embargo, que ya a finales del siglo XIX se encontraba en el Louvre.
La trascendencia de la pieza está fuera de duda. Gómez Moreno, en 'Ars Hispaniae. Historia Universal del arte hispánico' (volumen III), publicado en 1951, se refiere al león como «primoroso y bien trazado», y lo relaciona con el magnífico grifo de Pisa y el supuesto caballito del Bargello de Florencia. «Estas piezas vienen atribuidas al arte fatimí sin prueba directa. Mas tampoco la hay suficiente para creerlas andaluzas, resultado este problema sin solución firme», lo que evidencia la dificultad que encuentran los historiadores para conocer el origen de la pieza.
Estilo más decorativo
José Pijuán, autor del volumen XII de 'Summa Artis. Historia general del arte' (1991), mantiene que la obra es «indiscutiblemente hispánica», y destaca de ella «un estilo más decorativo». Los dos libros citados incluyen una imagen del león. El origen andalusí lo defiende Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.
Esta obra fue incluida en la gran exposición de 1992 en Granada titulada 'Al-Andalus. Las artes islámicas en España'. En el catálogo de la muestra, la ficha, firmada por C. R., señala que el león «presenta muchas características comunes a otras esculturas zoomorfas de bronce, a las que se atribuye generalmente una procedencia andalusí».
También encontrado en el mismo castillo-palacio de Monzón de Campos es un mortero mozárabe, que se conserva en el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, a quien se lo regaló Eduardo Jalón, marqués de Castroforte, en 1911. Esta obra «puede derivar de algún modelo califal, y cabe considerarlo como cabeza de serie para los almireces con anillas y resaltes picudos en los costados. Se decora con grabados de follaje, pavos, leones o libres, en parejas afrontadas y letreros cúficos», según Santiago Alcolea.
El parisino Museo del Louvre ha reforzado su condición de una de las grandes pinacotecas del mundo con la apertura de una sección dedicada a las artes decorativas del mundo islámico. El nuevo espacio expositivo cubre una superficie de más de 4.000 metros cuadrados repartidos sobre dos pisos, el bajo y un subterráneo, cavado a unos 12 metros de profundidad. La marca arquitectónica de esta nueva sección es una especie de velo ligero, que parece movido por el viento y que filtra la luz al interior pero no oculta las fachadas históricas de la plaza Visconti, según el proyecto de los arquitectos Mario Bellini italiano, y Ruddy Ricciotti (francés).
La apertura del Louvre al mundo islámico permitirá mostrar una ingente colección de obras de arte, que unidas a las del Museo de las Artes Decorativas, sumarán más de 18.000 piezas de medio mundo, desde España hasta India, que abarcan un periodo de tiempo desde el siglo VII hasta al XIX.
En este ambicioso contexto museístico, los palentinos no pueden dejar pasar de lado que una de las piezas más importantes de la colección procede de la provincia de Palencia, en concreto de Monzón de Campos. Se trata de un león que apareció en 1861 en un castillo de esta localidad ya desaparecido y que está datado entre los siglos XII y XIII, en el periodo almohade. Una verdadera joya en bronce, con decoración grabada, que para los responsables del Louvre les mereció suficiente interés como para que figurara en la portada del sitio oficial en Internet durante los días siguientes a la apertura de la sección islámica, que tuvo lugar el pasado 22 de septiembre. La obra ya se exponía en la pinacoteca gala desde 1994, cuando se abrió al público la denominado ala Richelieu. Sus medidas son de 31,5 centímetros de alto por 54,5 de largo.
Cuando el león apareció en las ruinas de la fortaleza de Monzón de Campos, que pudo ser un palacio islámico y que cayó en poder de los cristianos a principios del siglo XI, no había una ley que obligara a depositar los hallazgos arqueológicos en un museo que ni siquiera existía –el Arqueológico de Palencia se creó en 1921 y la ley se aprobó en 1985–. Por esta razón, la pieza permaneció en manos privadas hasta terminar en la colección de arqueología del Louvre. Fue propiedad del pintor y coleccionista español Mariano Fortuny, aunque algunos autores consideran que fue quien lo descubrió, teoría que resulta improbable. Posteriormente pasó a la colección Stern y de ahí al museo francés. Cuando Fortuny falleció en Roma a los 36 años, en 1874, su colección de antigüedades fue subastada en París, lo que explica que la obra terminara en esta ciudad.
El hallazgo se encontró en el castillo que se levantaba junto al pueblo, a la izquierda de la antigua carretera nacional, y decoraba una fuente, lo que explica que algunos investigadores definan la pieza como un aguamanil en forma de león. La inscripción cúfica que adorna los lados de la escultura expresa buenos deseos para el propietario. De esta obra ya habló Francisco Simón Nieto en su libro 'Los antiguos campos góticos', publicado en 1895, aunque curiosamente atribuye la propiedad de forma errónea al Museo Británico, lo que demuestra, sin embargo, que ya a finales del siglo XIX se encontraba en el Louvre.
La trascendencia de la pieza está fuera de duda. Gómez Moreno, en 'Ars Hispaniae. Historia Universal del arte hispánico' (volumen III), publicado en 1951, se refiere al león como «primoroso y bien trazado», y lo relaciona con el magnífico grifo de Pisa y el supuesto caballito del Bargello de Florencia. «Estas piezas vienen atribuidas al arte fatimí sin prueba directa. Mas tampoco la hay suficiente para creerlas andaluzas, resultado este problema sin solución firme», lo que evidencia la dificultad que encuentran los historiadores para conocer el origen de la pieza.
Estilo más decorativo
José Pijuán, autor del volumen XII de 'Summa Artis. Historia general del arte' (1991), mantiene que la obra es «indiscutiblemente hispánica», y destaca de ella «un estilo más decorativo». Los dos libros citados incluyen una imagen del león. El origen andalusí lo defiende Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.
Esta obra fue incluida en la gran exposición de 1992 en Granada titulada 'Al-Andalus. Las artes islámicas en España'. En el catálogo de la muestra, la ficha, firmada por C. R., señala que el león «presenta muchas características comunes a otras esculturas zoomorfas de bronce, a las que se atribuye generalmente una procedencia andalusí».
También encontrado en el mismo castillo-palacio de Monzón de Campos es un mortero mozárabe, que se conserva en el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, a quien se lo regaló Eduardo Jalón, marqués de Castroforte, en 1911. Esta obra «puede derivar de algún modelo califal, y cabe considerarlo como cabeza de serie para los almireces con anillas y resaltes picudos en los costados. Se decora con grabados de follaje, pavos, leones o libres, en parejas afrontadas y letreros cúficos», según Santiago Alcolea.
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