Un recorrido por los Oteros (León)
5/3/12 .- http://www.diariodeleon.es
Esta tierra, que forma un extenso triángulo, fue abundantemente problada por romanos y godos y conserva aún importantes yacimientos arqueológicos
Cuando nuestro señor, Ordoño II, primer rey leonés con sede estable en la antigua Legio romana, redactó en el año 916 su famoso testamento recogido en el llamado Libro de las Estampas, consolidaba la repoblación iniciada por sus antecesores asturianos y ofrecía como tributo de agradecimiento a la Iglesia Mayor de León, parte de su propio patrimonio.
El que corresponde a la comarca que hoy estudiamos, dentro del contexto de Los Oteros el Rey, decía textualmente: «…ofrezco también al sacrosanto altar, de mi propio realengo, en el valle de salices —Valdesaz— la iglesia de san Cipriano con sus villas, desde Fresno al antiguo camino de Populelos…»
Siglo y pico después, el día 8 de abril del año 1064, la reina Sancha concedía fueros a la comarca de Valdesaz de los Oteros recogidos en 13 apartados que encabezaba el preámbulo siguiente: «En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Así sea. Porque es caediza la memoria de los hombres y lo que se abandona a la buena fe suele merecer el olvido, en tanto que lo que debe perpetuarse para siempre se robustece con la fuerza del escrito, por ello, yo, Sancha, reina de León, os doy a los hombres de Valdesaz estos buenos fueros, por el amor de Dios y la sabiduría de mi alma y de las de mis progenitores».
La tierra de los Oteros, en un amplio sentido de la geografía que la integra, forma un extenso triángulo cuyos vértices pueden coincidir con el pueblo de Vega de Infanzones y Sahagún —pasando por Mansilla de las Mulas— y un tercero que viene señalado por la conjunción de los valles del Esla y Cea al encontrarse en las cercanías de San Cristóbal de Entreviñas, ya en la provincia de Zamora.
El número actual de los poblamientos anda rondando las sesenta localidades, veinte de las cuales llevan pegado su nombre al apellido común de Los Oteros, mientras que el resto comparten con todos ellos las características del relieve, la climatología y la flora y fauna que determinan estos factores.
El otero mayor, por la superior cota de su elevación, se encuentra en las inmediaciones de Matadeón de los Oteros y sirve de referencia a la señal televisiva de nuestros receptores, desde sus 858 metros de altitud.
La repoblación de los Oteros
Poco tiempo después de la desbandada producida en todo el valle del Duero como consecuencia del empuje sarraceno iniciado en el año 711, se comienza tímidamente la repoblación auspiciada por el monarca asturiano Ordoño I.
Nuestra tierra de los Oteros, que había sido abundantemente poblada por romanos y godos, según se desprende de los abundantes yacimientos arqueológicos que denuncian una intensa ocupación romana y alto medieval, vuelve por sus fueros y presenta, ya en el siglo X, una red de asentamientos dependientes en su mayoría de los monasterios fundados precisamente con fines repobladores, como fueron el de Ardón y Valdesaz.
A pesar de la gran autoridad investigadora de nuestro ilustre historiador, Sánchez Albornoz, que asegura rotundamente la total despoblación del valle del Duero, durante casi ciento cincuenta años, después de la invasión islámica, la comarca de los Oteros invita a pensar, en conexión con las teorías defendidas por otro gran historiador, Menéndez Pidal, que algunos pueblos de la zona pudieron salvarse de este abandono, bien por acatamiento o sumisión, o por intereses afines a los planteamientos económicos propuestos por los invasores. Y apoyamos esta teoría en datos objetivos que demuestran que estos asentamientos medievales, hoy desaparecidos, como pueden ser: el Cueto de Cabreros del Río, San Miguel en Campo de Villavidel, Monasteruelo en Velilla, Caricastro en Villaornate o los Tejares de Gordoncillo, hayan sido superpuestos encima de asentamientos romanos claramente estudiados a partir de tégulas y sigilatas tardías estampadas.
Este hecho empuja a la admisión de algún pueblo resistente a la despoblación, o al menos a compartir la duda expuesta por nuestro admirado investigador, José Luis Alonso Ponga, que cuando escribe sobre este suceso, en su documentado libro Historia Antigua y Medieval de la Comarca de los Oteros, termina apuntando esta posibilidad diciendo: «¿Quizás no les afectó la despoblación?.
La amenaza de la despoblación
El permanente trasiego demográfico de las zonas rurales hacia los burgos, acelerado por el reclamo industrial de las últimas décadas contribuye inexorablemente al abandono de los pueblos y su consiguiente despoblamiento. 357 despoblados recogía hace unos años Luis Pastrana en un estudio publicado por Caja España con el título de Despoblados Leoneses, muchos de los cuales son conocidos por la documentación que de ellos se conserva, pero que su ubicación exacta no se conocería sin la realización previa de calicatas arqueológicas.
Pero lo más preocupante, para cualquier enamorado de las esencias leonesas, son los otros 52 pueblos que figuran en la «lista negra», del mismo libro, como seguros candidatos a la desaparición del nomenclátor activo. Todos ellos presentan la común particularidad de haber bajado en cuarenta años alrededor de un noventa por ciento de sus censos correspondientes.
Nos ha llamado la atención, dentro del área de los Oteros, un pueblo que conocimos en los años sesenta, y que por aquellas fechas conservaba alrededor de 60 habitantes empadronados, que a duras penas arrancaban a las tierras secanas el diario sustento para seguir adelante. Hoy, Santa María de los Oteros mantiene el tipo gracias a dos familias que cultivan y amplían el patrimonio de sus progenitores, contemplando la ruina de su antigua iglesia, llena de evocadoras leyendas que aseguran un origen defensivo a su torre, unida por una muralla a la de la iglesia de San Pedro.
Cuando nuestro señor, Ordoño II, primer rey leonés con sede estable en la antigua Legio romana, redactó en el año 916 su famoso testamento recogido en el llamado Libro de las Estampas, consolidaba la repoblación iniciada por sus antecesores asturianos y ofrecía como tributo de agradecimiento a la Iglesia Mayor de León, parte de su propio patrimonio.
El que corresponde a la comarca que hoy estudiamos, dentro del contexto de Los Oteros el Rey, decía textualmente: «…ofrezco también al sacrosanto altar, de mi propio realengo, en el valle de salices —Valdesaz— la iglesia de san Cipriano con sus villas, desde Fresno al antiguo camino de Populelos…»
Siglo y pico después, el día 8 de abril del año 1064, la reina Sancha concedía fueros a la comarca de Valdesaz de los Oteros recogidos en 13 apartados que encabezaba el preámbulo siguiente: «En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Así sea. Porque es caediza la memoria de los hombres y lo que se abandona a la buena fe suele merecer el olvido, en tanto que lo que debe perpetuarse para siempre se robustece con la fuerza del escrito, por ello, yo, Sancha, reina de León, os doy a los hombres de Valdesaz estos buenos fueros, por el amor de Dios y la sabiduría de mi alma y de las de mis progenitores».
La tierra de los Oteros, en un amplio sentido de la geografía que la integra, forma un extenso triángulo cuyos vértices pueden coincidir con el pueblo de Vega de Infanzones y Sahagún —pasando por Mansilla de las Mulas— y un tercero que viene señalado por la conjunción de los valles del Esla y Cea al encontrarse en las cercanías de San Cristóbal de Entreviñas, ya en la provincia de Zamora.
El número actual de los poblamientos anda rondando las sesenta localidades, veinte de las cuales llevan pegado su nombre al apellido común de Los Oteros, mientras que el resto comparten con todos ellos las características del relieve, la climatología y la flora y fauna que determinan estos factores.
El otero mayor, por la superior cota de su elevación, se encuentra en las inmediaciones de Matadeón de los Oteros y sirve de referencia a la señal televisiva de nuestros receptores, desde sus 858 metros de altitud.
La repoblación de los Oteros
Poco tiempo después de la desbandada producida en todo el valle del Duero como consecuencia del empuje sarraceno iniciado en el año 711, se comienza tímidamente la repoblación auspiciada por el monarca asturiano Ordoño I.
Nuestra tierra de los Oteros, que había sido abundantemente poblada por romanos y godos, según se desprende de los abundantes yacimientos arqueológicos que denuncian una intensa ocupación romana y alto medieval, vuelve por sus fueros y presenta, ya en el siglo X, una red de asentamientos dependientes en su mayoría de los monasterios fundados precisamente con fines repobladores, como fueron el de Ardón y Valdesaz.
A pesar de la gran autoridad investigadora de nuestro ilustre historiador, Sánchez Albornoz, que asegura rotundamente la total despoblación del valle del Duero, durante casi ciento cincuenta años, después de la invasión islámica, la comarca de los Oteros invita a pensar, en conexión con las teorías defendidas por otro gran historiador, Menéndez Pidal, que algunos pueblos de la zona pudieron salvarse de este abandono, bien por acatamiento o sumisión, o por intereses afines a los planteamientos económicos propuestos por los invasores. Y apoyamos esta teoría en datos objetivos que demuestran que estos asentamientos medievales, hoy desaparecidos, como pueden ser: el Cueto de Cabreros del Río, San Miguel en Campo de Villavidel, Monasteruelo en Velilla, Caricastro en Villaornate o los Tejares de Gordoncillo, hayan sido superpuestos encima de asentamientos romanos claramente estudiados a partir de tégulas y sigilatas tardías estampadas.
Este hecho empuja a la admisión de algún pueblo resistente a la despoblación, o al menos a compartir la duda expuesta por nuestro admirado investigador, José Luis Alonso Ponga, que cuando escribe sobre este suceso, en su documentado libro Historia Antigua y Medieval de la Comarca de los Oteros, termina apuntando esta posibilidad diciendo: «¿Quizás no les afectó la despoblación?.
La amenaza de la despoblación
El permanente trasiego demográfico de las zonas rurales hacia los burgos, acelerado por el reclamo industrial de las últimas décadas contribuye inexorablemente al abandono de los pueblos y su consiguiente despoblamiento. 357 despoblados recogía hace unos años Luis Pastrana en un estudio publicado por Caja España con el título de Despoblados Leoneses, muchos de los cuales son conocidos por la documentación que de ellos se conserva, pero que su ubicación exacta no se conocería sin la realización previa de calicatas arqueológicas.
Pero lo más preocupante, para cualquier enamorado de las esencias leonesas, son los otros 52 pueblos que figuran en la «lista negra», del mismo libro, como seguros candidatos a la desaparición del nomenclátor activo. Todos ellos presentan la común particularidad de haber bajado en cuarenta años alrededor de un noventa por ciento de sus censos correspondientes.
Nos ha llamado la atención, dentro del área de los Oteros, un pueblo que conocimos en los años sesenta, y que por aquellas fechas conservaba alrededor de 60 habitantes empadronados, que a duras penas arrancaban a las tierras secanas el diario sustento para seguir adelante. Hoy, Santa María de los Oteros mantiene el tipo gracias a dos familias que cultivan y amplían el patrimonio de sus progenitores, contemplando la ruina de su antigua iglesia, llena de evocadoras leyendas que aseguran un origen defensivo a su torre, unida por una muralla a la de la iglesia de San Pedro.
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