La sorprendente variedad del arte gótico de la villa de Avilés

28/8/11 .- http://www.elcomercio.es

En la Villa hay muestras (sólidas) de gótico clásico, protogótico, gótico flamígero, neogótico. Y gótico industrial (en estado gaseoso)

La historia del arte tiene unas cadencias que se van cumpliendo y agotando. Como la vida misma. En los siglos XII y XIII, en Europa central, allá por tierra de godos, allá por tierra extranjera, cumpliendo esta ley de las cadencias artísticas, pasaron del románico al gótico. Y cambió la moda arquitectónica. Surgieron edificios que pasaron de tener arcos de medio punto (los de la media circunferencia, que diría Gila) a tenerlos apuntados. O góticos.
En los templos el cambio fue espectacular, con catedrales de afiladas torres intentando tocar el cielo, acercarse lo más posible a la divinidad, cuyos principios eran predicados en sus interiores, de grandes vanos y gigantescas cristaleras que permitían maravillosas entradas de luz. Todo lo contrario de la, hasta entonces, dominante arquitectura románica de templos, mayormente, pequeños, oscuros y bajos.
De la introversión del románico, se pasó a la extroversión gótica. Como si de una película de Bergman pasaras a una de Woody Allen. O algo así. Fue por aquel entonces medieval, cuando la estaba palmando el románico para que naciese el gótico, que esta Villa de Avilés consagró sus principales templos a santos foráneos: El inglés Tomás de Canterbury, el italiano Francisco de Asís y Nicolás de Bari, santo oriental emigrado a Italia.
Eran consecuencias del cosmopolitismo del que gozaban los puertos comerciales y el de Avilés fue el más importante, durante siglos, del norte atlántico español. Recibíamos internacionalismo vía marítima. Por aquí entraba sedas de York y también ideas, aparte de vinos franceses con añadidos noticiosos de vanguardismos europeos.
Las primeras grandes manifestaciones del gótico se dieron fuera de la ciudadela amurallada. Concretamente en la portada norte del convento de San Francisco del Monte (hoy parroquia de San Nicolás de Bari) y en la principal de la iglesia de Santo Tomás de Canterbury (Sabugo vieja). Era un románico tardío o un gótico tempranero, era: el protogótico. Andábamos, entonces, por el siglo XIII.
Del considerado gótico puro, por así decir, las muestras estaban dentro de las murallas, y en La Ferrería, entonces, calle mayor de la Villa. De aquella, conservamos dos capillas, la de Pedro Solís y la de la familia de Las Alas. Y la espléndida casa de Valdecarzana; el único ejemplo que del siglo XIV nos queda en Asturias, de como era la casa de un rico comerciante, que no solamente los nobles tenían mansiones grandiosas. Aunque sea excepción que confirma la regla.
La capilla de Pedro Solís, hoy integrada en la iglesia de los Franciscanos, responde a un gótico clásico de finales del siglo XV. Sin embargo la de los Alas, con unos 150 años menos, es independiente del templo (aunque hoy se presenten unidos exteriormente) y la más destacada por su original edificación y su elegante traza.
Como Valdecarzana, se trata de edificios cúbicos. Y en ambos concurren también la teoría, mantenida por algunos, de que sus ideas constructivas son fruto de la información que atracaba en el puerto. Según esto la modernidad arquitectónica viajó en barco, desde Francia hasta aquí para traer la idea arquitectónica que hizo posibles palacio y capilla.
Del gótico flamígero se conserva la espectacular tumba de un Alas (como no) en la actual San Nicolás de Bari. Pero la espectacularidad, la voluntad gótica de verticalidad, con torres de 47 metros de altura, no llega hasta principios del siglo XX, con la nueva iglesia de Santo Tomás de Canterbury (Sabugo nueva). Y unos cuantos edificios de entonces (en calles La Cámara y San Bernardo, por ejemplo), responden a ese gótico resucitado o neogótico.
A mitad de dicho siglo se construyó una enorme siderúrgica (20.000 trabajadores en su época de esplendor) con cuatro hornos altos. Puro gótico industrial. Apenas duró cincuenta años, ya que fue destruido cuando achuchó la crisis de turno. No quedó ni una muestra de este gótico industrial, el mayor símbolo de una etapa crucial de la historia avilesina. Un ejercicio de ignorancia -y de falta de visión de la jugada- maravilloso. El desconocimiento, del poder socio-político, sobre la riqueza potencial del patrimonio industrial es espectacularmente escandaloso.
Excepto este ejemplo de gótico gaseoso, el gótico sólido que hay plantado por todo Avilés, es de toda clase de épocas, épicas, latitudes y longitudes.

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