Trece siglos del desembarco de Tariq
21/3/11 .- http://www.webislam.com/
Entrevista al historiador Alejandro García Sanjuán, de la Universidad de Huelva
En abril del 711, los bereberes de Tariq desembarcaban en Tarifa. Ese mismo año, en el mes de julio, cristianos y musulmanes se medían en la batalla del Guadalete, en las proximidades de Jerez, en un enfrentamiento que supondría la derrota visigoda y el inicio de los ocho siglos de dominación musulmana en España, dando comienzo a uno de los periodos más controvertidos de nuestra historia. El historiador , de la Universidad de Huelva, se ha encargado de coordinar un especial sobre la efemérides en el último número de la revista Andalucía en la Historia.
Pilar Vera. ¿Por qué hay fechas que se recuerdan de sobra y otras que pasan desapercibidas?
— Alejandro García Sanjuán. Quizá en este caso sucede que el periodo islámico en la Península no ha sido siempre bien asumido dentro de la historia de España. Al identificarse lo español con la idea de la Reconquista, lo islámico quedó relegado dentro de una cierta visión de la historia de España, con lo cual hay ciertas dificultades a la hora recordarlo.
¿Es difícil acercarse a la España musulmana sin caer en el maniqueísmo?
— A los andaluces, hablar de la época musulmana nos hace pensar en una época de tolerancia, de convivencia pacífica. Pero también, y esto sigue sucediendo, se ha identificado el periodo en relación con una cierta idea peyorativa del Islam. Ambas visiones son ajenas al ámbito académico pero también son las vulgarizaciones más extendidas y, a veces, se abusa de ellas. En general, los historiadores profesionales intentamos ofrecer una visión más equilibrada: no hay un paraísos idílicos ni pozos negros de la historia.
Siempre ha sorprendido lo rápido que se llevó a cabo la conquista de la Península. ¿A qué se debió esto? ¿Fueron muy frecuentes las capitulaciones?
— Fueron bastante importantes. El Estado visigodo era muy deficiente, a nivel político e institucional. Se encontraba sometido a las rivalidades existentes entre los grupos aristocráticos y esto hizo que el Estado fuera una mera apariencia: quien ejercía el poder era la aristocracia. Para reunir un ejército, el soberano necesitaba contar con su colaboración. Esta débil estructura se puso de manifiesto cuando los árabes irrumpieron en la Península y la fueron tomando con relativa facilidad. La historiografía nos cuenta que fue sobre todo un proceso dinámico: hubo sectores de la aristocracia visigoda que optaron por la capitulación como forma de solventar ese conflicto.
En el discurso de Tariq antes de la batalla del Guadalete, llama la atención esa actitud de quemar las naves, como haría luego Hernán Cortés...
— Bueno, las crónicas no se pueden tomar al pie de la letra porque tienen muchos elementos literarios, incluso sobrenaturales y místicos. Esa es una de las dificultades del estudio de la conquista islámica. En los últimos tiempos, sin embargo, los hallazgos arqueológicos han contribuido a precisar con exactitud lo que contaban las fuentes escritas. Gracias a esto, se han podido desbancar teorías estrafalarias y oportunas, como que realmente los árabes nunca conquistaron España.
Está, por ejemplo, el tema de las monedas...
— Claro, que acuñaran monedas pone de manifiesto que no fue una casualidad, una serie de factores confluyentes, sino una conquista en toda regla. Las primeras monedas tienen un mensaje musulmán, pero están en latín: querían dar a conocer la nueva realidad entre los conquistados. Después, se acuñan textos bilingües. Y muy pronto, en 717-8, en caracteres árabes. Tenían intención de conquistar el territorio y asentarse en él. Afirmar lo contrario supone ignorancia o desdén absoluto sobre el tema.
En la cuestión de la derrota cristiana, se habla mucho de las traiciones que vivió el rey Don Rodrigo... ¿cuánto de esto es cierto?
— Aunque no se sabe si realmente murió luchando contra los musulmanes, lo primero que hay que decir es que don Rodrigo fue un personaje histórico. Tras la batalla del Guadalete, en cualquier caso, desaparece el soberano y el frágil Estado queda descabezado. Es un sálvese quien pueda y cada uno intenta arreglarse como le conviene. Hay quien piensa que la presencia de los musulmanes va a ser momentánea y se adapta a las circunstancias creyendo que no durarán mucho.
Sorprende que entre los cronistas cristianos más hostiles, en la ruina de España que supuso la invasión no se mencione el factor religioso... ¿Cuándo comenzaron a asociarse ambos conceptos, fe y territorio?
— La ideología de la Reconquista como recuperación de un territorio perdido injustamente junto con un componente religioso de lucha contra el infiel nace en la Corte del Reino de Asturias, en la segunda mitad del siglo IX. Con Alfonso III ya hay una ideología bastante elaborada de la Reconquista en este doble sentido: los infieles merecen, además, la expulsión. Esa idea de acabar con la presencia de los no cristianos tendrá una larga continuidad a lo largo de los siglos. Reconquista es un término moderno, pero la idea de la Reconquista como lucha legítima contra el invasor y lucha contra el infiel es totalmente medieval. Ya estaba perfectamente formulada entonces.
¿Qué clichés han hecho más daño a la idea de Al-Andalus?
— Por una lado, esa identidad que se ha creado entre Al-Andalus y Andalucía. Se ha explotado mucho, cuando es incierta: Al-Andalus era Toledo, Zaragoza, Lisboa... es cierto que Andalucía tuvo un papel muy importante en el pasado islámico, con Córdoba, Sevilla y, finalmente, Granada, como centros... pero no hay una relación de exclusividad. Y también se ha abusado del tópico de la tolerancia, aunque tampoco debemos caer en lo contrario: la sociedad islámica elabora una noción propia de la tolerancia que no es la actual. Pero durante la época clásica del Islam, los musulmanes fueron capaces de generar unas normas legales que permitieron la coexistencia, que no convivencia, entre distintas comunidades religiosas. Por supuesto, hubo momentos de violencia con las minorías cristianas y judías, pero hay que tener en cuenta el contexto de la época y valorar los aspectos positivos. No había igualdad real entre musulmanes y no musulmanes, pero a las minorías se les reconocían derechos y se velaba porque esos derechos se respetaran. Marca una gran diferencia con el ansia por expulsar al diferente.
En abril del 711, los bereberes de Tariq desembarcaban en Tarifa. Ese mismo año, en el mes de julio, cristianos y musulmanes se medían en la batalla del Guadalete, en las proximidades de Jerez, en un enfrentamiento que supondría la derrota visigoda y el inicio de los ocho siglos de dominación musulmana en España, dando comienzo a uno de los periodos más controvertidos de nuestra historia. El historiador , de la Universidad de Huelva, se ha encargado de coordinar un especial sobre la efemérides en el último número de la revista Andalucía en la Historia.
Pilar Vera. ¿Por qué hay fechas que se recuerdan de sobra y otras que pasan desapercibidas?
— Alejandro García Sanjuán. Quizá en este caso sucede que el periodo islámico en la Península no ha sido siempre bien asumido dentro de la historia de España. Al identificarse lo español con la idea de la Reconquista, lo islámico quedó relegado dentro de una cierta visión de la historia de España, con lo cual hay ciertas dificultades a la hora recordarlo.
¿Es difícil acercarse a la España musulmana sin caer en el maniqueísmo?
— A los andaluces, hablar de la época musulmana nos hace pensar en una época de tolerancia, de convivencia pacífica. Pero también, y esto sigue sucediendo, se ha identificado el periodo en relación con una cierta idea peyorativa del Islam. Ambas visiones son ajenas al ámbito académico pero también son las vulgarizaciones más extendidas y, a veces, se abusa de ellas. En general, los historiadores profesionales intentamos ofrecer una visión más equilibrada: no hay un paraísos idílicos ni pozos negros de la historia.
Siempre ha sorprendido lo rápido que se llevó a cabo la conquista de la Península. ¿A qué se debió esto? ¿Fueron muy frecuentes las capitulaciones?
— Fueron bastante importantes. El Estado visigodo era muy deficiente, a nivel político e institucional. Se encontraba sometido a las rivalidades existentes entre los grupos aristocráticos y esto hizo que el Estado fuera una mera apariencia: quien ejercía el poder era la aristocracia. Para reunir un ejército, el soberano necesitaba contar con su colaboración. Esta débil estructura se puso de manifiesto cuando los árabes irrumpieron en la Península y la fueron tomando con relativa facilidad. La historiografía nos cuenta que fue sobre todo un proceso dinámico: hubo sectores de la aristocracia visigoda que optaron por la capitulación como forma de solventar ese conflicto.
En el discurso de Tariq antes de la batalla del Guadalete, llama la atención esa actitud de quemar las naves, como haría luego Hernán Cortés...
— Bueno, las crónicas no se pueden tomar al pie de la letra porque tienen muchos elementos literarios, incluso sobrenaturales y místicos. Esa es una de las dificultades del estudio de la conquista islámica. En los últimos tiempos, sin embargo, los hallazgos arqueológicos han contribuido a precisar con exactitud lo que contaban las fuentes escritas. Gracias a esto, se han podido desbancar teorías estrafalarias y oportunas, como que realmente los árabes nunca conquistaron España.
Está, por ejemplo, el tema de las monedas...
— Claro, que acuñaran monedas pone de manifiesto que no fue una casualidad, una serie de factores confluyentes, sino una conquista en toda regla. Las primeras monedas tienen un mensaje musulmán, pero están en latín: querían dar a conocer la nueva realidad entre los conquistados. Después, se acuñan textos bilingües. Y muy pronto, en 717-8, en caracteres árabes. Tenían intención de conquistar el territorio y asentarse en él. Afirmar lo contrario supone ignorancia o desdén absoluto sobre el tema.
En la cuestión de la derrota cristiana, se habla mucho de las traiciones que vivió el rey Don Rodrigo... ¿cuánto de esto es cierto?
— Aunque no se sabe si realmente murió luchando contra los musulmanes, lo primero que hay que decir es que don Rodrigo fue un personaje histórico. Tras la batalla del Guadalete, en cualquier caso, desaparece el soberano y el frágil Estado queda descabezado. Es un sálvese quien pueda y cada uno intenta arreglarse como le conviene. Hay quien piensa que la presencia de los musulmanes va a ser momentánea y se adapta a las circunstancias creyendo que no durarán mucho.
Sorprende que entre los cronistas cristianos más hostiles, en la ruina de España que supuso la invasión no se mencione el factor religioso... ¿Cuándo comenzaron a asociarse ambos conceptos, fe y territorio?
— La ideología de la Reconquista como recuperación de un territorio perdido injustamente junto con un componente religioso de lucha contra el infiel nace en la Corte del Reino de Asturias, en la segunda mitad del siglo IX. Con Alfonso III ya hay una ideología bastante elaborada de la Reconquista en este doble sentido: los infieles merecen, además, la expulsión. Esa idea de acabar con la presencia de los no cristianos tendrá una larga continuidad a lo largo de los siglos. Reconquista es un término moderno, pero la idea de la Reconquista como lucha legítima contra el invasor y lucha contra el infiel es totalmente medieval. Ya estaba perfectamente formulada entonces.
¿Qué clichés han hecho más daño a la idea de Al-Andalus?
— Por una lado, esa identidad que se ha creado entre Al-Andalus y Andalucía. Se ha explotado mucho, cuando es incierta: Al-Andalus era Toledo, Zaragoza, Lisboa... es cierto que Andalucía tuvo un papel muy importante en el pasado islámico, con Córdoba, Sevilla y, finalmente, Granada, como centros... pero no hay una relación de exclusividad. Y también se ha abusado del tópico de la tolerancia, aunque tampoco debemos caer en lo contrario: la sociedad islámica elabora una noción propia de la tolerancia que no es la actual. Pero durante la época clásica del Islam, los musulmanes fueron capaces de generar unas normas legales que permitieron la coexistencia, que no convivencia, entre distintas comunidades religiosas. Por supuesto, hubo momentos de violencia con las minorías cristianas y judías, pero hay que tener en cuenta el contexto de la época y valorar los aspectos positivos. No había igualdad real entre musulmanes y no musulmanes, pero a las minorías se les reconocían derechos y se velaba porque esos derechos se respetaran. Marca una gran diferencia con el ansia por expulsar al diferente.
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