Los tesoros descubiertos en el castillo de Amaiur

Los tesoros descubiertos en el castillo de Amaiur

Una pelota, una espada prácticamente entera, proyectiles de artillería, la punta de una lanza o el cubo utilizado en el aljibe de la fortaleza para extraer el agua son algunos de los ‘tesoros’ encontrados en las campañas de excavaciones realizadas en el castillo de Amaiur y que ahora se pueden ver en la exposición que alberga el Condestable de Iruñea.

A simple vista puede parecer un objeto más entre los muchos que se han encontrado entre los restos del castillo de Amaiur, pero en sí encierra una conexión muy intensa entre el pasado y el presente. Le falta el forro de cuero, pero se observa perfectamente todo su interior en cordino de lino y casi dan ganas de cogerla para disputar un partido en el frontón. Se trata de una pelota que fue localizada en una de las campañas realizadas en Amaiur, una pieza que pone de manifiesto la larga tradición del juego de la pelota en nuestra tierra, ya que incluso en un castillo medieval no faltaba la afición a este deporte.

En concreto, apareció en el aljibe descubierto durante los trabajos. En este depósito de agua fueron cayendo diferentes objetos a lo largo del tiempo y las excepcionales condiciones de humedad y de falta de oxígeno hicieron posible que se encontrara en razonable buen estado algo tan frágil como una pelota.

Junto a ella también aparecieron un kaiku de madera e incluso el cubo que se utilizaba para sacar el agua y que conserva sus cellos de hierros, su mango con argolla giratoria y hasta la mitad de las piezas de madera que la integraban, junto a la polea de madera.

Otra de las piezas más destacadas es la espada localizada en las excavaciones entre los lienzos medievales y las reformas realizadas en el castillo en el siglo XVI. Se trata de una espada típica de esa centuria, por lo que probablemente pudo ser utilizada en julio 1522, cuando 200 navarros se enfrentaban a las tropas españolas de Carlos V que querían reconquistar las fortaleza en poder de los fieles a Enrique II de Albret.

La empuñadura tiene dos gavilanes en forma de cruz y desde ellos salen dos guardanudillos. Esos dos aretes servían para que se introdujera el dedo índice para controlar con mayor precisión la hoja y, sobre todo, la punta. A diferencia de las medievales, era un arma refinada pensada para la esgrima y pelear de perfil. Estas espadas solían llevarse colgadas entre la vestimenta y de ahí que se las conozca como roperas.

Más piezas encontradas y que recuerdan la resistencia de 1522 tienen que ver con los proyectiles de artillería localizados. Están realizados en hierro macizo y tienen un peso cercano a los 15 kilos. Algunos aparecieron incrustados en los muros del castillo, un elocuente recuerdo del castigo artillero que sufrieron los defensores de la independencia de Nafarroa ante las tropas españolas.

También destaca una impresionante punta de lanza, que se suma a otras numerosas piezas localizadas en las excavaciones, como puntas de flecha, fragmentos de restos de armas e incluso las placas de una coraza. A las que se añaden las que tienen que ver con utensilios del día a día como fragmentos de cerámica, huesos de los animales que en su día alimentaron a la guarnición…

Otra ‘joya’ que se expone en el Condestable es un arpa de boca, que comparte espacio en la misma vitrina que la pelota, en lo que supone reunir dos elementos vinculados con el ocio de los soldados que guardaban Amaiur.

Este conjunto de hallazgos arqueológicos localizados en las sucesivas campañas realizadas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en los restos del castillo se suma a otras piezas muy interesantes que, desde otros ángulos, también analizan la trascendencia de Amaiur, como último castillo de la resistencia navarra. Hasta comienzos del año que viene, esta exposición es una cita imprescindible con nuestro pasado.