Ángel Recio: "En la lucha entre el hormigón y la arqueología perdió ésta, sin duda" (Málag
29/12/14 .- http://www.malagahoy.es/
Ángel Recio: "En la lucha entre el hormigón y la arqueología perdió ésta, sin duda" (Málaga)
El arqueólogo, que ha trabajado 40 años en la Diputación, asegura que el 'boom' urbanístico hizo un "daño extraordinario" a los vestigios históricos, considerados siempre "como una rémora"
CON la sencillez de un hombre de raíces humildes que se ha hecho a sí mismo, con la sabiduría de un profesional que ha trabajado cuatro décadas sobre el terreno, el arqueólogo Ángel Recio Ruiz habla de lo mucho que se perdió por el camino de la recuperación de nuestro propio pasado. En la convivencia entre la historia y el porvenir no cabe otra más que la lógica y el sentido común.
-¿Cuándo en Málaga se toma en consideración la arqueología?
-Desde que se creó la Universidad de Málaga existió esa conciencia, pero a unos niveles más bien pequeños y ligados a dos periodos: la clásica romana y prehistórica de la Edad del Cobre. Desde el Museo Arqueológico, que tenía las competencias en arqueología de urgencia, también se llevaron a cabo varias actuaciones. Diputación, desde el año 80 cuando creó el departamento, realizó una labor destacada en los pueblos.
-¿Ha dejado el malagueño de reutilizar lo anterior, de tapar o destruir para ponerlo en valor?
-Es el problema más importante que hay. Aplicando la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía se acabaría con esas cosas, pero la realidad va por otro lado. En los años del boom constructivo fue un verdadero desastre. Yacimiento que se veía, yacimiento que se destrozaba, estuviese o no recogido o protegido en los planes generales. Desgraciadamente eso ocurrió.
-¿La especulación de estos años ha hecho entonces mucho daño?
-Ha hecho un daño extraordinario. Los yacimientos destacados suelen estar en altura, en lugares dominantes, en recintos fortificados, que resultan ser atractivos para la construcción. En la lucha entre el hormigón y la arqueología perdió la arqueología sin duda alguna.
-¿Qué barbaridades se han cometido en Málaga con nuestros vestigios del pasado?
-Muchas, muchas. La que más coraje me da es la que ocurrió en el municipio de Arenas. Documenté unos ocho yacimientos destacados sobre lomas, una maravilla. Eran asentamientos prehistóricos, medievales... Volví al cabo de los años y lo encontramos todo arrasado. Habían metido las máquinas y habían conseguido una explanación para alguna construcción. Pero hubo otros muchos. Era muy frustrante avisar de que se estaban destruyendo yacimientos de valor y no hacer ni caso, exponerlo a la Junta, competente en materia de patrimonio histórico, y nada. Era penoso.
-¿Y en la ciudad? ¿Algo que le haya dolido especialmente?
-La famosa casa de la Cultura que se hizo sobre el Teatro Romano a sabiendas de que estaba el teatro. Y en la obra de la Marina se cargaron la muralla nazarí.
-¿Para un arqueólogo cómo debería de ser esta Málaga del siglo XXI? ¿Qué deberíamos de haber conservado?
-Está claro que no podemos conservar todo lo que fue la Málaga fenicia, ni la púnica, ni la romana, ni la medieval. Pero una ciudad que tiene de historia 2.600, 2.700 años como Málaga podía haber conservado al menos algunos de sus vestigios arqueológicos como las murallas de la Málaga fenicia, el puerto fenicio, algunos de los templos de aquel entonces, y nada de eso hay. Desgraciadamente se ha perdido mucho. Y de época moderna también. En otras ciudades han conservado la buena arquitectura del siglo XVI, XVII y aquí, salvo raros edificios, se ha tirado todo. Tenemos cosas muy buenas pero no hemos sabido conservar lo que hemos tenido, es una pena.
-Los constructores siempre han tenido miedo a encontrarse un resto en su obra. ¿Eso es porque encarece la obra, dilata los plazos, no se encuentran con apoyo de la Administración?
-Probablemente por un poco de todo.
-¿Siempre lo han visto como un estorbo?
-Sin duda. Y así nos ha ido. Con esa actitud para la inmensa mayoría ha sido una rémora tener un yacimiento arqueológico y lo que ha procurado es a la menor de cambio meter la máquina y destrozarlo.
-¿Había que ser arqueólogo policía?
-Sí, o si no se perdía, se destrozaba.
-¿Y el patrimonio que ha quedado, cómo ve su conservación?
-La conservación del patrimonio artístico histórico es extraordinaria, lo malo es que ocurre en pocos casos y en la situación en la que estamos de escasez de todo tipo aún menos. Imagino que serán muy pocos los proyectos de rehabilitación que se estén gestionando desde la Junta.
-¿Cuándo va por el campo qué le causa más frustración?
-Te da rabia cuando ves materiales, muretes, restos de cerámica de hace 2.000 ó 2.500 años, con los que reconstruyes la vida cotidiana de estas personas, con sus problemas, sus carencias... Le estamos quitando la dignidad de aquellos que vivieron en su momento, nos falta más respeto hacia el recuerdo y, en definitiva, hacia nosotros. Aquellos seremos nosotros dentro de 2.000 años. En realidad somos los mismos.
-Se conoce casi palmo a palmo la provincia... ¿Qué tesoros escondidos ha descubierto en estos años?
-Muchos. En el sondeo de San Agustín descubrimos la muralla de la Málaga fenicia del siglo VI antes de Cristo. En el campo hay centenares de yacimientos prehistóricos, romanos, diversos abrigos con pinturas rupestres, arte esquemático y grabados. La necrópolis de La Noria de Fuentepiedra, de la transición entre el final de lo tartésico y el principio de lo ibérico antiguo, me dio mucha satisfacción. Esa necrópolis la conocía como asentamiento romano y como tal lo teníamos en el plan general. Pero un día vi que habían metido las máquinas. Dentro de los destrozos hallamos una serie de manchas en el suelo y un ánfora, que no cuadraba nada con los materiales romanos. Eran materiales más antiguos. Ese ánfora era un enterramiento de incineración ibérico en una urna. Se comunicó a la Junta y el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica está excavando. Han sacado una extraordinaria necrópolis tumular que nos va a dar un estudio muy importante de las relaciones sociales y jerarquizaciones del mundo ibérico de esa época.
-¿Por qué le fascinan los íberos?
-Porque fue de los primeros trabajos que hice. Los fenicios estaban aquí bien estudiados y en la costa lo hacía el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y allí en el Guadalhorce María Eugenia Aubert y pensé en estudiar los ibéricos que estaban más en el interior, más o menos de la misma época y que mantenían relaciones de todo tipo con los fenicios.
-¿Cómo éramos?
-El siglo VII-VI a. C. fue una época de prosperidad general promovida por los intercambios comerciales de todo signo entre las comunidades fenicias de la costa y la indígena ibérica del interior. Cada uno aportaba al otro los productos que le eran propios. Ya en el siglo VI se produce un cambio general que afecta a todo lo anterior. Es cuando se funda la ciudad de Malaka y los óppida del interior, las comunidades indígenas. Ya hacían aceite y vino, incluso cerveza, según algunos autores.
-¿Cómo se distribuía la población?
-Era relativamente numerosa pero en determinados sectores de la provincia, como en la costa en la que convivían fenicios y determinados elementos indígenas y en el Valle del Guadalhorce y la Vega de Antequera. Como es lógico, en las vías naturales de comunicación. No hemos inventado nada. Hay otras zonas que no se poblaron, como la Serranía de Ronda. Las zonas de peridotita y de pizarra, por lo que sabemos, no se poblaron, ni la Axarquía. Parece que el cereal era lo que más le interesaba y en esa zona se daban otros productos, por lo que no hemos encontrado yacimientos hasta ahora.
-¿Del legado patrimonial que existe en la provincia, cuál está mejor puesto en valor?
-Hay una labor importantísima realizada en la cueva de Ardales, con Pedro Cantalejo. Esa cueva estaba abandonada y en peligro, pero a través de los arqueólogos y el Ayuntamiento de Ardales se ha hecho una recuperación total, han sellado, está magníficamente conservada, se recibe un número de visitas establecido y se ha estudiado a fondo. Es conocida en todo el mundo por su conservación.
-En otros casos se hizo un trabajo y ahí quedó.
-Sí, se hicieron inversiones fuertes y desgraciadamente se abandonaron y al cabo del tiempo se convirtieron en escombreras llenas de hierbas. Eso abunda más de lo que quisiéramos.
-¿El malagueño conoce la riqueza de su provincia?
-No. Una parte ínfima de la población sí que la conoce, el que tenga inquietudes relacionadas con la arqueología y la historia, pero la inmensa mayoría no. Esto debiera producirse desde el propio pueblo, que motivara que sus habitantes conocieran su historia. Y en los colegios es fundamental. Sería importante que se dieran diversos pasajes de la historia más cercana para que desde pequeños se preocupen y les duela su patrimonio, ese que es de todos y es lo más nuestro.
-Si tuviera una sola posibilidad de viajar en el tiempo, ¿qué Málaga le gustaría ver?
-La Málaga fenicia, de la que ya tenemos una cierta documentación, me gustaría ver los habitantes que rondaban por aquí, cómo se relacionaban, cómo la población indígena se incorporó a la cultura fenicia.
-La arqueología también está siendo importante para recuperar la memoria histórica, las fosas de la Guerra Civil.
-La arqueología en este sentido es necesaria, puede ser que cuando se desentierre y se conozca se acaben con los problemas comenzados hace 75 años y por los que todavía muchas personas sufren. Hay capítulos que hay que abrir y conocerlos para enterrarlos definitivamente.
-¿Cómo ve el futuro de la arqueología?
-Está cambiando mucho, se incorporan los desarrollos tecnológicos al mundo de la arqueología, ya se excava entre equipos interdisciplinares, ya no es como la arqueología que hacíamos antes, en la que el arqueólogo hacía también de fotógrafo, albañil, restaurador... En ese aspecto hemos ganado mucho. Se establecen relaciones mutuas entre diversas profesiones, trabajando en equipo, única forma de sacar todo lo que produce la arqueología.
-¿Considera que el Metro debería de ir en superficie por la Alameda?
-No. La Alameda era mar, así que aquí se dañará poco. Pienso que hay que compaginar lo pasado con lo que está por venir. La ciudad no es estática, siempre está en marcha, por lo que hay que investigar y valorar un yacimiento en función de su importancia y de la necesidad de la obra y de las personas a las que va a dar servicio. Hay que actuar con lógica.
El arqueólogo, que ha trabajado 40 años en la Diputación, asegura que el 'boom' urbanístico hizo un "daño extraordinario" a los vestigios históricos, considerados siempre "como una rémora"
CON la sencillez de un hombre de raíces humildes que se ha hecho a sí mismo, con la sabiduría de un profesional que ha trabajado cuatro décadas sobre el terreno, el arqueólogo Ángel Recio Ruiz habla de lo mucho que se perdió por el camino de la recuperación de nuestro propio pasado. En la convivencia entre la historia y el porvenir no cabe otra más que la lógica y el sentido común.
-¿Cuándo en Málaga se toma en consideración la arqueología?
-Desde que se creó la Universidad de Málaga existió esa conciencia, pero a unos niveles más bien pequeños y ligados a dos periodos: la clásica romana y prehistórica de la Edad del Cobre. Desde el Museo Arqueológico, que tenía las competencias en arqueología de urgencia, también se llevaron a cabo varias actuaciones. Diputación, desde el año 80 cuando creó el departamento, realizó una labor destacada en los pueblos.
-¿Ha dejado el malagueño de reutilizar lo anterior, de tapar o destruir para ponerlo en valor?
-Es el problema más importante que hay. Aplicando la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía se acabaría con esas cosas, pero la realidad va por otro lado. En los años del boom constructivo fue un verdadero desastre. Yacimiento que se veía, yacimiento que se destrozaba, estuviese o no recogido o protegido en los planes generales. Desgraciadamente eso ocurrió.
-¿La especulación de estos años ha hecho entonces mucho daño?
-Ha hecho un daño extraordinario. Los yacimientos destacados suelen estar en altura, en lugares dominantes, en recintos fortificados, que resultan ser atractivos para la construcción. En la lucha entre el hormigón y la arqueología perdió la arqueología sin duda alguna.
-¿Qué barbaridades se han cometido en Málaga con nuestros vestigios del pasado?
-Muchas, muchas. La que más coraje me da es la que ocurrió en el municipio de Arenas. Documenté unos ocho yacimientos destacados sobre lomas, una maravilla. Eran asentamientos prehistóricos, medievales... Volví al cabo de los años y lo encontramos todo arrasado. Habían metido las máquinas y habían conseguido una explanación para alguna construcción. Pero hubo otros muchos. Era muy frustrante avisar de que se estaban destruyendo yacimientos de valor y no hacer ni caso, exponerlo a la Junta, competente en materia de patrimonio histórico, y nada. Era penoso.
-¿Y en la ciudad? ¿Algo que le haya dolido especialmente?
-La famosa casa de la Cultura que se hizo sobre el Teatro Romano a sabiendas de que estaba el teatro. Y en la obra de la Marina se cargaron la muralla nazarí.
-¿Para un arqueólogo cómo debería de ser esta Málaga del siglo XXI? ¿Qué deberíamos de haber conservado?
-Está claro que no podemos conservar todo lo que fue la Málaga fenicia, ni la púnica, ni la romana, ni la medieval. Pero una ciudad que tiene de historia 2.600, 2.700 años como Málaga podía haber conservado al menos algunos de sus vestigios arqueológicos como las murallas de la Málaga fenicia, el puerto fenicio, algunos de los templos de aquel entonces, y nada de eso hay. Desgraciadamente se ha perdido mucho. Y de época moderna también. En otras ciudades han conservado la buena arquitectura del siglo XVI, XVII y aquí, salvo raros edificios, se ha tirado todo. Tenemos cosas muy buenas pero no hemos sabido conservar lo que hemos tenido, es una pena.
-Los constructores siempre han tenido miedo a encontrarse un resto en su obra. ¿Eso es porque encarece la obra, dilata los plazos, no se encuentran con apoyo de la Administración?
-Probablemente por un poco de todo.
-¿Siempre lo han visto como un estorbo?
-Sin duda. Y así nos ha ido. Con esa actitud para la inmensa mayoría ha sido una rémora tener un yacimiento arqueológico y lo que ha procurado es a la menor de cambio meter la máquina y destrozarlo.
-¿Había que ser arqueólogo policía?
-Sí, o si no se perdía, se destrozaba.
-¿Y el patrimonio que ha quedado, cómo ve su conservación?
-La conservación del patrimonio artístico histórico es extraordinaria, lo malo es que ocurre en pocos casos y en la situación en la que estamos de escasez de todo tipo aún menos. Imagino que serán muy pocos los proyectos de rehabilitación que se estén gestionando desde la Junta.
-¿Cuándo va por el campo qué le causa más frustración?
-Te da rabia cuando ves materiales, muretes, restos de cerámica de hace 2.000 ó 2.500 años, con los que reconstruyes la vida cotidiana de estas personas, con sus problemas, sus carencias... Le estamos quitando la dignidad de aquellos que vivieron en su momento, nos falta más respeto hacia el recuerdo y, en definitiva, hacia nosotros. Aquellos seremos nosotros dentro de 2.000 años. En realidad somos los mismos.
-Se conoce casi palmo a palmo la provincia... ¿Qué tesoros escondidos ha descubierto en estos años?
-Muchos. En el sondeo de San Agustín descubrimos la muralla de la Málaga fenicia del siglo VI antes de Cristo. En el campo hay centenares de yacimientos prehistóricos, romanos, diversos abrigos con pinturas rupestres, arte esquemático y grabados. La necrópolis de La Noria de Fuentepiedra, de la transición entre el final de lo tartésico y el principio de lo ibérico antiguo, me dio mucha satisfacción. Esa necrópolis la conocía como asentamiento romano y como tal lo teníamos en el plan general. Pero un día vi que habían metido las máquinas. Dentro de los destrozos hallamos una serie de manchas en el suelo y un ánfora, que no cuadraba nada con los materiales romanos. Eran materiales más antiguos. Ese ánfora era un enterramiento de incineración ibérico en una urna. Se comunicó a la Junta y el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica está excavando. Han sacado una extraordinaria necrópolis tumular que nos va a dar un estudio muy importante de las relaciones sociales y jerarquizaciones del mundo ibérico de esa época.
-¿Por qué le fascinan los íberos?
-Porque fue de los primeros trabajos que hice. Los fenicios estaban aquí bien estudiados y en la costa lo hacía el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y allí en el Guadalhorce María Eugenia Aubert y pensé en estudiar los ibéricos que estaban más en el interior, más o menos de la misma época y que mantenían relaciones de todo tipo con los fenicios.
-¿Cómo éramos?
-El siglo VII-VI a. C. fue una época de prosperidad general promovida por los intercambios comerciales de todo signo entre las comunidades fenicias de la costa y la indígena ibérica del interior. Cada uno aportaba al otro los productos que le eran propios. Ya en el siglo VI se produce un cambio general que afecta a todo lo anterior. Es cuando se funda la ciudad de Malaka y los óppida del interior, las comunidades indígenas. Ya hacían aceite y vino, incluso cerveza, según algunos autores.
-¿Cómo se distribuía la población?
-Era relativamente numerosa pero en determinados sectores de la provincia, como en la costa en la que convivían fenicios y determinados elementos indígenas y en el Valle del Guadalhorce y la Vega de Antequera. Como es lógico, en las vías naturales de comunicación. No hemos inventado nada. Hay otras zonas que no se poblaron, como la Serranía de Ronda. Las zonas de peridotita y de pizarra, por lo que sabemos, no se poblaron, ni la Axarquía. Parece que el cereal era lo que más le interesaba y en esa zona se daban otros productos, por lo que no hemos encontrado yacimientos hasta ahora.
-¿Del legado patrimonial que existe en la provincia, cuál está mejor puesto en valor?
-Hay una labor importantísima realizada en la cueva de Ardales, con Pedro Cantalejo. Esa cueva estaba abandonada y en peligro, pero a través de los arqueólogos y el Ayuntamiento de Ardales se ha hecho una recuperación total, han sellado, está magníficamente conservada, se recibe un número de visitas establecido y se ha estudiado a fondo. Es conocida en todo el mundo por su conservación.
-En otros casos se hizo un trabajo y ahí quedó.
-Sí, se hicieron inversiones fuertes y desgraciadamente se abandonaron y al cabo del tiempo se convirtieron en escombreras llenas de hierbas. Eso abunda más de lo que quisiéramos.
-¿El malagueño conoce la riqueza de su provincia?
-No. Una parte ínfima de la población sí que la conoce, el que tenga inquietudes relacionadas con la arqueología y la historia, pero la inmensa mayoría no. Esto debiera producirse desde el propio pueblo, que motivara que sus habitantes conocieran su historia. Y en los colegios es fundamental. Sería importante que se dieran diversos pasajes de la historia más cercana para que desde pequeños se preocupen y les duela su patrimonio, ese que es de todos y es lo más nuestro.
-Si tuviera una sola posibilidad de viajar en el tiempo, ¿qué Málaga le gustaría ver?
-La Málaga fenicia, de la que ya tenemos una cierta documentación, me gustaría ver los habitantes que rondaban por aquí, cómo se relacionaban, cómo la población indígena se incorporó a la cultura fenicia.
-La arqueología también está siendo importante para recuperar la memoria histórica, las fosas de la Guerra Civil.
-La arqueología en este sentido es necesaria, puede ser que cuando se desentierre y se conozca se acaben con los problemas comenzados hace 75 años y por los que todavía muchas personas sufren. Hay capítulos que hay que abrir y conocerlos para enterrarlos definitivamente.
-¿Cómo ve el futuro de la arqueología?
-Está cambiando mucho, se incorporan los desarrollos tecnológicos al mundo de la arqueología, ya se excava entre equipos interdisciplinares, ya no es como la arqueología que hacíamos antes, en la que el arqueólogo hacía también de fotógrafo, albañil, restaurador... En ese aspecto hemos ganado mucho. Se establecen relaciones mutuas entre diversas profesiones, trabajando en equipo, única forma de sacar todo lo que produce la arqueología.
-¿Considera que el Metro debería de ir en superficie por la Alameda?
-No. La Alameda era mar, así que aquí se dañará poco. Pienso que hay que compaginar lo pasado con lo que está por venir. La ciudad no es estática, siempre está en marcha, por lo que hay que investigar y valorar un yacimiento en función de su importancia y de la necesidad de la obra y de las personas a las que va a dar servicio. Hay que actuar con lógica.
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