Belén Bengoetxea: «Hemos destapado siglos de historia»
29/8/09 .- http://www.elcorreodigital.com
La profesora de la UPV es la responsable de las excavaciones que han permitido descubrir parte de la muralla medieval de Durango
Profesora en el campus alavés de la Universidad del País Vasco, Belén Bengoetxea es una arqueóloga «vocacional». A esta duranguesa le apasiona el reto de excavar y poder descifrar todas las marcas ocultas por siglos de historia. En las últimas semanas afronta una aventura especialmente entrañable: analizar los restos de una de las zonas arqueológicas «más calientes» de su municipio.
-Las excavaciones han sacado a la luz parte de la muralla medieval en la plaza de Santa Ana. ¿Qué valor arqueológico tiene este hallazgo?
-Era la primera vez que excavábamos una zona caliente de Durango, un área protegida anexa a un edificio religioso. Los hallazgos han sido muy interesantes porque nos ofrecerán una secuencia muy completa de las fases que ha sufrido este espacio público entre los siglos XIII y XVIII. Además, en el caso de la muralla, nos puede aportar datos sobre la fundación de la villa.
-Además del muro defensivo han aparecido restos de una iglesia del siglo XV, enterramientos, un horno y un molde para hacer campanas, el cauce de un río...
-Hemos destapado siglos de historia. Son elementos que nos aportan una valiosa horquilla cronológica porque algunas de estas construcciones estaban documentadas, pero el análisis de las fosas más antiguas con carbono-14 puede ofrecer otros datos reveladores. Si a partir de este conjunto no somos capaces de decir algo de la historia de Durango medieval y postmedieval, no hacemos nada aquí. Lo gratificante de la arqueología es que cada día hay una novedad.
-En su caso, destaca el valor del conjunto arqueológico por encima de descubrimientos concretos.
-Una pieza fuera de contexto, por muy valiosa que sea, es una pieza de coleccionista. Para la arqueología lo importante es dónde ha aparecido y ver con qué tiene relación. Sacar jugo a lo que tienes entre manos.
-El hallazgo ha abierto el debate sobre si el Consistorio debe mantener a la intemperie estos restos.
-La conservación de restos arqueológicos es complicada porque exige un proyecto museístico. ¡Qué más quisiera yo que pudieran admirarse! Pero no es suficiente con que se queden ahí y nadie sepa qué son. Si el Ayuntamiento decide volver a cubrirlos tampoco pasará nada porque al menos siguen ahí y estarán protegidos.
Un círculo «cerrado»
-Visto el interés que despierta la arqueología, choca que siga siendo una disciplina sin titulación.
-Es algo que a los arqueólogos nos preocupa mucho. El Plan Bolonia hubiera sido una ocasión fenomenal para regular esa situación, pero la tradición pesa mucho y es difícil modificar las titulaciones que ya están.
-Algo tiene que tener de vocacional entonces.
-Mucho. En mi caso, primero tuve que cursar Historias en la Universidad de Deusto y luego me matriculé en la Escuela Práctica de Arqueología del País Vasco. En todo caso, el mundo de la arqueología es muy complejo porque no tiene nada que ver la arqueología urbana, técnicamente muy difícil de leer, con la arqueología en la punta de un monte.
-¿Es difícil vivir de ello?
-¡Ése es el gran reto de la arqueología! (sonríe). Yo soy profesora, pero la mayoría de los arqueólogos con los que trabajo son autónomos a los que se contrata para obras determinadas y que tienen que compaginar ese trabajo con otras ocupaciones. Hasta hace poco la arqueología profesional se vinculaba a la universidad y a los museos. Era un círculo muy cerrado en el mal sentido de la palabra y mucho de lo que se excavaba era para tesis. El punto de inflexión fue la Ley de Patrimonio Cultural Vasco de 1990, que estableció una escala de protección y unas figuras de intervención.
-Al mundo de la arqueología le ha hecho mucho daño el fiasco del yacimiento romano Iruña Veleia.
-Ha sido una malísima noticia. Confío en que todo se aclare pronto, aunque debe quedar claro que estas cosas ocurren en todos los gremios. Que un arqueólogo haya tenido una mala actuación no quiere decir que el resto de profesionales vayamos a hacer lo mismo. Tampoco implica que todo el yacimiento sea falso.
-Usted realiza labores divulgativas y desde hace diez años es la responsable de las Jornadas de Historia que organiza el Ayuntamiento de Durango.
-Es muy importante llevar a cabo una buena labor de difusión. Hay que mostrar a la gente qué investigaciones se han realizado desde la Prehistoria hasta nuestros días y darle la oportunidad de reflexionar sobre ello. Resulta gratificante poder organizar unas jornadas así.
-Ha trabajado como arqueóloga en numerosos municipios vascos. ¿Cuál es el hallazgo que más le ha impactado?
-El más sorprendente fue en Lekeitio hace unos años. Encontramos un almacén donde se guardaba grasa de ballena. Estaba repleto de tinajas de 1,60 metros de altura. Ahora, si pudiera elegir un lugar para trabajar me quedaría con Durango. He dedicado tanto tiempo y esfuerzos que me gustaría obtener las respuestas que me faltan para completar el puzzle de esta localidad.
Profesora en el campus alavés de la Universidad del País Vasco, Belén Bengoetxea es una arqueóloga «vocacional». A esta duranguesa le apasiona el reto de excavar y poder descifrar todas las marcas ocultas por siglos de historia. En las últimas semanas afronta una aventura especialmente entrañable: analizar los restos de una de las zonas arqueológicas «más calientes» de su municipio.
-Las excavaciones han sacado a la luz parte de la muralla medieval en la plaza de Santa Ana. ¿Qué valor arqueológico tiene este hallazgo?
-Era la primera vez que excavábamos una zona caliente de Durango, un área protegida anexa a un edificio religioso. Los hallazgos han sido muy interesantes porque nos ofrecerán una secuencia muy completa de las fases que ha sufrido este espacio público entre los siglos XIII y XVIII. Además, en el caso de la muralla, nos puede aportar datos sobre la fundación de la villa.
-Además del muro defensivo han aparecido restos de una iglesia del siglo XV, enterramientos, un horno y un molde para hacer campanas, el cauce de un río...
-Hemos destapado siglos de historia. Son elementos que nos aportan una valiosa horquilla cronológica porque algunas de estas construcciones estaban documentadas, pero el análisis de las fosas más antiguas con carbono-14 puede ofrecer otros datos reveladores. Si a partir de este conjunto no somos capaces de decir algo de la historia de Durango medieval y postmedieval, no hacemos nada aquí. Lo gratificante de la arqueología es que cada día hay una novedad.
-En su caso, destaca el valor del conjunto arqueológico por encima de descubrimientos concretos.
-Una pieza fuera de contexto, por muy valiosa que sea, es una pieza de coleccionista. Para la arqueología lo importante es dónde ha aparecido y ver con qué tiene relación. Sacar jugo a lo que tienes entre manos.
-El hallazgo ha abierto el debate sobre si el Consistorio debe mantener a la intemperie estos restos.
-La conservación de restos arqueológicos es complicada porque exige un proyecto museístico. ¡Qué más quisiera yo que pudieran admirarse! Pero no es suficiente con que se queden ahí y nadie sepa qué son. Si el Ayuntamiento decide volver a cubrirlos tampoco pasará nada porque al menos siguen ahí y estarán protegidos.
Un círculo «cerrado»
-Visto el interés que despierta la arqueología, choca que siga siendo una disciplina sin titulación.
-Es algo que a los arqueólogos nos preocupa mucho. El Plan Bolonia hubiera sido una ocasión fenomenal para regular esa situación, pero la tradición pesa mucho y es difícil modificar las titulaciones que ya están.
-Algo tiene que tener de vocacional entonces.
-Mucho. En mi caso, primero tuve que cursar Historias en la Universidad de Deusto y luego me matriculé en la Escuela Práctica de Arqueología del País Vasco. En todo caso, el mundo de la arqueología es muy complejo porque no tiene nada que ver la arqueología urbana, técnicamente muy difícil de leer, con la arqueología en la punta de un monte.
-¿Es difícil vivir de ello?
-¡Ése es el gran reto de la arqueología! (sonríe). Yo soy profesora, pero la mayoría de los arqueólogos con los que trabajo son autónomos a los que se contrata para obras determinadas y que tienen que compaginar ese trabajo con otras ocupaciones. Hasta hace poco la arqueología profesional se vinculaba a la universidad y a los museos. Era un círculo muy cerrado en el mal sentido de la palabra y mucho de lo que se excavaba era para tesis. El punto de inflexión fue la Ley de Patrimonio Cultural Vasco de 1990, que estableció una escala de protección y unas figuras de intervención.
-Al mundo de la arqueología le ha hecho mucho daño el fiasco del yacimiento romano Iruña Veleia.
-Ha sido una malísima noticia. Confío en que todo se aclare pronto, aunque debe quedar claro que estas cosas ocurren en todos los gremios. Que un arqueólogo haya tenido una mala actuación no quiere decir que el resto de profesionales vayamos a hacer lo mismo. Tampoco implica que todo el yacimiento sea falso.
-Usted realiza labores divulgativas y desde hace diez años es la responsable de las Jornadas de Historia que organiza el Ayuntamiento de Durango.
-Es muy importante llevar a cabo una buena labor de difusión. Hay que mostrar a la gente qué investigaciones se han realizado desde la Prehistoria hasta nuestros días y darle la oportunidad de reflexionar sobre ello. Resulta gratificante poder organizar unas jornadas así.
-Ha trabajado como arqueóloga en numerosos municipios vascos. ¿Cuál es el hallazgo que más le ha impactado?
-El más sorprendente fue en Lekeitio hace unos años. Encontramos un almacén donde se guardaba grasa de ballena. Estaba repleto de tinajas de 1,60 metros de altura. Ahora, si pudiera elegir un lugar para trabajar me quedaría con Durango. He dedicado tanto tiempo y esfuerzos que me gustaría obtener las respuestas que me faltan para completar el puzzle de esta localidad.
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