La arqueología urbana pone al descubierto el pasado de Tàrrega

4/1/09 .- http://www.lamanyana.es



Uno de los aspectos culturales más relevantes de la política municipal de la ciudad de Tàrrega ha sido el de la arqueología. Desde hace una veintena de años han proliferado los hallazgos de yacimientos arqueológicos gracias a la conjunción de dos factores: la contratación de un arqueólogo en el Museu y la expansión urbanística que la ciudad ha vivido durante este período .


El crecimiento urbano de la capital de l’Urgell hacia terrenos exteriores o en zonas urbanas aún no edificadas ha permitido llevar a cabo constantes intervenciones arqueológicas urbanas que han puesto al descubierto yacimientos de gran interés patrimonial. Algunos se han conservado y otros, después de ser convenientemente documentados, han sido cubiertos por las nuevas edificaciones o viales.
La primera intervención arqueológica urbana, siguiendo todos los protocolos que señala la ley sobre el patrimonio cultural de Catalunya, tuvo lugar hace una veintena de años en el edificio de Cal Perelló, sede del Museu Comarcal. La excavación de los sótanos del edificio marca el inicio de esta política arqueológica.
Para conducirla, el consistorio contrató a un joven profesional, el arqueólogo Oriol Saula, que desde entonces ha sido el artífice técnico de esta labor, coordinando todas las excavaciones, aunque muchas de ellas han sido responsabilidad directa de otros técnicos, contratados para cada ocasión directamente por la Administración o por empresas especializadas, como Joan Badias, Lourdes Forcades, Pere Cots o Carles Navarro, y muy especialmente Anna Colet.
Primera excavación
La primara excavación importante tuvo lugar con la urbanización de la calle Joan Tous, en la orilla izquierda del Regué. Las prospecciones arqueológicas pusieron al descubierto los restos del Convent de Sant Agustí que fue destruido por la Rubinada de Santa Tecla el año 1874. En la misma zona, y en trabajos posteriores, se descubren restos de un antiguo camino medieval de entrada a la ciudad y los del puente que salvaba el río.
A partir de 1997, a la misma altura pero en la otra orilla, en el punto conocido como el Molí del Codina, se inician los trabajos de excavación del que luego se supo que era una adobería medieval que fue destruida por otra inundación a mediados del siglo XVII. Es el primer yacimiento que la administración decide conservar por su importancia histórica en el conjunto de Catalunya.
Para ello se lleva a cabo una permuta con el propietario de los terrenos y se está a la espera de materializar un proyecto que prevé la construcción de un inmueble sobre los restos que quedarán expuestos permanentemente al público. Con ello se consigue combinar la conservación de la riqueza patrimonial y la utilización del antiguo solar para acoger viviendas.
En diversos puntos del centro histórico como en las plazas Sant Antoni y Major y en las calles Les Piques, Hospital y la Font, entre otras, se llevan a cabo excavaciones, mayoritariamente como consecuencia de las obras de construcción de nuevos inmuebles. En la mayoría se documentan los resultados. En otros, una simple modificación del proyecto inicial permite la conservación de los hallazgos, como el lagar de la plaza Sant Antoni.
La urbanización de l’Hort del Barceloní pone al descubierto antiguas infraestructuras de riego como la Font del Romans y, la más importante, el pozo medieval en la calle Francés Moragues. Un acuerdo con los propietarios de la finca permitirá que pueda conservarse y ser accesible al público.
Cementerio judío
El yacimiento arqueológico más complejo, por sus propias caractarísticas, y por la repercusión política y mediática, fue el de la necrópolis judía de les Roquetes. La importancia de la misma mereció el apoyo económico y técnico de la Generalitat.
Se descubrieron 228 cadáveres en fosas individuales y comunes, éstas con los restos de las personas que fueron asesinadas durante la gran matanza de judios acaecida en la ciudad el año 1348. La reacción de un sector de la comunidad judia catalana al impedir, inicialmente, el estudio antropológioco de los restos y su traslado al cementerio judío de Montjuïc, levantó la protesta de los colectivos científicos catalanes.
Gracias al trabajo de estos últimos años se conoce mucho mejor el pasado de la capital de l’Urgell, que ya estuvo habitada durante la Edad de Bronce. También acogió las civilizaciones ibéricas, romanas, árabes y, finalmente, la cristiana.



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