OPINIÓN: "La Reina". Artículo sobre la Reina Isabel La Católica, firmado por Juan Cañavate.
23/11/04 .- Ideal/Tribuna Abierta
"LA REINA"
Juan Cañavate
Historiador y Arqueólogo
Mucho hay en lo de la Reina Isabel de «me cae» o «me deja de caer» o, lo que es peor, de trasladar nuestros juicios y no pocos de nuestros prejuicios, quinientos años para atrás. La Reina fue, sobre todo, un personaje de su tiempo y únicamente desde aquellos parámetros podría darse o quitarse legitimidad a sus comportamientos y actitudes, aunque, aun así, la cosa no dejaría de ser difícil porque sobre su personaje y su historia pesa una dura carga de manipulación y abuso. Su personaje, además, es que ha tenido mala suerte, porque casi toda la historia que se construyó sobre ella durante los años del régimen que la utilizó como bandera, es la historia de una mentira y, desgraciadamente, la reacción a este fenómeno de muchos sectores de la izquierda menos ilustrada, que la hay y mucha, también ha acabado formando parte de la mentira que hace de su personaje un mar de oscuridad y confusión. Mala suerte en fin porque los que la quieren canonizar, mienten y los que la quieren demonizar, también.
Decía que sólo sería legítimo un análisis que la ubicase en su tiempo y ese es otro de los problemas de nuestro personaje, porque su tiempo ha sido igualmente manipulado por intereses que van más allá del puro conocimiento histórico. La Reina y su tiempo son casi el paradigma de la dialéctica y cada elemento de su historia tuvo siempre dos caras y de las dos participó sin que, mientras viviese, una fuera excluyente de la otra.
Una cara era el Islam y otra el cristianismo, una cara era Oriente y otra Occidente. También el Mediterráneo era una cara frente al norte continental europeo que ya empujaba lo suyo. También el gótico y el renacimiento, el mundo medieval y el mundo moderno. Y la Reina Isabel, por lo que sabemos de ella, tuvo a bien participar de esas dualidades con un cierto éxito, bien es verdad que, más que nada, fruto de la costumbre.
Llama la atención la cantidad de ocasiones en que en las crónicas aparecen descripciones de los vestidos de la reina y llama más la atención la cantidad de veces en que iba vestida a 'la morisca'. Igualmente llama la atención la cantidad de palacios y casas en que la reina vivió en los que se manifestaba el hibridismo de estilos occidental-oriental tan querido a todo el mundo Mediterráneo de la época y que se puede seguir en Francia o en Italia, aunque aquí nos dio por llamarle mudéjar y a los que ella inevitablemente se acostumbró.
Llama igualmente la atención que la Reina, al parecer la primera reina moderna de Castilla, según cuenta la historiografía oficial, construyera siempre en gótico. ¿Era una reina gótica o renacentista? ¿No llama más aún atención que mientras sus colaboradores o la nobleza cercana de la época construía palacios renacentistas como el de la Calahorra o el palacio de los Vélez, ella construyese siempre en gótico. No hay más que leer a Tendilla para constatar el horror que le provocaba al italianizado conde el proyecto gótico de la Capilla Real.
Otro de los aspectos de la dualidad es el que deriva de su calificativo oficial como reina moderna. ¿Era la primera moderna o la última medieval? ¿Formó ciertamente, como así aseguran muchos ilustres historiadores, el primer estado moderno?
Más hay en esta afirmación una reiteración del tópico que un análisis en profundidad y más me parece a mí, como a muchos otros historiadores, que la reina fue profundamente medieval y que no hay muchos de sus actos que la separen en objetivos, de los reyes Trastámara que la precedieron y que mantuvieron similares estrategias de alianzas, pactos o enfrentamientos, o incluso que la separen en demasía de su antagonista unas veces, aliado otras, como tras la batalla de Lucena, el rey Boabdil. ¿Quién piensa que la distancia entre unos y otros era tanta? Más guerreó la reina contra castellanos y cristianos en la guerra civil de Castilla o contra Portugal que contra los granadinos.
Ese sentido medieval del orden pactado, del acuerdo, del vasallaje que se reproduce y que acaba por crear un orden jerárquico que tiene su imagen en la distribución de cargas de la arquitectura gótica, es el que se manifiesta en la forma de organizar una serie de reinos variados, habitados por gentes variadas y de variada religión.
La reina Isabel de Castilla siempre jugó ese juego. Sus guerras fueron guerras entre pares, nunca contra la población y así, cuando conquistó Granada y los granadinos se convirtieron en sus vasallos, los acuerdos de las capitulaciones fueron respetados mientras duró el estatuto mudéjar que ella firmó y aun los defendió en reiteradas ocasiones frente a los intentos de atropellos de los nuevos pobladores castellanos.
Incluso los bienes habices, aquellas propiedades de las mezquitas que se usaban para la caridad o la educación siguieron en manos de imanes y muftíes hasta la fatídica fecha de la navidad del 1500.
La Reina murió algunos años más tarde de la ruptura que marco la rebelión del año 1500 en el Albaicín y a partir de ese momento, lo cierto es que ya sí que es otra historia en la que los nuevos vasallos dejaron de serlo para convertirse en prisioneros en su propia tierra. Otra historia que ha ido acumulando capítulos de agresión, de soberbia y abuso de una de las dos caras de la moneda que en otro tiempo constituyó una unidad en la variedad y en la diversidad.
Como ha dicho Ruiz Molinero en artículo reciente, los estados de raíz islámica no han sabido superar sus sombras más siniestras. Me pregunto si les hemos permitido la más mínima ocasión para ello. Si no han sido los actos permanentes de agresión del occidente cristiano los que han conducido de forma imparable a la situación actual.
Hoy mientras escribo estas líneas, las más sofisticadas armas occidentales bombardean la ciudad de Faluja, imponen su control sobre Afganistán, asesinan a la población civil en Chechenia, construyen ghetos en Palestina y un largo etcétera de agresiones que acaban teniendo su reflejo en esta pequeña capital de provincia, donde hasta una Asociación de Vecinos se lamenta por la cantidad de 'morillos' que hay en su barrio y la alarma e inseguridad que ello genera.
Estos lodos no son unos buenos lodos pero, a mi modo de ver, las aguas que los provocaron no hay que buscarlas en aquella Reina que murió hoy hace quinientos años. Por eso quiero agradecerle a Ruiz Molinero su interesante texto y desear que los actos que se organizan y, sobre todo la Exposición prevista con motivo del V Centenario de su muerte, sirva para que todos podamos acercarnos algo más a la figura de la Reina que eligió esta ciudad, capital de un reino lleno de 'morillos', como su última morada.
Juan Cañavate
Historiador y Arqueólogo
Mucho hay en lo de la Reina Isabel de «me cae» o «me deja de caer» o, lo que es peor, de trasladar nuestros juicios y no pocos de nuestros prejuicios, quinientos años para atrás. La Reina fue, sobre todo, un personaje de su tiempo y únicamente desde aquellos parámetros podría darse o quitarse legitimidad a sus comportamientos y actitudes, aunque, aun así, la cosa no dejaría de ser difícil porque sobre su personaje y su historia pesa una dura carga de manipulación y abuso. Su personaje, además, es que ha tenido mala suerte, porque casi toda la historia que se construyó sobre ella durante los años del régimen que la utilizó como bandera, es la historia de una mentira y, desgraciadamente, la reacción a este fenómeno de muchos sectores de la izquierda menos ilustrada, que la hay y mucha, también ha acabado formando parte de la mentira que hace de su personaje un mar de oscuridad y confusión. Mala suerte en fin porque los que la quieren canonizar, mienten y los que la quieren demonizar, también.
Decía que sólo sería legítimo un análisis que la ubicase en su tiempo y ese es otro de los problemas de nuestro personaje, porque su tiempo ha sido igualmente manipulado por intereses que van más allá del puro conocimiento histórico. La Reina y su tiempo son casi el paradigma de la dialéctica y cada elemento de su historia tuvo siempre dos caras y de las dos participó sin que, mientras viviese, una fuera excluyente de la otra.
Una cara era el Islam y otra el cristianismo, una cara era Oriente y otra Occidente. También el Mediterráneo era una cara frente al norte continental europeo que ya empujaba lo suyo. También el gótico y el renacimiento, el mundo medieval y el mundo moderno. Y la Reina Isabel, por lo que sabemos de ella, tuvo a bien participar de esas dualidades con un cierto éxito, bien es verdad que, más que nada, fruto de la costumbre.
Llama la atención la cantidad de ocasiones en que en las crónicas aparecen descripciones de los vestidos de la reina y llama más la atención la cantidad de veces en que iba vestida a 'la morisca'. Igualmente llama la atención la cantidad de palacios y casas en que la reina vivió en los que se manifestaba el hibridismo de estilos occidental-oriental tan querido a todo el mundo Mediterráneo de la época y que se puede seguir en Francia o en Italia, aunque aquí nos dio por llamarle mudéjar y a los que ella inevitablemente se acostumbró.
Llama igualmente la atención que la Reina, al parecer la primera reina moderna de Castilla, según cuenta la historiografía oficial, construyera siempre en gótico. ¿Era una reina gótica o renacentista? ¿No llama más aún atención que mientras sus colaboradores o la nobleza cercana de la época construía palacios renacentistas como el de la Calahorra o el palacio de los Vélez, ella construyese siempre en gótico. No hay más que leer a Tendilla para constatar el horror que le provocaba al italianizado conde el proyecto gótico de la Capilla Real.
Otro de los aspectos de la dualidad es el que deriva de su calificativo oficial como reina moderna. ¿Era la primera moderna o la última medieval? ¿Formó ciertamente, como así aseguran muchos ilustres historiadores, el primer estado moderno?
Más hay en esta afirmación una reiteración del tópico que un análisis en profundidad y más me parece a mí, como a muchos otros historiadores, que la reina fue profundamente medieval y que no hay muchos de sus actos que la separen en objetivos, de los reyes Trastámara que la precedieron y que mantuvieron similares estrategias de alianzas, pactos o enfrentamientos, o incluso que la separen en demasía de su antagonista unas veces, aliado otras, como tras la batalla de Lucena, el rey Boabdil. ¿Quién piensa que la distancia entre unos y otros era tanta? Más guerreó la reina contra castellanos y cristianos en la guerra civil de Castilla o contra Portugal que contra los granadinos.
Ese sentido medieval del orden pactado, del acuerdo, del vasallaje que se reproduce y que acaba por crear un orden jerárquico que tiene su imagen en la distribución de cargas de la arquitectura gótica, es el que se manifiesta en la forma de organizar una serie de reinos variados, habitados por gentes variadas y de variada religión.
La reina Isabel de Castilla siempre jugó ese juego. Sus guerras fueron guerras entre pares, nunca contra la población y así, cuando conquistó Granada y los granadinos se convirtieron en sus vasallos, los acuerdos de las capitulaciones fueron respetados mientras duró el estatuto mudéjar que ella firmó y aun los defendió en reiteradas ocasiones frente a los intentos de atropellos de los nuevos pobladores castellanos.
Incluso los bienes habices, aquellas propiedades de las mezquitas que se usaban para la caridad o la educación siguieron en manos de imanes y muftíes hasta la fatídica fecha de la navidad del 1500.
La Reina murió algunos años más tarde de la ruptura que marco la rebelión del año 1500 en el Albaicín y a partir de ese momento, lo cierto es que ya sí que es otra historia en la que los nuevos vasallos dejaron de serlo para convertirse en prisioneros en su propia tierra. Otra historia que ha ido acumulando capítulos de agresión, de soberbia y abuso de una de las dos caras de la moneda que en otro tiempo constituyó una unidad en la variedad y en la diversidad.
Como ha dicho Ruiz Molinero en artículo reciente, los estados de raíz islámica no han sabido superar sus sombras más siniestras. Me pregunto si les hemos permitido la más mínima ocasión para ello. Si no han sido los actos permanentes de agresión del occidente cristiano los que han conducido de forma imparable a la situación actual.
Hoy mientras escribo estas líneas, las más sofisticadas armas occidentales bombardean la ciudad de Faluja, imponen su control sobre Afganistán, asesinan a la población civil en Chechenia, construyen ghetos en Palestina y un largo etcétera de agresiones que acaban teniendo su reflejo en esta pequeña capital de provincia, donde hasta una Asociación de Vecinos se lamenta por la cantidad de 'morillos' que hay en su barrio y la alarma e inseguridad que ello genera.
Estos lodos no son unos buenos lodos pero, a mi modo de ver, las aguas que los provocaron no hay que buscarlas en aquella Reina que murió hoy hace quinientos años. Por eso quiero agradecerle a Ruiz Molinero su interesante texto y desear que los actos que se organizan y, sobre todo la Exposición prevista con motivo del V Centenario de su muerte, sirva para que todos podamos acercarnos algo más a la figura de la Reina que eligió esta ciudad, capital de un reino lleno de 'morillos', como su última morada.
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