Tráfico de arte, el tercer negocio más rentable del mundo

14/4/13 .- http://www.cadenaser.com/

El tráfico de arte representa un maná de más de 100 millones de dólares al año, el tercer negocio más potente del mundo después del mercado de las drogas y las armas. Pinturas, ornamentos de viejas iglesias... desaparecen cada día para venderse en famosas casas de subastas por ingentes cantidades de dinero. Una pérdida incalculable para el patrimonio histórico mundial.



Por 'A vivir que son dos días' ha pasado Jesús Gálvez, comandante y jefe del grupo de Patrimonio Artístico de la Guardia Civil, para hablarnos de expolios arqueológicos y robos de obras de arte.

¿Cuánto patrimonio arqueológico se expolia en España? Lo único que hay son estimaciones del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil ya que los investigadores sospechan que los saqueos reales superan esas estimaciones. Según Gálvez la cifra real de estos delitos no se conoce, nadie la sabe, ni siquiera las administraciones competentes ya que "se desconoce lo que hay bajo tierra y, por tanto, lo que se expolia".

La herramienta principal de los saqueadores de yacimientos arqueológicos es el detector de metales, un aparato cuya venta es legal en España y sobre la que no hay ningún control administrativo. Este aparato incorpora un detector que puede localizar piezas a 25 centímetros de profundidad, tanto de oro, plata o cualquier otro metal. También se utilizan georradares. A este tipo de saqueadores les interesa todo: restos de vasijas, monedas... Todo vale. Entre estos delincuentes no sólo hay aficionados que salen con su detector a la caza de cualquier pieza, sino también profesionales a los que no les importa el daño que causan a nuestro patrimonio histórico. Según Gálvez, "las zonas que más sufren este tipo de expolios son Andalucía, Comunidad Valenciana y las dos Castillas". A la Guardia Civil le resulta difícil hacer frente a este tipo de robos, entre otras cosas, porque una parte importante de estas áreas no están vigiladas. Cualquier ciudadano que observe la utilización de un detector de metales para estos fines puede denunciarlo.

Otra batalla a la que se enfrentan es el robo de obras de arte, un delito difícil de perseguir debido a la trama que lo envuelve. El camino que recorre la obra desde que es sustraída hasta que llega a mano del coleccionista es muy opaco. El botín llega a los anticuarios que no suelen preguntarse de dónde procede. De ahí pasa a manos de los coleccionistas que, en caso de intervención policial, poseen una factura que acredita que la compra fue legal. Pero bajo esa aparente legalidad existe un entramado de actividades delictivas muy complejo de descubrir. Todo ello aderezado con una legislación bastante permisiva que deja impunes a ladrones, anticuarios, casas de subastas y coleccionistas.

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