Los Cresques y la cartografía medieval mallorquina
17/6/12 .- http://www.diariodemallorca.es/
En la Alta Edad Media europea, hubo la tradición de elaborar cartas geográficas en dónde se representaba el mundo conocido Orbis Terrarum.
Esos mapas altomedievales fueron denominados mappae mundi. En ellos encontramos la visión heredada de la cultura grecorromana de la Antigüedad, bajo el nuevo enfoque del cristianismo. En realidad esos mapamundis eran auténticas enciclopedias del saber medieval, dónde había las ciudades, monumentos e incluso la fauna de las diferentes regiones. El historiador Gabriel Llompart nos recuerda que en Mallorca no conservamos ninguno de esos mapas del medioevo primigenio, aunque sí queda algún vestigio. Constituye un buen ejemplo de ello la tabla gótica de "El Salvador", conservada en la parroquia de Santa Eulàlia, en donde encontramos, a los pies de Jesús, un mapamundi circular dividido en tres partes: Europa, Asia y África.
Ahora bien, hacia los siglos XII y XIII, el panorama cambió considerablemente. La aportación realizada por los marineros, herederos de una rica tradición multisecular, con sus anotaciones sobre aspectos geográficos, toponímicos, sobre las corrientes marinas de las costas del Mediterráneo, así como la aparición de nuevos instrumentos tecnológicos, como el uso generalizado de la brújula, cambiaron la concepción de los mapas. La tradición de aquellas cartas geográficas enciclopédicas, eruditas y teológicas altomedievales, dieron paso a un mapa útil para la navegación. La Carta Pisana, de finales del siglo XIII, es el ejemplo más antiguo conservado de este tipo.
Está extendida la idea de que en Mallorca, en el siglo XIV, existió una escuela de cartógrafos mallorquines, encumbrada en los anales de la historia por la realización del famoso Atlas Catalán. Esa idea fue difundida por la historiografía decimonónica y por la de buena parte del siglo XX. Ahora bien, desde hace varias décadas se sabe que la realidad no fue del todo así. Los estudios de Jaume Riera, Gabriel Llompart, Vicenç M. Rosselló o Ramon Pujades han significado un importante avance en el conocimiento de la cartografía medieval y de su relación con la Ciutat de Mallorques. Las conclusiones de sus investigaciones nos permiten obtener una visión mucho más ajustada de la realidad histórica.
Sabemos que en 1330, en la corte pontificia de Aviñón eran conscientes de que la elaboración de mapas era cosa de "maioricenses et genuvenses". En esa misma década aparece en la escena palmesana Angelino de Dolceto, un cartógrafo genovés, que adoptó la nacionalidad mallorquina, convirtiéndose en Dolcet o Dolcert. Éste, en 1339, presentó lo que se considera la carta mallorquina más antigua que ha sobrevivido hasta nuestros días. Elaborada sobre dos pergaminos unidos entre sí, se conserva en París, en la Biliothèque Nationale. En ella podemos contemplar desde el mar Báltico hasta el mar Rojo, desde las costas portuguesas y marroquíes hasta Siria.
No extraña a nadie que se necesitasen cartas náuticas en Palma durante esa época. La actividad marinera y mercantil era vertiginosa. En esos momentos, el puerto era escala obligada para muchas de las naves que mercadeaban en esta parte del Mediterráneo, se creaba el tribunal conocido como Consulado de mar, aumentaban las sociedades mercantiles, las actividades en los astilleros, así como los hornos que fabricaban galletas saladas, obligatorias en el avituallamiento de la marinería. En ese contexto, también debemos situar la comunidad judía mallorquina, la cual debió vivir intensamente todo este ambiente de intercambio de mercancías, ideas y oportunidades. Tal como afirma Gabriel Llompart, los judíos mallorquines eran gente de letras, gente de libros. Varias bibliotecas documentadas en la judería con más de cien libros cada una, así lo corroboran. Por tanto, los judíos estaban familiarizados con el arte de iluminar y miniar, es decir, dibujar imágenes sobre los pergaminos que podían ser de manuscritos, de libros, pero también de mapas o, inclusive, de brújulas. Y es aquí dónde entra en escena Cresques Abraham (1325-1387), el autor "del mapa decorado más hermoso de toda la Edad Media", conocido con el nombre de Atlas Catalán (1375). Cresques Abraham era hijo de Abraham Vidal y nieto de Vidal Cresques. Éste último, ocupaba, en 1318, el importante cargo de secretario de la aljama de Palma. A su vez, Cresques Abraham fue el padre de Yehuda (Jafudà en la versión mallorquina) Cresques. Cresques Abraham fue quien inició el taller donde se confeccionaban mapas, pero también se pintaban los fondos de las brújulas –"mestres de mapes o buixolers"–, aunque también se sabe que miniaba libros. El investigador Jaume Riera localizó, en una colección de Israel, un Tanaj (Biblia hebrea) acabado en 1382 y empezado diecisiete años antes. Lo realizó Cresques Abraham para su propio uso. Consta de 129 folios iluminados y diversas miniaturas. Al observar los dibujos que ornan la obra, se pudo comprobar la gran calidad del artista. Seguramente ésta sea su obra cumbre.
Se quiere decir con todo esto que el taller de los Cresques era un obrador de artistas y no, como se había pensado tiempo atrás, de cartógrafos. Tal como apunta Llompart "si por azar, halláramos el catálogo de su taller [de los Cresques] o biblioteca aparecerían los mapas que les servían de plantillas". Por tanto no innovaban, copiaban y embellecían mapas de lujo. El prestigio de Cresques Abraham, llegó hasta tal punto que en 1368 era considerado «familiar real» por el rey de Aragón: "judeo de domo nostra, magistro de mapamundi". Fue precisamente Pedro el Ceremonioso quien le encargó el famoso Atlas para regalar al rey de Francia. Su hijo Yehuda Cresques, a pesar de sufrir el asalto y destrucción del Call en 1391, de quedar arruinado y de ser obligado a cristianizar tomando el nombre de Jaume Ribes, siguió trabajando como "mestre de mapes" hasta su muerte.
Hoy los Cresques siguen presentes en la ciudad. Una estatua dedicada a Yehuda se levanta en los alrededores de la casa taller que fundó su padre, cerca del Temple.
Esos mapas altomedievales fueron denominados mappae mundi. En ellos encontramos la visión heredada de la cultura grecorromana de la Antigüedad, bajo el nuevo enfoque del cristianismo. En realidad esos mapamundis eran auténticas enciclopedias del saber medieval, dónde había las ciudades, monumentos e incluso la fauna de las diferentes regiones. El historiador Gabriel Llompart nos recuerda que en Mallorca no conservamos ninguno de esos mapas del medioevo primigenio, aunque sí queda algún vestigio. Constituye un buen ejemplo de ello la tabla gótica de "El Salvador", conservada en la parroquia de Santa Eulàlia, en donde encontramos, a los pies de Jesús, un mapamundi circular dividido en tres partes: Europa, Asia y África.
Ahora bien, hacia los siglos XII y XIII, el panorama cambió considerablemente. La aportación realizada por los marineros, herederos de una rica tradición multisecular, con sus anotaciones sobre aspectos geográficos, toponímicos, sobre las corrientes marinas de las costas del Mediterráneo, así como la aparición de nuevos instrumentos tecnológicos, como el uso generalizado de la brújula, cambiaron la concepción de los mapas. La tradición de aquellas cartas geográficas enciclopédicas, eruditas y teológicas altomedievales, dieron paso a un mapa útil para la navegación. La Carta Pisana, de finales del siglo XIII, es el ejemplo más antiguo conservado de este tipo.
Está extendida la idea de que en Mallorca, en el siglo XIV, existió una escuela de cartógrafos mallorquines, encumbrada en los anales de la historia por la realización del famoso Atlas Catalán. Esa idea fue difundida por la historiografía decimonónica y por la de buena parte del siglo XX. Ahora bien, desde hace varias décadas se sabe que la realidad no fue del todo así. Los estudios de Jaume Riera, Gabriel Llompart, Vicenç M. Rosselló o Ramon Pujades han significado un importante avance en el conocimiento de la cartografía medieval y de su relación con la Ciutat de Mallorques. Las conclusiones de sus investigaciones nos permiten obtener una visión mucho más ajustada de la realidad histórica.
Sabemos que en 1330, en la corte pontificia de Aviñón eran conscientes de que la elaboración de mapas era cosa de "maioricenses et genuvenses". En esa misma década aparece en la escena palmesana Angelino de Dolceto, un cartógrafo genovés, que adoptó la nacionalidad mallorquina, convirtiéndose en Dolcet o Dolcert. Éste, en 1339, presentó lo que se considera la carta mallorquina más antigua que ha sobrevivido hasta nuestros días. Elaborada sobre dos pergaminos unidos entre sí, se conserva en París, en la Biliothèque Nationale. En ella podemos contemplar desde el mar Báltico hasta el mar Rojo, desde las costas portuguesas y marroquíes hasta Siria.
No extraña a nadie que se necesitasen cartas náuticas en Palma durante esa época. La actividad marinera y mercantil era vertiginosa. En esos momentos, el puerto era escala obligada para muchas de las naves que mercadeaban en esta parte del Mediterráneo, se creaba el tribunal conocido como Consulado de mar, aumentaban las sociedades mercantiles, las actividades en los astilleros, así como los hornos que fabricaban galletas saladas, obligatorias en el avituallamiento de la marinería. En ese contexto, también debemos situar la comunidad judía mallorquina, la cual debió vivir intensamente todo este ambiente de intercambio de mercancías, ideas y oportunidades. Tal como afirma Gabriel Llompart, los judíos mallorquines eran gente de letras, gente de libros. Varias bibliotecas documentadas en la judería con más de cien libros cada una, así lo corroboran. Por tanto, los judíos estaban familiarizados con el arte de iluminar y miniar, es decir, dibujar imágenes sobre los pergaminos que podían ser de manuscritos, de libros, pero también de mapas o, inclusive, de brújulas. Y es aquí dónde entra en escena Cresques Abraham (1325-1387), el autor "del mapa decorado más hermoso de toda la Edad Media", conocido con el nombre de Atlas Catalán (1375). Cresques Abraham era hijo de Abraham Vidal y nieto de Vidal Cresques. Éste último, ocupaba, en 1318, el importante cargo de secretario de la aljama de Palma. A su vez, Cresques Abraham fue el padre de Yehuda (Jafudà en la versión mallorquina) Cresques. Cresques Abraham fue quien inició el taller donde se confeccionaban mapas, pero también se pintaban los fondos de las brújulas –"mestres de mapes o buixolers"–, aunque también se sabe que miniaba libros. El investigador Jaume Riera localizó, en una colección de Israel, un Tanaj (Biblia hebrea) acabado en 1382 y empezado diecisiete años antes. Lo realizó Cresques Abraham para su propio uso. Consta de 129 folios iluminados y diversas miniaturas. Al observar los dibujos que ornan la obra, se pudo comprobar la gran calidad del artista. Seguramente ésta sea su obra cumbre.
Se quiere decir con todo esto que el taller de los Cresques era un obrador de artistas y no, como se había pensado tiempo atrás, de cartógrafos. Tal como apunta Llompart "si por azar, halláramos el catálogo de su taller [de los Cresques] o biblioteca aparecerían los mapas que les servían de plantillas". Por tanto no innovaban, copiaban y embellecían mapas de lujo. El prestigio de Cresques Abraham, llegó hasta tal punto que en 1368 era considerado «familiar real» por el rey de Aragón: "judeo de domo nostra, magistro de mapamundi". Fue precisamente Pedro el Ceremonioso quien le encargó el famoso Atlas para regalar al rey de Francia. Su hijo Yehuda Cresques, a pesar de sufrir el asalto y destrucción del Call en 1391, de quedar arruinado y de ser obligado a cristianizar tomando el nombre de Jaume Ribes, siguió trabajando como "mestre de mapes" hasta su muerte.
Hoy los Cresques siguen presentes en la ciudad. Una estatua dedicada a Yehuda se levanta en los alrededores de la casa taller que fundó su padre, cerca del Temple.
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