La muralla medieval, dos siglos después de su derribo (Avilés, Asturias)

El palacio de Valdecarzanas acogió en la tarde de ayer la segunda y última de las conferencias sobre el Avilés medieval que organiza la Asociación de Vecinos Pedro Menéndez.

El acto lo protagonizó la arqueóloga Paula Bartolomé, que disertó sobre la muralla de la villa incidiendo primero en la historia del cercado desde las primeras noticias conservadas hasta su desaparición hace casi dos siglos. La segunda parte, más técnica, versó sobre los restos encontrados en el Casco Histórico durante los últimos quince años, así como los métodos empleados para fechar y reconstruir adecuadamente el trazado de la misma.
Bartolomé indicó que los estudios hablan de «precarias empalizadas y otros tipos de defensas» durante los primeros siglos del Medievo en aquel primitivo Avilés, que ya fueron tomando consistencia «alrededor de la época en que se concede a la villa su Fuero». La carta donada por el rey Alfonso VI en 1085 y confirmada por su nieto Alfonso VII en 1155 «indica la existencia de una muralla para proteger el interior de la ciudad», hecho que en el siglo XIII «está plenamente confirmado, con una apariencia que ya no debió variar mucho hasta el final».
Durante la baja Edad Media y los siglos XVII y XVIII «constan algunos cambios de distinta consideración en diversos puntos de su perímetro, así como pequeños derrumbes», señaló la arqueóloga antes de referir que «con la llegada de la Edad Contemporánea, la muralla pasa a la historia en la segunda década del XIX, consumándose su derribo definitivo en 1818».
El paso del tiempo, la importancia histórica de la ciudad y los avances en arqueología desembocaron a finales del siglo XX en un interés por la muralla «al que se sumaron varias coincidencias afortunadas» para descubrir nuevos datos. Entre ellas, Bartolomé especificó «la reparación del palacio de Camposagrado, las obras del parking en El Parche, los trabajos de saneamiento en la calle de la Muralla y otros hallazgos menores en San Bernardo».