La Catedral saca a la luz su pasado prerrománico (Oviedo, Asturias)
26/3/12 .- http://www.elcomercio.es
Las obras, incluidas en el plan director del templo, dejarán a la vista la extraordinaria pared que linda con la Cámara Santa. La restauración de la capilla de Covadonga descubre uno de los muros altomedievales de la Torre de San Miguel, levantado en el siglo VIII y que permanecía oculto tras un viejo retablo
Que la catedral de Oviedo se levanta sobre pilares altomedievales es asunto sabido y hecho histórico probado. Sus sillares se asientan originariamente sobre los de una basílica mandada construir por el rey Alfonso II, el Casto, que consolidó sus muros entre los años 791 y 842, bajo la advocación de San Salvador. Se sabe también que bajo dicho templo había sido edificada varios años antes una vieja iglesia, destruida a finales del siglo VIII por los árabes, que cobijó escenas religiosas para el mismísimo Fruela I. Las memorias de la ciudad, los historiadores y las crónicas de esos tiempos han ido dejando señales de esas certezas. Pero nunca un tabique de aquella época había asomado su faz dentro del templo catedralicio. Ahora ha sucedido. En plena restauración de la capilla de Covadonga, cuando el equipo que trabaja con los arquitectos Jorge Hevia y Cosme Cuenca, autores del plan director de la catedral, levantó para su rehabilitación el retablo que soportaba la pared del fondo, apareció la historia en todo su esplendor.
Debajo de aquellas maderas de pino, «destrozadas por las polillas y el tiempo», quedaba al descubierto una joya prerrománica, levantada en pleno siglo VIII. «Es la torre de San Miguel», dice un entusiasmado Hevia, que sabía que su estructura lindaba con el lugar en el que fue hallada, pero no esperaba que su mirada pudiera tener «el privilegio de contemplarla» desde dentro de la Catedral.
La torre, que pertenece al palacio de Fruela I, estaba tapada totalmente. El retablo que envolvía la imagen de la virgen que da nombre a la capilla se encargaba de que la construcción altomedieval no se dejara ver, que quedara fuera del conjunto, sin mezclarse con los espacios barrocos del arquitecto Juan de Naveda, que se encargó de toda la girola o deambulatorio hacia la mitad del siglo XVII.
Y ahora que ha quedado a la vista ya nunca volverá a ser tapada. El retablo, «de un valor mínimo y absolutamente destrozado, tanto que los canónigos temían que pudiera contagiar otras estructuras de madera», no regresará a su lugar de origen. La virgen sí. «Habrá que idear una manera de reponerla en su altar, pero sin tapar como antes la visión del muro prerrománico».
La capilla de Covadonga, en la que es muy evidente «la delicada mano del arquitecto Naveda, muy diferente a la que solían tener los barrocos», advierte Hevia, es la primera que se encuentra el visitante a la espalda de la girola, la estructura de forma heptagonal que alberga entre sus primitivos contrafuertes pequeñas capillas de testero plano, adornadas con retablos barrocos de influencia italiana.
La de Covadonga es uno de esos espacios con altar propio. Es la primera capilla de ese deambularotio si accede a él por su parte derecha. La última si el que recorre la catedral lo hace penetrando en la girola por la izquierda, un camino más lógico, ya que queda en el tránsito mismo de la entrada principal del templo.
Linda por tanto el muro de la Torre de San Miguel con la Cámara Santa. De hecho, en él se aprecia una especie de ventana, que en su origen sería puerta de un piso superior, por la que se accedería, descendiendo, directamente a ella, a la Cámara Santa.
También llamada capilla de San Miguel, quizá por la cercanía con la torre, de hecho también es prerrománica, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Reformada en el siglo XII, sustituyendo la antigua cubierta por una bóveda de cañón, sustentada sobre arcos fajones que se apoyan sobre dobles columnas. Las esculturas que adornan esta capilla son consideradas una de las mejores obras y muestras del románico. Los expertos otorgan la mayor trascendencia y el mayor valor de las tallas presentes a la de El Salvador. De procedencia románica se cree que fue realizada para presidir el altar mayor de la catedral. Muy venerada por los peregrinos, de hecho se le atribuyeron numerosos milagros.
Por lo que se refiere a la capilla de Covadonga, en la que se ha descubierto el muro prerrománico, fue originariamente construida para albergar los restos del Obispo Gutierre de Toledo y dedicada, en un principio no a la virgen de Covadonga, sino a San Ildefonso. Es anterior a la girola. En realidad, tuvo que ser destruida para que se pudiera levantar ésta. En la actualidad es la Virgen de Covadonga la imagen que se venera y con ella se encuentran los restos de Melchor García Sampedro.
La catedral de Oviedo, una de las joyas del gótico tardío español, tiene, además de ese pasado prerrománico, herencias románicas (bóvedas y apostolado de la Cámara Santa), renacentista (remate de la torre) y barroco (girola, capilla del Rey Casto, entre otras).
Sobre sus viejos pilares del siglo VIII comenzó a edificarse a finales del siglo XIII por la sala capitular y el claustro, y su construcción se prolongó durante unos cuatrocientos años hasta el remate de la torre a mediados del siglo XVI. Posteriormente se añadiría la girola y las diversas capillas anexas a las naves laterales. Fue Alfonso II quien propició la construcción de la iglesia de Santa María y el palacio regio, situados al Norte y Sur, respectivamente, de la primitiva basílica de San Salvador, que con las sucesivas ampliaciones de la catedral fueron absorbidas, integrando en la nueva arquitectura la antigua capilla palatina, la Cámara Santa.
Su construcción obliga a la demolición de la anterior basílica románica y prerrománica. Siendo obispo Gutierre de Toledo (1377-1389), la obra recibe un impulso definitivo.
Que la catedral de Oviedo se levanta sobre pilares altomedievales es asunto sabido y hecho histórico probado. Sus sillares se asientan originariamente sobre los de una basílica mandada construir por el rey Alfonso II, el Casto, que consolidó sus muros entre los años 791 y 842, bajo la advocación de San Salvador. Se sabe también que bajo dicho templo había sido edificada varios años antes una vieja iglesia, destruida a finales del siglo VIII por los árabes, que cobijó escenas religiosas para el mismísimo Fruela I. Las memorias de la ciudad, los historiadores y las crónicas de esos tiempos han ido dejando señales de esas certezas. Pero nunca un tabique de aquella época había asomado su faz dentro del templo catedralicio. Ahora ha sucedido. En plena restauración de la capilla de Covadonga, cuando el equipo que trabaja con los arquitectos Jorge Hevia y Cosme Cuenca, autores del plan director de la catedral, levantó para su rehabilitación el retablo que soportaba la pared del fondo, apareció la historia en todo su esplendor.
Debajo de aquellas maderas de pino, «destrozadas por las polillas y el tiempo», quedaba al descubierto una joya prerrománica, levantada en pleno siglo VIII. «Es la torre de San Miguel», dice un entusiasmado Hevia, que sabía que su estructura lindaba con el lugar en el que fue hallada, pero no esperaba que su mirada pudiera tener «el privilegio de contemplarla» desde dentro de la Catedral.
La torre, que pertenece al palacio de Fruela I, estaba tapada totalmente. El retablo que envolvía la imagen de la virgen que da nombre a la capilla se encargaba de que la construcción altomedieval no se dejara ver, que quedara fuera del conjunto, sin mezclarse con los espacios barrocos del arquitecto Juan de Naveda, que se encargó de toda la girola o deambulatorio hacia la mitad del siglo XVII.
Y ahora que ha quedado a la vista ya nunca volverá a ser tapada. El retablo, «de un valor mínimo y absolutamente destrozado, tanto que los canónigos temían que pudiera contagiar otras estructuras de madera», no regresará a su lugar de origen. La virgen sí. «Habrá que idear una manera de reponerla en su altar, pero sin tapar como antes la visión del muro prerrománico».
La capilla de Covadonga, en la que es muy evidente «la delicada mano del arquitecto Naveda, muy diferente a la que solían tener los barrocos», advierte Hevia, es la primera que se encuentra el visitante a la espalda de la girola, la estructura de forma heptagonal que alberga entre sus primitivos contrafuertes pequeñas capillas de testero plano, adornadas con retablos barrocos de influencia italiana.
La de Covadonga es uno de esos espacios con altar propio. Es la primera capilla de ese deambularotio si accede a él por su parte derecha. La última si el que recorre la catedral lo hace penetrando en la girola por la izquierda, un camino más lógico, ya que queda en el tránsito mismo de la entrada principal del templo.
Linda por tanto el muro de la Torre de San Miguel con la Cámara Santa. De hecho, en él se aprecia una especie de ventana, que en su origen sería puerta de un piso superior, por la que se accedería, descendiendo, directamente a ella, a la Cámara Santa.
También llamada capilla de San Miguel, quizá por la cercanía con la torre, de hecho también es prerrománica, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Reformada en el siglo XII, sustituyendo la antigua cubierta por una bóveda de cañón, sustentada sobre arcos fajones que se apoyan sobre dobles columnas. Las esculturas que adornan esta capilla son consideradas una de las mejores obras y muestras del románico. Los expertos otorgan la mayor trascendencia y el mayor valor de las tallas presentes a la de El Salvador. De procedencia románica se cree que fue realizada para presidir el altar mayor de la catedral. Muy venerada por los peregrinos, de hecho se le atribuyeron numerosos milagros.
Por lo que se refiere a la capilla de Covadonga, en la que se ha descubierto el muro prerrománico, fue originariamente construida para albergar los restos del Obispo Gutierre de Toledo y dedicada, en un principio no a la virgen de Covadonga, sino a San Ildefonso. Es anterior a la girola. En realidad, tuvo que ser destruida para que se pudiera levantar ésta. En la actualidad es la Virgen de Covadonga la imagen que se venera y con ella se encuentran los restos de Melchor García Sampedro.
La catedral de Oviedo, una de las joyas del gótico tardío español, tiene, además de ese pasado prerrománico, herencias románicas (bóvedas y apostolado de la Cámara Santa), renacentista (remate de la torre) y barroco (girola, capilla del Rey Casto, entre otras).
Sobre sus viejos pilares del siglo VIII comenzó a edificarse a finales del siglo XIII por la sala capitular y el claustro, y su construcción se prolongó durante unos cuatrocientos años hasta el remate de la torre a mediados del siglo XVI. Posteriormente se añadiría la girola y las diversas capillas anexas a las naves laterales. Fue Alfonso II quien propició la construcción de la iglesia de Santa María y el palacio regio, situados al Norte y Sur, respectivamente, de la primitiva basílica de San Salvador, que con las sucesivas ampliaciones de la catedral fueron absorbidas, integrando en la nueva arquitectura la antigua capilla palatina, la Cámara Santa.
Su construcción obliga a la demolición de la anterior basílica románica y prerrománica. Siendo obispo Gutierre de Toledo (1377-1389), la obra recibe un impulso definitivo.
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