Un equipo de arqueólogos investigará los orígenes de Ambás (Grado)
21/2/17 .- http://lavozdeltrubia.es
Un equipo de arqueólogos investigará los orígenes de Ambás (Grado)
“El paisaje de Asturias es cultural, no natural, y ha sobrevivido milenios, pero quizá no resista la gran transformación de este siglo”, alerta Margarita Fernández Mier, directora de las excavaciones de Belmonte y colaboradora de las de Santo Adriano.
En Vigaña documentó la acción humana sobre el entorno desde el Neolítico, y localizó un ajuar funerario del siglo VII que se exhibirá en el Museo Arqueológico de Asturias
“Creemos que Asturias es un paraíso natural, pero se trata, en realidad, de un paraíso cultural. El paisaje rural asturiano es producto del paisano y se ha mantenido durante milenios de una forma bastante estable desde la Alta Edad Media. Es un paisaje que me gusta llamar resiliente, porque ha sobrevivido a multitud de cambios y revoluciones, aunque es posible que no resista al gran cambio del siglo XXI”. La arqueóloga Margarita Fernández Mier lleva desde 2009 dirigiendo en Vigaña (Belmonte de Miranda) el equipo de Arqueología Agraria, un proyecto que también realiza investigaciones en Villanueva (Santo Adriano). Sus estudios caminan en la dirección opuesta a la arqueología tradicional: busca donde parece que nunca ha pasado nada, lejos de los monumentos y los grandes centros de poder, donde se desarrolló la vida del hombre común.
Es un territorio aparentemente vacío pero lleno de información, con hallazgos en ocasiones apasionantes. Fernández Mier mostró los resultados de sus investigaciones en la Casa de Cultura de Grado, en una conferencia en la que anunció que su próximo proyecto se desarrollará en el concejo, en concreto en Ambás. “Es un lugar que lo tiene todo, cueva, castro, torre que puede ser medieval, y una amplia investigación previa”, aseguró, en referencia a la realizada, recurriendo a los testimonios orales, por Xosé Ambás, que estaba presente en la sala.
Y es que la Arqueología Agraria, según explicó Mier, busca documentar cómo se creó el paisaje que conocemos, y parte de los recuerdos que se conservan de generación en generación. Porque si un prao se llama castiello, es probable que por allí cerca haya un castro. Así afrontó esta investigadora de la Universidad de León, recién incorporada a la Universidad de Oviedo, su trabajo en Vigaña (Belmonte), un lugar al que la unían lazos familiares, lo que facilitó que obtuviera los permisos para excavar, junto con sus alumnos, en un viaje al pasado para comprender cómo se han relacionado durante milenios los humanos y la naturaleza. Porque hay arqueólogos que investigan reyes y pirámides, pero ella prefiere indagar “en la importancia del paisano, dando valor histórico y voz al hombre normal”, también con la idea de que el conocimiento lleva al respeto, en un mundo en el que lo rural está muy desprestigiado.
En Vigaña sus investigaciones no han podido ser más brillantes, como relató con entusiasmo. Y es que durante las sucesivas campañas, logró documentar dos periodos muy oscuros y poco estudiados de la historia de Asturias; encontró un asentamiento neolítico, y localizó un enterramiento del siglo VII, previo al Reino de Asturias, con un ajuar de guerrero (con espada, y hebilla) que pronto podrá verse en el Museo Arqueológico de Asturias. Su trabajo suele fabricarse más sobre la investigación concienzuda: en Vigaña partió de la aldea, analizó los documentos del siglo XII que se conservan en el monasterio de Belmonte, se fijó en los límites que el poder eclesiástico fijaba para el pueblo, y en ese círculo desarrolló sus investigaciones, que han logrado documentar la presencia humana en la zona, y su efecto en la deforestación y la creación de pastos y zonas cultivables, desde hace nada menos que 6.000 años. El estudio del terreno, de las semillas, del polen, de los restos de fauna, es lo habitual en su trabajo, “una labor poco espectacular pero que da mucha información”. Pero en Vigaña también se encontró con lo excepcional. “Del Neolítico en Asturias se sabe muy poco, sólo conocíamos los túmulos megalíticos, enterramientos que aparecen en las zonas altas de las sierras. No se sabe nada de los asentamientos, porque debían de ser de materiales perecederos, difíciles de documentar”, aseguró. En el curso de sus investigaciones, estudiando una terraza cultivable de maíz, profundizaron en una cata y en un estrato antiguo hallaron un derrumbe de piedras. “Encontramos un hogar que pertenecía a una casa de forma rectangular. Lo datamos con carbono catorce. Tenía 6.000 años”, contó, con ojos brillantes. Se trata de uno de los asentamientos documentados del periodo más importantes de la cornisa cantábrica. “Así que podemos decir que la transformación del paisaje de Vigaña por la acción humana comenzó hace 6.000 años”. Excavó también un castro, y varias necrópolis. Una de ellas, la asociada a la iglesia, le dio otra de las grandes alegrías de la investigación: el hallazgo de un ajuar de guerrero o de hombre de poder, enterrado con su propietario como seña de prestigio, una espada y una hebilla que cuando finalice la memoria de la excavación podrán verse en el Museo Arqueológico de Asturias.
Eso, y la progresiva relación con el pueblo, con el que hacen talleres anuales en los que cada vez se involucran más los vecinos (han construido y mantienen una cabaña de avellano entrelazado; enseñan a los niños a hacer vasijas con barro…) son algunas de las satisfacciones que Fernández Mier se lleva de un proyecto que tiene mucho, dijo, de “voluntarista”: la financiación es precaria, proviene del Ministerio y del Ayuntamiento de Belmonte de Miranda (en el caso de Santo Adriano, de la Universidad de Londres), pero apenas del Gobierno regional, del que, dijo, recibe “apoyo moral” en forma de permisos anuales para seguir investigando.
“El paisaje de Asturias es cultural, no natural, y ha sobrevivido milenios, pero quizá no resista la gran transformación de este siglo”, alerta Margarita Fernández Mier, directora de las excavaciones de Belmonte y colaboradora de las de Santo Adriano.
En Vigaña documentó la acción humana sobre el entorno desde el Neolítico, y localizó un ajuar funerario del siglo VII que se exhibirá en el Museo Arqueológico de Asturias
“Creemos que Asturias es un paraíso natural, pero se trata, en realidad, de un paraíso cultural. El paisaje rural asturiano es producto del paisano y se ha mantenido durante milenios de una forma bastante estable desde la Alta Edad Media. Es un paisaje que me gusta llamar resiliente, porque ha sobrevivido a multitud de cambios y revoluciones, aunque es posible que no resista al gran cambio del siglo XXI”. La arqueóloga Margarita Fernández Mier lleva desde 2009 dirigiendo en Vigaña (Belmonte de Miranda) el equipo de Arqueología Agraria, un proyecto que también realiza investigaciones en Villanueva (Santo Adriano). Sus estudios caminan en la dirección opuesta a la arqueología tradicional: busca donde parece que nunca ha pasado nada, lejos de los monumentos y los grandes centros de poder, donde se desarrolló la vida del hombre común.
Es un territorio aparentemente vacío pero lleno de información, con hallazgos en ocasiones apasionantes. Fernández Mier mostró los resultados de sus investigaciones en la Casa de Cultura de Grado, en una conferencia en la que anunció que su próximo proyecto se desarrollará en el concejo, en concreto en Ambás. “Es un lugar que lo tiene todo, cueva, castro, torre que puede ser medieval, y una amplia investigación previa”, aseguró, en referencia a la realizada, recurriendo a los testimonios orales, por Xosé Ambás, que estaba presente en la sala.
Y es que la Arqueología Agraria, según explicó Mier, busca documentar cómo se creó el paisaje que conocemos, y parte de los recuerdos que se conservan de generación en generación. Porque si un prao se llama castiello, es probable que por allí cerca haya un castro. Así afrontó esta investigadora de la Universidad de León, recién incorporada a la Universidad de Oviedo, su trabajo en Vigaña (Belmonte), un lugar al que la unían lazos familiares, lo que facilitó que obtuviera los permisos para excavar, junto con sus alumnos, en un viaje al pasado para comprender cómo se han relacionado durante milenios los humanos y la naturaleza. Porque hay arqueólogos que investigan reyes y pirámides, pero ella prefiere indagar “en la importancia del paisano, dando valor histórico y voz al hombre normal”, también con la idea de que el conocimiento lleva al respeto, en un mundo en el que lo rural está muy desprestigiado.
En Vigaña sus investigaciones no han podido ser más brillantes, como relató con entusiasmo. Y es que durante las sucesivas campañas, logró documentar dos periodos muy oscuros y poco estudiados de la historia de Asturias; encontró un asentamiento neolítico, y localizó un enterramiento del siglo VII, previo al Reino de Asturias, con un ajuar de guerrero (con espada, y hebilla) que pronto podrá verse en el Museo Arqueológico de Asturias. Su trabajo suele fabricarse más sobre la investigación concienzuda: en Vigaña partió de la aldea, analizó los documentos del siglo XII que se conservan en el monasterio de Belmonte, se fijó en los límites que el poder eclesiástico fijaba para el pueblo, y en ese círculo desarrolló sus investigaciones, que han logrado documentar la presencia humana en la zona, y su efecto en la deforestación y la creación de pastos y zonas cultivables, desde hace nada menos que 6.000 años. El estudio del terreno, de las semillas, del polen, de los restos de fauna, es lo habitual en su trabajo, “una labor poco espectacular pero que da mucha información”. Pero en Vigaña también se encontró con lo excepcional. “Del Neolítico en Asturias se sabe muy poco, sólo conocíamos los túmulos megalíticos, enterramientos que aparecen en las zonas altas de las sierras. No se sabe nada de los asentamientos, porque debían de ser de materiales perecederos, difíciles de documentar”, aseguró. En el curso de sus investigaciones, estudiando una terraza cultivable de maíz, profundizaron en una cata y en un estrato antiguo hallaron un derrumbe de piedras. “Encontramos un hogar que pertenecía a una casa de forma rectangular. Lo datamos con carbono catorce. Tenía 6.000 años”, contó, con ojos brillantes. Se trata de uno de los asentamientos documentados del periodo más importantes de la cornisa cantábrica. “Así que podemos decir que la transformación del paisaje de Vigaña por la acción humana comenzó hace 6.000 años”. Excavó también un castro, y varias necrópolis. Una de ellas, la asociada a la iglesia, le dio otra de las grandes alegrías de la investigación: el hallazgo de un ajuar de guerrero o de hombre de poder, enterrado con su propietario como seña de prestigio, una espada y una hebilla que cuando finalice la memoria de la excavación podrán verse en el Museo Arqueológico de Asturias.
Eso, y la progresiva relación con el pueblo, con el que hacen talleres anuales en los que cada vez se involucran más los vecinos (han construido y mantienen una cabaña de avellano entrelazado; enseñan a los niños a hacer vasijas con barro…) son algunas de las satisfacciones que Fernández Mier se lleva de un proyecto que tiene mucho, dijo, de “voluntarista”: la financiación es precaria, proviene del Ministerio y del Ayuntamiento de Belmonte de Miranda (en el caso de Santo Adriano, de la Universidad de Londres), pero apenas del Gobierno regional, del que, dijo, recibe “apoyo moral” en forma de permisos anuales para seguir investigando.
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