Joaquín Yarza Luaces, el magisterio que no cesa
10/3/16 .- http://cultura.elpais.com/
Joaquín Yarza Luaces, el magisterio que no cesa
El estudioso fue un maestro capital, referente insustituible en la renovación de la docencia y la investigación en la Historia del Arte Medieval
Joaquin Yarza Luaces (Ferrol, 1936 – Barcelona, 2016) fue un maestro capital, referente insustituible en la renovación de la docencia y la investigación en la Historia del Arte Medieval en la academia universitaria española a lo largo de cuatro décadas. Sin lugar a dudas, hay un antes y un después de Joaquín Yarza en los estudios sobre la iconografía y la semántica visual del arte medieval hispano, desde la miniatura altomedieval hasta la plástica monumental del último gótico. Con justicia, su tarea infatigable ha sido reconocida y tributada por discípulos y colegas internacionales.
Tras sus iniciales estudios en ingeniería naval, descubrió su vocación vital, que cultivo como una férrea pasión: la historia del arte, como aspiración de belleza y expresión de mentalidades. Se formó en la Universidad Complutense de la mano de José María de Azcárate Ristori y se inició en el estudio de la pintura renacentista española (Juan de Navarrete, el Mudo). Se doctoró con un inédito estudio sobre la miniatura castellana y leonesa del periodo románico.
Impartió docencia en las Universidades Complutense (1965-1969), Autónoma de Madrid (1968-1974), de Barcelona (1974-1981) y Autónoma de Barcelona (1981-2006), donde fue catedrático de Historia del Arte. Impulso el Comité Español de Historiadores del Arte, del que fue presidente (1982-1988), y fue miembro de la Junta de Museos de Barcelona y de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio artístico, tanto en el ámbito estatal como en el catalán.
Ha sido reconocido como el mayor especialista en manuscritos iluminados de la Edad Media y proverbial era, además, su autoridad en torno a las imágenes del fascinante imaginario medieval. Autor de manuales de historia del arte medieval español, con los que se han formado durante décadas generaciones de jóvenes historiadores de nuestro país, asentó su autoridad intelectual a través de estudios monumentales centrados en los grandes promotores artísticos de los siglos XIV y XV (Pedro el Ceremonioso, Luis de Acuña, o los Reyes Católicos) y de los artistas más relevantes de aquel periodo (Ferrer Bassa, Gil de Siloé, Alejo de Vahía o El Bosco). Inició la renovación del paisaje de los catálogos de museos catalanes, como el de Solsona o el Marés de Barcelona, en ambos casos codo con codo con su esposa, Francesca Español Bertrán. Sus méritos académicos se multiplicaron en su madurez: cofundador y director de la revista de arte Locus Amoenus (UAB), promotor de congresos dedicados a los estudios de catedrales (Lleida, Santo Domingo de la Calzada o León) o la caracterización intelectual y social de los artistas-artesanos en la Baja Edad Media de la Corona de Aragón (con Francesc Fité), de libros capitales dedicados a la miniatura medieval ibérica o a los claustros románicos hispanos, comisario de exposiciones sobre argumentos artísticos de referencia internacional (esmaltes de Limoges-Silos, el arte suntuario de Las Huelgas, la producción artística en tiempos de Carlos I o Alejo de Vahía), Además, ofreció al mercado editorial español la inmarcesible colección de fuentes documentales de arte medieval. El salto cualitativo que el prof. Yarza imprimió en los estudios histórico-artísticos hispanos vino dado por su riguroso examen de las imágenes a la luz de los textos y a la inversa, ampliando la mirada y la capacidad de escrutinio de tantos otros investigadores.
Su tenaz compromiso con la herencia cultural de nuestro país y con el desarrollo intelectual de nuestra sociedad se conjugó con un crecimiento intelectual proteico. De orígenes vascos, nació y creció en Galicia, se formó y comenzó a instruir a otros en el corazón de Castilla, y culminó su obra y trayectoria profesional y honorífica en Cataluña. Su biografía constituía un compendio de miradas y conciencias complementarias, lo que le previno contra cualquier perspectiva excluyente.
Joaquín Yarza, melómano exquisito, fue por encima de todo un gran maestro, generador inusual de una escuela de estudio que se ha prodigado por diferentes universidades, principalmente catalanas, cuya huella investigadora y formativa se multiplica en el presente. Maestro de maestros, iluminaba con su sabiduría sobre tan variados campos que el perfil de humanista no era tópico en su hechura. Escuchaba a sus alumnos incluso antes de que lo fueran, permitió que sus discípulos crecieran y germinaran sin lastres o peajes, y mantuvo a lo largo de toda su trayectoria una integridad moral que deberá ser recordada como ejemplo y referente porque huyó de concesiones, especulaciones o atajos. Joaquín Yarza fue maestro porque creyó en el mérito y en el compromiso, porque alentó y concedió. Su letra y su palabra nos servirá de antídoto contra las tentaciones del tibio posibilismo.
El estudioso fue un maestro capital, referente insustituible en la renovación de la docencia y la investigación en la Historia del Arte Medieval
Joaquin Yarza Luaces (Ferrol, 1936 – Barcelona, 2016) fue un maestro capital, referente insustituible en la renovación de la docencia y la investigación en la Historia del Arte Medieval en la academia universitaria española a lo largo de cuatro décadas. Sin lugar a dudas, hay un antes y un después de Joaquín Yarza en los estudios sobre la iconografía y la semántica visual del arte medieval hispano, desde la miniatura altomedieval hasta la plástica monumental del último gótico. Con justicia, su tarea infatigable ha sido reconocida y tributada por discípulos y colegas internacionales.
Tras sus iniciales estudios en ingeniería naval, descubrió su vocación vital, que cultivo como una férrea pasión: la historia del arte, como aspiración de belleza y expresión de mentalidades. Se formó en la Universidad Complutense de la mano de José María de Azcárate Ristori y se inició en el estudio de la pintura renacentista española (Juan de Navarrete, el Mudo). Se doctoró con un inédito estudio sobre la miniatura castellana y leonesa del periodo románico.
Impartió docencia en las Universidades Complutense (1965-1969), Autónoma de Madrid (1968-1974), de Barcelona (1974-1981) y Autónoma de Barcelona (1981-2006), donde fue catedrático de Historia del Arte. Impulso el Comité Español de Historiadores del Arte, del que fue presidente (1982-1988), y fue miembro de la Junta de Museos de Barcelona y de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio artístico, tanto en el ámbito estatal como en el catalán.
Ha sido reconocido como el mayor especialista en manuscritos iluminados de la Edad Media y proverbial era, además, su autoridad en torno a las imágenes del fascinante imaginario medieval. Autor de manuales de historia del arte medieval español, con los que se han formado durante décadas generaciones de jóvenes historiadores de nuestro país, asentó su autoridad intelectual a través de estudios monumentales centrados en los grandes promotores artísticos de los siglos XIV y XV (Pedro el Ceremonioso, Luis de Acuña, o los Reyes Católicos) y de los artistas más relevantes de aquel periodo (Ferrer Bassa, Gil de Siloé, Alejo de Vahía o El Bosco). Inició la renovación del paisaje de los catálogos de museos catalanes, como el de Solsona o el Marés de Barcelona, en ambos casos codo con codo con su esposa, Francesca Español Bertrán. Sus méritos académicos se multiplicaron en su madurez: cofundador y director de la revista de arte Locus Amoenus (UAB), promotor de congresos dedicados a los estudios de catedrales (Lleida, Santo Domingo de la Calzada o León) o la caracterización intelectual y social de los artistas-artesanos en la Baja Edad Media de la Corona de Aragón (con Francesc Fité), de libros capitales dedicados a la miniatura medieval ibérica o a los claustros románicos hispanos, comisario de exposiciones sobre argumentos artísticos de referencia internacional (esmaltes de Limoges-Silos, el arte suntuario de Las Huelgas, la producción artística en tiempos de Carlos I o Alejo de Vahía), Además, ofreció al mercado editorial español la inmarcesible colección de fuentes documentales de arte medieval. El salto cualitativo que el prof. Yarza imprimió en los estudios histórico-artísticos hispanos vino dado por su riguroso examen de las imágenes a la luz de los textos y a la inversa, ampliando la mirada y la capacidad de escrutinio de tantos otros investigadores.
Su tenaz compromiso con la herencia cultural de nuestro país y con el desarrollo intelectual de nuestra sociedad se conjugó con un crecimiento intelectual proteico. De orígenes vascos, nació y creció en Galicia, se formó y comenzó a instruir a otros en el corazón de Castilla, y culminó su obra y trayectoria profesional y honorífica en Cataluña. Su biografía constituía un compendio de miradas y conciencias complementarias, lo que le previno contra cualquier perspectiva excluyente.
Joaquín Yarza, melómano exquisito, fue por encima de todo un gran maestro, generador inusual de una escuela de estudio que se ha prodigado por diferentes universidades, principalmente catalanas, cuya huella investigadora y formativa se multiplica en el presente. Maestro de maestros, iluminaba con su sabiduría sobre tan variados campos que el perfil de humanista no era tópico en su hechura. Escuchaba a sus alumnos incluso antes de que lo fueran, permitió que sus discípulos crecieran y germinaran sin lastres o peajes, y mantuvo a lo largo de toda su trayectoria una integridad moral que deberá ser recordada como ejemplo y referente porque huyó de concesiones, especulaciones o atajos. Joaquín Yarza fue maestro porque creyó en el mérito y en el compromiso, porque alentó y concedió. Su letra y su palabra nos servirá de antídoto contra las tentaciones del tibio posibilismo.
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