El mar devora un yacimiento romano y medieval en una playa de Viveiro (Galicia)
4/3/15 .- http://ccaa.elpais.com/
El mar devora un yacimiento romano y medieval en una playa de Viveiro
Costas abrió catas arqueológicas en 2007 y anunció 3,2 millones para recuperar el enclave. Ocho años después, los temporales arrasan los vestigios protegidos con lonas
El mar en calma ganó muchos metros a la Praia de Area desde la Edad Media. Cuando los romanos eligieron este paisaje de Viveiro para construir una fábrica de salazón, con su correspondiente núcleo habitado, el suelo sobre el que se asentaba mantenía una prudencial distancia con las olas. El tiempo, el abandono y el viento, formaron una montaña de arena que lo ocultó todo, y sobre esa duna de Estabañón, que seguía zafándose del mar, en la Edad Media volvieron a levantarse los recios y altísimos muros de una villa.
De nuevo el viento hizo su trabajo, y los niños de A Mariña que corrían sobre aquel promontorio de arena y vegetación, poblado de sauces, no podían imaginar el singular testimonio de historia apilada sobre el que jugaban. Aunque todo esto cambió en 1951, cuando el mar, que durante siglos, sigilosamente, se había ido acercando, atacó por sorpresa el yacimiento y de un mordisco sacó a la luz las tripas del montículo. Con el tiempo, a las diferentes capas, la tardorromana y la medieval, los arqueólogos las llamaron Estabañón 1 y Estabañón 2, al estilo de las actuales promociones de viviendas.
Pero lo que un fuerte temporal rescató del olvido a mediados del XX, está siendo devorado por el tiempo bravo de 60 años después. Desde el siglo VI hasta hoy, el nivel del mar subió un par de metros. En el XXI, las mareas vivas alcanzan y van lamiendo el yacimiento, y cuando las piedras más voluminosas se tambalean, un día cualquiera de invierno llega una enorme ola y las hace desaparecer en la barriga del Cantábrico. Desde el año pasado, dos de los tres pilones de la factoría de conservas que aparecieron a los pies del enclave, al nivel de la playa, fabricados en opus caementitium —el hormigón de los romanos— fueron engullidas con todas las piedras que les servían de sustento en un suspiro. Cuando, después del temporal, los vecinos volvieron a la playa, aquellas estructuras de dos milenios habían desaparecido.
Los colectivos MariñaPatrimonio, Adega y Pensamento Sementeira dieron ayer la voz de alarma. Piden una intervención urgente —pero eficaz— del Servicio de Costas (Ministerio de Medio Ambiente) y de la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta para que el poblado anegado por las aguas en Estabañón no acabe desapareciendo con los temporales que todavía se esperan este año.
De momento, según ellos, todas las intervenciones del ministerio quedaron cortas o marraron en su objetivo. Parece extraño que el organismo competente en materia de costas no conozca la fuerza del mar. Estos colectivos denuncian que la única medida que tomó para frenar las dentelladas de las olas fue tapar las catas arqueológicas que encargó en 2007 (y que confirmaron la importancia del lugar) con una cubierta geotextil y “paladas” de arena; un abrigo económico de 30 centímetros de grosor que “a la primera alerta naranja” quedó hecho jirones.
Los últimos capítulos de la historia de Estabañón son los más tristes en dos mil años. Después de emerger de la arena durante el temporal de 1951, estuvo a punto de ser destruido por Costas en 1996, en plena fiebre de los paseos marítimos. La empresa constructora llegó a dañar el yacimiento inventariado con una pala excavadora, que dejó grabada para siempre su huella indeleble. Si aquella obra no siguió adelante, fue porque la paralizó Patrimonio.
Pero en 2007, de nuevo Costas se acordó de aquel lugar. Encargó una serie de catas y el equipo de arqueólogos concluyó que se trataba de una villa y factoría romana que servía de base a otra villa habitada posiblemente desde el siglo VI. Al año siguiente, y todavía antes de la gran era de los recortes, el mismo departamento de Medio Ambiente anunció una inversión de 3,2 millones de euros para recuperar el yacimiento. Pero la promesa desapareció de la boca de los políticos como después los pilones de cemento romano de la Praia de Area.
Y lo peor fue que durante varios años las catas quedaron a la intemperie, desprotegidas por completo de la fuerza tozuda del mar. Las fotos de denuncia de MariñaPatrimonio, Adega y Pensamento Sementeira muestran el lugar vestido con las telas de Costas el 22 de enero de 2014 y desnudo y arrasado 19 días más tarde.
El remedio del Gobierno, otra vez, pasó por cubrir con más geotextil los vestigios arqueológicos que no había tragado el temporal. Los vecinos todavía no saben con qué objetivo, poco después un grupo de operarios movilizado por alguna orden del mismo organismo de Medio Ambiente taló los árboles que todavía sobrevivían a los temporales y que sustentaban con sus troncos y raíces la conservera romana. “Eran una barrera natural”, lamenta Manuel Miranda, portavoz de MariñaPatrimonio. Hoy, advierte la asociación, sin sauces, con una “ridícula capa” de tela y solo 30 centímetros de arena, “Estabañón es más vulnerable que nunca”.
Costas abrió catas arqueológicas en 2007 y anunció 3,2 millones para recuperar el enclave. Ocho años después, los temporales arrasan los vestigios protegidos con lonas
El mar en calma ganó muchos metros a la Praia de Area desde la Edad Media. Cuando los romanos eligieron este paisaje de Viveiro para construir una fábrica de salazón, con su correspondiente núcleo habitado, el suelo sobre el que se asentaba mantenía una prudencial distancia con las olas. El tiempo, el abandono y el viento, formaron una montaña de arena que lo ocultó todo, y sobre esa duna de Estabañón, que seguía zafándose del mar, en la Edad Media volvieron a levantarse los recios y altísimos muros de una villa.
De nuevo el viento hizo su trabajo, y los niños de A Mariña que corrían sobre aquel promontorio de arena y vegetación, poblado de sauces, no podían imaginar el singular testimonio de historia apilada sobre el que jugaban. Aunque todo esto cambió en 1951, cuando el mar, que durante siglos, sigilosamente, se había ido acercando, atacó por sorpresa el yacimiento y de un mordisco sacó a la luz las tripas del montículo. Con el tiempo, a las diferentes capas, la tardorromana y la medieval, los arqueólogos las llamaron Estabañón 1 y Estabañón 2, al estilo de las actuales promociones de viviendas.
Pero lo que un fuerte temporal rescató del olvido a mediados del XX, está siendo devorado por el tiempo bravo de 60 años después. Desde el siglo VI hasta hoy, el nivel del mar subió un par de metros. En el XXI, las mareas vivas alcanzan y van lamiendo el yacimiento, y cuando las piedras más voluminosas se tambalean, un día cualquiera de invierno llega una enorme ola y las hace desaparecer en la barriga del Cantábrico. Desde el año pasado, dos de los tres pilones de la factoría de conservas que aparecieron a los pies del enclave, al nivel de la playa, fabricados en opus caementitium —el hormigón de los romanos— fueron engullidas con todas las piedras que les servían de sustento en un suspiro. Cuando, después del temporal, los vecinos volvieron a la playa, aquellas estructuras de dos milenios habían desaparecido.
Los colectivos MariñaPatrimonio, Adega y Pensamento Sementeira dieron ayer la voz de alarma. Piden una intervención urgente —pero eficaz— del Servicio de Costas (Ministerio de Medio Ambiente) y de la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta para que el poblado anegado por las aguas en Estabañón no acabe desapareciendo con los temporales que todavía se esperan este año.
De momento, según ellos, todas las intervenciones del ministerio quedaron cortas o marraron en su objetivo. Parece extraño que el organismo competente en materia de costas no conozca la fuerza del mar. Estos colectivos denuncian que la única medida que tomó para frenar las dentelladas de las olas fue tapar las catas arqueológicas que encargó en 2007 (y que confirmaron la importancia del lugar) con una cubierta geotextil y “paladas” de arena; un abrigo económico de 30 centímetros de grosor que “a la primera alerta naranja” quedó hecho jirones.
Los últimos capítulos de la historia de Estabañón son los más tristes en dos mil años. Después de emerger de la arena durante el temporal de 1951, estuvo a punto de ser destruido por Costas en 1996, en plena fiebre de los paseos marítimos. La empresa constructora llegó a dañar el yacimiento inventariado con una pala excavadora, que dejó grabada para siempre su huella indeleble. Si aquella obra no siguió adelante, fue porque la paralizó Patrimonio.
Pero en 2007, de nuevo Costas se acordó de aquel lugar. Encargó una serie de catas y el equipo de arqueólogos concluyó que se trataba de una villa y factoría romana que servía de base a otra villa habitada posiblemente desde el siglo VI. Al año siguiente, y todavía antes de la gran era de los recortes, el mismo departamento de Medio Ambiente anunció una inversión de 3,2 millones de euros para recuperar el yacimiento. Pero la promesa desapareció de la boca de los políticos como después los pilones de cemento romano de la Praia de Area.
Y lo peor fue que durante varios años las catas quedaron a la intemperie, desprotegidas por completo de la fuerza tozuda del mar. Las fotos de denuncia de MariñaPatrimonio, Adega y Pensamento Sementeira muestran el lugar vestido con las telas de Costas el 22 de enero de 2014 y desnudo y arrasado 19 días más tarde.
El remedio del Gobierno, otra vez, pasó por cubrir con más geotextil los vestigios arqueológicos que no había tragado el temporal. Los vecinos todavía no saben con qué objetivo, poco después un grupo de operarios movilizado por alguna orden del mismo organismo de Medio Ambiente taló los árboles que todavía sobrevivían a los temporales y que sustentaban con sus troncos y raíces la conservera romana. “Eran una barrera natural”, lamenta Manuel Miranda, portavoz de MariñaPatrimonio. Hoy, advierte la asociación, sin sauces, con una “ridícula capa” de tela y solo 30 centímetros de arena, “Estabañón es más vulnerable que nunca”.
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