Materiales y Técnicas constructivas en la Arquitectura Andalusí
Rabie ZAHRAN. Arqueólogo, Universidad de Granada.
4/10/06
Hoy en día se tiene una amplia visión sobre los materiales que se usan en la construcción de edificios, y estos materiales, como también la técnica han variado durante estos últimos 500 años de manera vertiginosa. En este artículo se pretnede estudiar las fortificaciones medievales y la influencia de otros factores sobre el uso de estas técnicas como también su procedencia
MATERIALES Y TECNICAS CONSTRUCTIVAS EN LA ARQUITECTURA ANDALUSÍ
1- INTRODUCCIÓN:
Hoy en día se tiene una amplia visión sobre los materiales que se
usan en la construcción de edificios, y estos materiales, como también la
técnica han variado durante estos últimos 500 años de manera vertiginosa.
En nuestro ámbito de estudio pretendemos estudiar las fortificaciones medievales y la influencia de otros factores sobre el uso de estas técnicas como también su procedencia(1).
H. Terrasse daba una enorme importancia a su uso en fortificaciones de al-Andalus: “Ainsi, a la fin du X siecle, les grands traits de la fortification hispano-mauresque apparaissent nettement: sous une apparente vanete, elle revele une unite profonde [...]. Mais la pierre taillee apparait deja comme un luxe ou une survivance et le moellon n'est guere qu'un accident local. De plus en plus, c'est un materiau typiquement espagnol, le beton, qui s'impose”.
Pretende diferenciar el uso del tapial como técnica y no como elemento constructivo.
Whickman traza una línea divisoria entre el carácter descriptivo de la arqueología y el carácter científico del estudio y a consecuencia de esto se nos hace difícil la catalogación histórica a partir de análisis selectivos (mediante de un examen global)(2).
En la correlación tiempo-historia observamos unas discrepancias como resultado del uso de simplificaciones en el estudio de las muestras y, como consecuencia de esto, habría que poner especial hincapié en la situación geográfica, como también del estudio de diversos factores que influyen directa o indirectamente sobre el estudio arqueológico.
Estos son: pues la geología del terreno, el estudio social-lingüístico sobre el periodo histórico a estudiar, probablemente, si sólo nos limitamos a interpretar datos de relevancia histórica, como pueden ser sucesos remarcados.
Centrándonos en el estudio de materiales, podemos decir que a priori una valoración visual seguida de una determinación cronológica a partir de métodos estratigráficos podría determinar, siguiendo cierta precisión en la dimensión temporal, parte de su veracidad histórica, ya que las fuentes en sí suelen discrepar entre ellas.
Nos encontramos ante un método selectivo de depuración a partir de datos cronológicos.
Posiblemente el registro arqueológico difiere del documental, creándose una diferenciación en el sentido de establecer un contraste en el significado histórico.
Nos encontramos pues con que la interpretación de un objeto material se da en un marco amplio, mientras que la documental es más preciso y selectivo en su exposición histórica.
Esto surge como fruto de la interacción de la dialéctica surgida entre Hombre-Naturaleza (3).
Hay autores que siguen una línea simplista, e n el sentido de reducir la connotación del significado. Sobre estas cuestiones nos previene Andrea Carandini, cuando habla del materialismo cultural: “...no podemos dejar de ponernos en guardia contra el materialismo abstracto y mecánico, del determinismo tecnológico-ambiental que está expresado por una ideología que parece tener fundamentalmente miedo a sacar a la luz aspectos políticos y sociales de la producción (las relaciones del hombre con el hombre siempre han sido vistas por las clases dominantes y por sus intelectuales como bastante más peligrosas que las del hombre con la naturaleza.)”(4).
En cuanto al marco político-social observamos cierta dependencia entre el poder adquisitivo alcanzado y el tipo de estructuras edificadas en su tiempo, la que también a nivel de comunicación extra-lingüística posibilita al arqueólogo entender la sociedad en aquella época y por tanto le permite valorar objetiva o subjetivamente los hallazgos. A partir de esto se pretenden reconstruir los hechos históricos.
Es un proceso deductivo y toma un sentido primordial, ya que la mayoría de los descubrimientos realizados hoy en día han sido en base a este tipo de razonamiento. Esto habilita al investigador a tener una cierta libertad de interpretación; posiblemente esto sea la causa de que a veces seamos conscientes de la incertidumbre surgida en nuestro trabajo.
A razón de los datos que hemos interpretado debemos elaborar una cronología para asignar las diferentes etapas a considerar en el estudio.
Primero habrá que dotar de significado al objeto, segundo, puesto que éste ocupa un espacio determinado, obviamente tendremos que comparar analogías entre la estratigrafía vertical y su organización en horizontal, pues esto seria el contexto del objeto a tratar.
Por tanto, los trabajos de excavación basados en la estratigrafía que sean válidos por lo menos nos dan una concepción de marco histórico-geográfico.
Las posturas del arquitecto y la del arqueólogo están en muchos casos enfrentadas. Manacorda ha señalado lo que tienen que ganar el arqueólogo y el arquitecto, que son los dos profesionales que se encuentran de forma más o menos conflictiva en este campo(5).
A hora quiero estudiar y examinar las técnicas constructivas en al- andalus mediante diferentes especialistas en este campo.
Parenti destaca los pasos a dar, aunque sea de manera genérica.
Él plantea la problemática que se deriva de la asignación de una cronología a los restos murarios. Con anterioridad Tiziano Mannoni había hablado de los “indicadores cronológicos” de estas estructuras.
Entre esos “indicadores” se encuentran las técnicas constructivas como, el propio Parenti ha puesto de relieve.
Pues bien, esta es la cuestión que ahora nos va a ocupar tras el largo preámbulo que hemos hecho. Dentro de esta problemática adquiere una especial significación el tema que proponemos para iniciar su estudio y examen. Se trata de las técnicas constructivas en al-Andalus. Es cierto que en el estado actual de nuestros conocimientos es muy difícil plantear cuestiones de un valor general y sólo hay que enunciarlas. La investigación ha sido muy desigual y no se pueden comparar los resultados. Pero como se trata de una primera aproximación se nos excusará de múltiples déficit que se puedan advertir.
Antes de entrar de lleno en nuestro trabajo, es difícil hablar de cuestiones en un ámbito general, la existencia de déficit en la interpretación de datos que en la mayoría de los casos se hace patente, ya que primeramente debemos hacer notar que siempre hemos considerado estructuras en las que se observa claramente la supremacía político-social de la época que estamos estudiando. Las demás estructuras arquitectónicas se investigan en un segundo plano.
Por tanto es imprescindible analizar tanto las técnicas como los materiales usados en las construcciones, ya que de éstos deriva la magnitud que manifiesta el poder político (6).
Pero a partir del siglo VIII hay una fuerte disociación entre la mayoría de las
construcciones de al-Andalus. Se toman en consideración los elementos decorativos, ya que en estos se manifiesta parte de la actividad social y también su estratificación, pero no debemos tomarlas al pie de la letra.
En concreto, se debe tener en cuenta un conjunto de códigos a seguir como son los códigos de utilidad, culturales y de datación histórica.
El uso de técnicas constructivas como el tapial y la mampostería en época post-visigótica va a constituir la mayor parte de este estudio. Nos interesa conocer previamente los materiales usados que en la mayoría de los casos provienen de la zona en la que se encuentra la construcción a tratar (7).
2-EL SURGIMIENTO DE LA ARQUITECTURA ISLÁMICA:
En el año 608 aparece el primer indicio de cambio en lo que sería posteriormente la arquitectura islámica.
Las remodelaciones sugeridas por los quraysíes hicieron que la Kaaba o Piedra Espiritual de los mahometanos fuera la primera obra a tratar, fue remodelada a partir de maderas que provenían de un barco Probablemente éste procedía de Abisinia, es decir, de la actual Etiopía, ya que dejó su impronta etiope en ésta.
Anterior a este suceso, las tribus árabes no tenían suficientes conocimientos arquitectónicos, por tanto debemos hablar de la conformación de un arte islámico y no árabe.
En tan solo 30 años se pudo pasar de la “nada” al “todo”, pues el mundo islámico se extendió de manera muy rápida.
Posiblemente la causa de la creación de la arquitectura islámica, fue la necesidad de crear un lenguaje e iconografías propias. Se haría uso de la geometría como herramienta para embellecer sus construcciones, no se usarían estructuras relacionadas con la imagen humana, pues en la sociedad musulmana sunní (que es la mayoritaria actualmente) era tabú usar las imágenes humanas (al contrario que las demás culturas que se identificaban con éstas).
Para establecer estos rasgos propios del arte islámico, T. Burckhardt observa que existe una relación con el arte sacro como una exteriorización providencial de la combinación de lo sagrado y el esoterismo.
En el caso de la península Ibérica, tenemos que dar un indicación sobre los aspectos de culturas que había antes el llegado de los árabes a ella, para entender la arquitectura árabe en al- Andalus. En eso A. Jiménez puso de manifiesto:
a) La debilidad de la tradición cultural de la Hispania romana que hasta la llegada de los árabes a la península había sufrido durante casi dos siglos el abandono y destrucción de su arquitectura edilicia.
b) Los ejemplos de arquitectura visigoda sólo se reconocen en la mitad norte de la península y prácticamente no hay ninguno en Andalucía.
c) La falta de ejemplos de arquitectura bizantina.
d) El aumento del eremitismo religioso de esta época. Esta coyuntura no era la más propicia para justificar la existencia de un floreciente sustrato cultural en la península en el momento de la llegada de los árabes y, por tanto explicaría el retraso en la construcción en el primer monumento islámico en al-Andalus, a fines del siglo VIII, al que podría considerarse como fruto de un arte “ex novo”
Ciertamente es conocido el grado de decaimiento, abandono y de reutilización de las antiguas ciudades romanas a comienzos del siglo VIII, así en el reciente IV CAME tuvimos ocasión de conocer esta transición en los territorios de la Tarraconense, en el sureste de al-Andalus, y en los casos de las ciudades como Barcelona, Tarragona, Valencia, Cartagena, Jaén, etc. Se dibujó un panorama de la situación urbana de las ciudades fundamentales en época romana y de la pérdida de los rasgos de la cultura clásica, apreciable en la reutilización de los foros, los cuales se utilizarán para construir viviendas o para usos distintos de su función primigenia, desapareciendo por completo el concepto cultural que los impulsó; es decir, a principios del siglo VIII en Hispania existió un evidente vacío cultural que difícilmente puede justificar la existencia en ese momento de cualquier sustrato cultural romano capaz de influir en los nuevos pobladores.
A ese vacío de tradición romana, en el momento de la llegada de los musulmanes, habría que sumar la falta de una cimentada cultura visigótica en la península, al contrario de lo que han pretendido justificar algunos autores basándose en las crónicas y en las fuentes de los primeros años de la conquista. Ya A. Jiménez señalaba la concentración septentrional de los escasos monumentos visigóticos existentes en la península, pero más incisivo estuvo L. Torres Balbás, por el año 1957, cuando afirmaba que los escasos restos conocidos de este arte eran muy torpes y bárbaros, no más perfectos que sus templos rurales. Si este panorama era bastante exiguo, peor era y es el de los pretendidos restos del breve dominio bizantino del sureste de la península que apenas constituyen, como recientemente se ha puesto de manifiesto en la magnífica síntesis de M. Vallejo, una serie más o menos amplia de objetos de arte mueble, sobre todo cerámicas y pequeños objetos de aderezo personal: fíbulas y anillos.
Con estos datos, no resulta arriesgado suponer para el arte y la arquitectura de al-Andalus un valor de ruptura con todo lo anterior, cuya formación será lenta, de varios siglos, en una clara dialéctica entre la cultura en retroceso y cambio de los hispano-romanos y la lucha por la hegemonía de los sustratos culturales orientales o norteafricanos de los nuevos pobladores llegados a la península. Este proceso dubitativo, no olvidemos que el primer monumento levantado fue la mezquita de Córdoba, setenta años después de la conquista, durará casi tres siglos hasta su plena consolidación y conformación durante el califato, como una cultura islámica y a la vez provista de rasgos propios, a la que conocemos como el arte y la arquitectura de al-Andalus.
Desde esta perspectiva planteamos y desarrollamos el análisis, no del arte, sino de los materiales y las técnicas constructivas en al-Andalus; ahora bien, resultara pretencioso el intentar abarcar, en el limitado espacio de estas páginas, todo el rico y complejo mundo de las diversas materias y técnicas utilizadas en la construcción en época islámica, por lo que sólo nos adentramos en el estudio de lo relacionado con la sillería y las fábricas de tapial, durante los primeros siglos de al-Andalus hasta la caída del califato; dejando para un futuro los aspectos referidos a otros materiales y otras épocas(8).
3- TIPOS DE TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS:
Dividiremos nuestro estudio en cuatro grandes apartados:
3.1- Construcción de tapial (árabe tabiyya).
3.2- Construcción de piedra.
3.3- Construcción de madera.
3.4- Construcción de tierra(9).
3.1- Construcción de tapial (árabe tabiyya):
3.1.1- Definición de tbiya o tapial:
El tapial es una técnica tradicional de ejecución de fábricas caracterizada por conformar el material en el mismo lugar en el que estará en servicio. El material, generalmente tierra, se conforma por apisonado dentro de un molde que se apoya sobre el mismo muro que se está ejecutando, que sirve, a su vez, como único soporte de las actividades de montaje del encofrado, moldeo, desencofrado y traslado del molde hacia la siguiente posición de servicio. Como cualquier otra técnica debe establecer un compromiso entre las necesidades de su ejecución y las exigencias a que deberá hacer frente el muro construido con ella. Así, como cualquier fábrica, deberá levantarse por hiladas horizontales, contrapear sus juntas, cuidar el aparejo en las esquinas etc. Pero tendrá, además, que ajustarse a unos requisitos de puesta en obra muy exigentes a causa de las limitaciones en la movilidad y seguridad de los operarios que la ejecutan debidas a la escasa superficie de soporte que ofrece el propio muro que se está construyendo(10).
Tal vez sea la técnica más característica y significativa de la construcción andalusí. Básicamente consiste en formar cajones prismáticos de encofrado con varias tablas dispuestas en horizontal y unidas por traviesas verticales de madera llamadas costales. En sentido horizontal y perpendicularmente a las tablas se disponían tablillas, llamadas agujas que podían o no atravesar el cajón de lado a lado y servían para darle rigidez al encofrado en unos casos o simplemente para sujetarlo a la obra, también se utilizan cuerdas de esparto para dar rigidez y evitar que el cajón se abra al verter el material. Las cuerdas pueden atravesar todo el ancho del cajón y atarse de costal a costal. Así sucede siempre en la parte superior, o puede atarse al clavo o la cuña que sujeta la aguja cuya función entonces es solo la de sostener el encofrado. De no usar cuerdas se debe sujetar las agujas a los costales o las tablas con cuñas o clavos.
Es aquí en la sujeción de los cajones y disposición de las agujas donde encontramos un mayor número de soluciones y variantes constructivas adoptadas localmente, y, por ahora imposibles de adscribir geográfica o cronológicamente si es que tal sentido pudieran tener. Normalmente en las murallas presentan un espesor medio de 1,30 metros. En las torres las agujas no atraviesan todo el cajón. Suelen disponerse embutidas en el cajón inferior en el que se practica una roza con lo que se evita realizar ranuras en las tablas, no siempre adecuadas a las dimensiones de las agujas que suelen variar. Para evitar entonces que, al sujetar el encofrado, las agujas se levanten con el peso, éstas se pueden sujetar rápidamente. También se pueden sujetar clavando la aguja con una cuña o un clavo al cajón de abajo. Para dar rigidez al cajón se puede utilizar varias fórmulas: Se puede, mediante cuerdas, amarrar los costales que sobresalen por la parte superior e inferior.
Nos quedarían entonces por ver sólo dos elementos no siempre presentes: de una parte las cruces de S. Andrés. Son agujas dispuestas en diagonal para dar rigidez al cajón y los costales vueltos hacia el interior, que dejan su huella semicircular en negativo sobre el mortero y a los que, tanto por los lugares en los que se encuentra como por hallarse también en diversos tipos de tapial. No nos es posible asignarle una funcionalidad.
Los lados menores de encofrado quedan también cerrados en el primer cajón con tablas en ambos extremos, en el resto utilizando el lateral del anterior como cierre, por lo que podrá incluso distinguirse cual de los dos ha sido construido primero. Las agujas y mechinales para el andamiaje se parten y quedan embutidos en la obra, siendo posteriormente tapados con mortero y enlucido todo el conjunto para evitar el deterioro de la obra y escalo en el caso de las fortificaciones.
Queda abierta la parte superior del encofrado por la que se vierte el mortero en capas sucesivas llamadas tongadas que son apisonadas antes de verter la siguiente. En su composición se emplean cal o yeso, tierra, grava, piedra y material reutilizado como fragmentos cerámicos, escoria, etc.(11)
3.1.2- Estudios generales:
Denominaremos construcción de tapial a aquélla que utiliza encofrados o cajones de madera, para la hechura del muro. Este tipo de construcción es a su vez divisible en dos apartados:
1- De tierra apisonada o barro.
2- De mortero de cal y arena.
En ambos casos la mezcla puede recibir otros elementos como cantos rodados, mampuestos o paja.
El tapial constituye sin duda el tipo de fábrica más antiguo empleado en la construcción de muros. Su empleo militar se remonta a los imperios asirio y egipcio, que simultanearon su uso con el del adobe. El sistema se extendió por el mundo antiguo y arraigó especialmente en el Norte de África y la península Ibérica.
El muro de tapial se fabrica superponiendo una especie de cajón desmontable de madera (encofrado u horma, en latín), y rellenándolo de una mezcla (tierra, barro o calicanto). Cuando la mezcla se ha solidificado suficientemente se retira el encofrado y queda sobre el muro una especie de sillar arcilloso que es la tapia.
Las tablas usadas en el encofrado deben ser de madera resinosa para que no se adhieran excesivamente a la mezcla muy apisonada que deben soportar. Estas tablas tienen de dos a cuatro centímetros de grosor y suelen clavarse con travesaños junteros para que el cajón resultante tenga unos 0,84 m. Obsérvese que el procedimiento antiguo ha sobrevivido sin ningún cambio apreciable y que la medida 0,84 m viene a ser el equivalente de dos codos, altura que el encofrado solía tener en la antigüedad. Con esta medida aparece en los edificios romanos, bizantinos, visigodos y musulmanes.
Pequeñas oscilaciones en centímetros muestran a veces que el codo no tenía en la antigüedad una medida exacta y que solía variar, aunque poco, según las distintas regiones.
La longitud de la tabla del encofrado solía ser de cuatro codos 2,25 m aproximadamente). Para dar al encofrado la anchura necesaria se disponen unos travesaños que van de una a otra parte del muro, transversalmente, y reciben el nombre de riostras si son del hierro y agujas o cárceles si de madera. Modernamente, las riostras son barras de hierro que, cuando se desmonta el encofrado, pueden retirarse tirando de ellas y dejan en el muro un agujero mínimo. Las riostras superiores del tapial inferior sirven de soporte a los encofrados del tapial superpuesto, por lo tanto se dejan en su sitio hasta que cumplen esta función y después se retiran. En la antigüedad y hasta bien entrado el siglo XI se usaron agujas o cárceles y, una vez desmontado el encofrado, se dejaban empotradas en el muro, aunque antes de dar el revoque final se aserraban a ras del muro. Con el tiempo esta madera se reseca y desaparece y el muro queda pespunteado regularmente por una serie de mechinales que testifican, en hileras sucesivas, el número y la anchura de los tapiales aplicados.
Lo más normal era que el muro de tapial se elevase sobre un zócalo de unos 0,25 m de altura que lo aislaba del suelo y evitaba la acción de la humedad de la tierra sobre su conjunto. Sobre este zócalo se disponía el primer tapial. Una vez montado el encofrado se vaciaba en su fondo la primera tongada de mortero o tierra y se extendía con un palustre. Después se apisonaba con ayuda de un pisón. Un pisón moderno, que seguramente no difiere mucho del medieval, pesa unos 10 kilos.
Los tableros del encofrado se van desmontando y armando sucesivamente y así va extendiéndose sobre el zócalo base el primer tapial. Para que estos tableros fueran más manejables no solían exceder de los cuatro codos de longitud, pero también los había que alcanzaban los seis codos.
El remate de muro o albardilla solía hacerse de forma de plano inclinado para protegerlo de la erosión de lluvia. A veces una fila de ladrillos o una simple cubierta de escaña sujeta con piedras cumplía esta función protectora. En los remates de los muros beréberes observamos que las almenas acaban en pirámide invertida de pendientes poco pronunciadas, ideal es para resistir a los elementos.
Las tierras del tapial deben ser arcillosas, grasas y húmedas. La prueba tradicional de la idoneidad de la tierra consistía en comprimirla entre las manos haciendo con ella una pella.
Si la pella adquiría consistencia y no se desmoronaba al rodar, la tierra era buena La consistencia se aumentaba artificialmente mediante la adición de paja bien trillada.
Existe una infinidad de fórmulas y de posibilidades combinatorias de los elementos que integran el tapial(12).
Es sin duda el elemento más significativo de la construcción andalusí y merecería un análisis en profundidad. La arquitectura en tierra es fundamental en muchas zonas del planeta y tiene como característica principal que es fácil de realizar. En el mundo andalusí, como en el norteafricano, se emplea una construcción de tapial, normalmente hormigonado, que confiere un aspecto muy singular a su arquitectura.
La técnica es muy conocida, incluso Ibn Jaldun la describe con mucho detalle. En síntesis es la siguiente: se formaban cajones de encofrado con diferentes tablas, éstas se unían con traviesas de madera, que podríamos llamar agujas; todo ello quedaba asegurado con fuertes cuerdas que daban consistencia al cajón. Los espacios que quedaban en los costados se tapaban también con madera. En este mueble se vaciaban los componentes constructivos: tierra, grava, piedra, cal e incluso otros, como fragmentos cerámicos, que son habituales. Para su estudio en cada caso es preciso tener en cuenta estos elementos que intervienen y en que proporción. En cierta manera se puede medir visualmente por su aspecto, que puede ser terroso, granuloso, macizo, etc.; aunque siempre es conveniente hacer un análisis granulométrico.(13)
El color es asimismo significativo en su composición. La misma elaboración del tapial se pone de manifiesto en su observación, sobre todo cuando pierde su composición externa, que es esencial, como se verá. Así, se pueden conocer las tongadas o cavas que muestran cada vaciado en el interior del encofrado. Como se ha dicho, en el cajón se vierten los elementos constructivos y una vez dentro se apisonan normalmente, si bien en otras ocasiones se reparten con un instrumento previamente para igualar los niveles constructivos. Esto deja una huella que es perceptible y mensurable. De ese podemos anotar que la elaboración es irregular o por capas. Pero aun así, hay que destacar algunas diferencias.
El propio André Bazzana ha señalado al menos 3 clases distintas de tapiales:
Uno primordialmente de tierra, otro que llama de piedra y el que él denomina de “mortero”. Nosotros preferimos denominar a este “tapial hormigonado”. En algunos estudios concretos que se han llevado a cabo se muestran las variantes de los tapiales. En las murallas de Granada se mencionan los siguientes: El tapial monolítico en el que hay una alta proporción en cal (en torno al 15 %), tiene un aspecto muy homogéneo y de gran consistencia; la tapia real presenta una alternancia de capas de cal y de tierra de un grosor aproximadamente igual, si bien en la parte inferior y en la superior del cajón se ve una tongada mas gruesa de cal; el tapial calicastrado tiene una capa de cal en las partes exteriores, mientras que se adelgaza hacia el interior, formando un especie de corteza de 6 cm. a 8 cm. de grosor(14).
Lo que no parece tan claro es que haya una correlación cronológica entre los distintos tipos de tapial y las fechas de fabricación. Es posible pensar que las modificaciones pueden deberse asimismo a las funciones que le corresponden en cada caso a los edificios construidos.
Por otra parte, aunque es cierto que en gran medida el tapial conforma un tipo constructivo muy fijo, hay materiales que se mezclan. No es extraño, pues, para darle mayor solidez a la fábrica en su conjunto, incluir verdugadas de ladrillos o incluso pilares. También se observa en algunos casos que se colocan piedras planas que sirven para dar mayor consistencia al cajón que se levanta sobre el.
La elaboración en tapial es muy significativa. Ya Bazzana puso de relieve que era preciso una abundante mano de obra y un tiempo más o menos dilatado.
Asimismo para hacer el tapial, especialmente el hormigonado es preciso que haya agua en abundancia.
Una de las características más importantes del tapial es sin duda la facilidad para hacerlo. Contando con los materiales, que no son precisamente difíciles de hallar, y con lo preciso para el encofrado (tablas, palos y cuerdas), lo que supone incluso tener las medidas preestablecidas, se puede levantar un tapial de mediana calidad, si bien los hormigonados requieren una preparación mayor y mejor. A este respecto, Rafael Azuar ha escrito en contraposición con las obras de cantería: “Es evidente que para la determinación en el uso de una u otra técnica, debió existir un criterio económico: La utilización de la sillería o de la fabrica de tapial presupone distinta inversión de trabajo, tiempo y recursos fiscales. Es decir siempre resultara menos oneroso el construir un recinto amurallado con hormigón de tierra que con sillería: La tierra se encuentra en el lugar, no necesita su acarreo de canteras lejanas, etc.; la fabricación de tapias es una tarea casi sin especialización, al contrario de la sillería, que requiere de especialización y varios procesos de manipulación ya sea en su extracción, talla y colocación.”
Pero eso no quiere decir que haya que establecer una contraposición mecánica entre un sistema y otro y hacer una asignación concreta, como el mismo establece a continuación del párrafo anteriormente citado:
“Todas estas cuestiones, sobre las que no insistiríamos pues son obvias, permiten defender un uso del tapial por los grupos de oposición al Estado, ya que con ello se consigue construir fortalezas en poco tiempo y con pocos recursos, que también en cualquier momento se pueden abandonar y levantar otras; es decir, el uso y la ductilidad del tapial le confiere a estas construcciones una gran movilidad”(15).
Aunque la idea es muy sugerente, no hay pruebas suficientes para darla por buena. Una cosa cierta es que los Omeyas impusieran las fábricas de cantería, surgiendo un aparejo prototípico de la época, y otra muy distinta es que la utilización del tapial sea obra sólo de los opositores al Estado Cordobés. Así se puede ver en la Crónica Anónima como se fortificó la ciudad de Badajoz con tapial bajo la égida del poder.
Queda por señalar que el tapial se suele levantar sobre una mampostería que sirve para nivelar el terreno y cimentar. Suele ocurrir normalmente en las fortificaciones, incluso en algunas viviendas, pero también se puede ver sobre todo en el caso del tapial hormigonado, como se hace por medio de zanjas o cajas en donde se incrusta el muro. Al mismo tiempo hay que poner de relieve que existía un enfoscado o revoco exterior que protegía la construcción e impedía tanto su deterioro como las posibilidades de escalo en las fortalezas.
En cuanto al establecimiento de una cronología para determinar las fechas de fabricación de los tapiales y su evolución técnica, aunque contamos con datos relevantes como por ejemplo la utilización del tapial calicastrado en época nazarí, queda mucho camino por recorrer. Los análisis arqueométricos emprendidos son un primer paso que ha de complementar el estudio arqueológico. Pero han de tenerse en cuenta los materiales utilizados, normalmente los que había in situ, y la generalización de una técnica que por definición es muy simple, conlleva serias dificultades para establecer diferencias y cronologías. De este modo, por ejemplo, se puede ver como en un mismo periodo aparecen tapiales muy diversos.
Son otros muchos los aspectos que quedarían por estudiar. Además de los elementos constructivos ya citados, es preciso conocer las partes que componen una estructura muraria que, al fin y al cabo, se levanta de abajo hacia arriba, lo que permite seguir el principio estratigráfico elemental de que lo situado más abajo es más antiguo que lo que se encuentra más arriba, con las salvedades que es necesario hacer. Pero tales cuestiones sólo tienen sentido en casos concretos y en marcos diferentes a los que hoy nos encontramos.
No podemos, sin embargo, silenciar los problemas que se derivan de la organización de un conjunto constructivo. Los muros que lo integran, como los otros elementos, presentan una estratigrafía o, mejor dicho, una relación especial que se rige por principios de estratificación, aunque se desarrollen en horizontal. Por eso, se debe establecer si un muro traba, cubre, corta o se le apoya otro. Tales cuestiones han sido suficientemente aclaradas y relacionadas por Roberto Parenti(16).
3.1.3-Clasificación de Tápiales:
En función de los componentes o de la disposición de estos, el tapial puede adoptar diversas variantes, y que nosotros agrupamos en:
3.1.3.1 Tapial de tierra:
El tapial de tierra suele tener 4 partes de arcilla por cada una de arena y otra de gravilla. Otra fórmula es 2 partes de arcilla, otra de arena y otra de tierra vegetal. La más modesta junta una parte de arcilla, otra de gravilla y dos de tierra vegetal. Estas fórmulas, de uso corriente entre los encofradores hasta fecha reciente, venían transmitidas como el resto de los saberes del oficio de fecha muy antigua. En la Edad Media no serían muy diferentes.
El tapial de tierra hubo de ser muy usado en la fortificación de las albacaras defensivas que poblaron abundantemente las tierras hispanas. La propia fragilidad del material determinó la desaparición de estas construcciones en cuanto se dejaron de reparar. Una albacara existió todavía a principios de siglo en Belerda. Éste sería el castillo conquistado por el arzobispo de Toledo a mediados del siglo XIII. Aunque en las crónicas aparezcan citados como castillos, es evidente que se trata de albacaras o recintos defensivos.
La construcción de tapial de tierra es propia en núcleos humanos pobres en recursos pero ricos en mano de obra. Para que el tapial fuese efectivo había que pudrir la tierra, es decir, airearla desde el otoño y dejarla orearse durante 5 meses al menos, expuesta todo el invierno a las lluvias, para que desaparecieran los restos de materia orgánica.
Para darle mayor solidez a esta tierra, a la hora de usarla se le podía dar el calicastrado o humedecimiento con lechada de cal e incluso refuerzos de verdugadas de ladrillo en los bordes de las distintas tabiyyas (tabiyya real).
Otra variedad de tapial de más rápida construcción, pero menos resistente es el que emplea barro y paja machacada en lugar de tierra(17).
El mortero está compuesto fundamentalmente de tierra con una proporción variable de cal, desde su casi ausencia hasta una cantidad relativamente significativa que la endurece y lo asemeja al hormigón.
El material se reparte de forma homogénea en el cajón(18).
Supone la forma más popular de la tapia, usada tanto en viviendas urbanas y rurales como en cercas. En este caso pueden arrancar directamente del terreno sin zócalo de piedra, aunque esa circunstancia será su mayor punto débil.
Cuando la tierra se mezcla, en toda su masa, con cal, da lugar a una tapia de tierra estabilizada llamada tapia real. Los dos términos: tapia común y tapia real son recogidos también como sendas unidades de medida por Fray Lorenzo de San Nicolás(19). Figura (1)
3.1.3.2- Tapial hormigonado:
Realizado con hormigón, es decir mortero rico en cal, con abundante grava de mediano tamaño y gran dureza. El material se reparte igualmente de forma homogénea en el cajón. Normalmente es el usado en los aljibes, pero aquí con una variante técnica: sin cajones, realizando el encofrado en una sola vez para evitar las filtraciones de agua a través de los huecos de las agujas y las juntas. Es el más duro y complejo de los tapiales por la cantidad de cal y trabajo invertido en la preparación de la grava(20).
La técnica de la fábrica u hormigón encofrado o en tapial antiguo, conocida desde época romana, se generalizó en época islámica; el proceso de fabricación en la construcción ya fue descrito por Ibn Jaldun en su clásica obra (al-Muq‘adummà):
“Otra rama, es formar las paredes con la sola arcilla. Se sirve para esta operación de dos tablas, cuya longitud y anchura varían según los usos locales; pero sus dimensiones son, en general, de 4 varas por 2. Se colocan estas tablas (a lo largo) en lo cimientos (ya abiertos), observando el espacio que debe separar entre ambas, conforme a la anchura que el arquitecto ha juzgado conveniente dar a dichos cimientos.
Se mantienen entrelazadas por medio de travesaños de madera que se sujeta con cordeles o lazos. Se cierra con otras dos tablas de pequeña dimensión el espacio vacío que queda entre los (extremos de) las dos tablas grandes.
Y se vierte a ella una mezcla de tierra y cal que se apisonan enseguida con pisones hechos a propósito para este fin. Cuando esa masa ya está bien comprimida, y la tierra está suficientemente mezclada con la cal, se agrega todavía de las mismas materias, una y otra vez, hasta que aquel vacío quede completamente colmado.
Las partículas de tierra y cal se airean una vez bien mezcladas y forman un solo cuerpo compacto. Luego se colocan esas tablas sobre la parte del muro ya formada, se repite la operación y así se continúa hasta que las masas de tierra y cal, ordenadas en líneas superpuestas, formen un muro cuyas partes estén totalmente aglutinadas, como una sola pieza. Este género de material se llama tapial (de atoba, o adobe).
El uso documentado de esta técnica en la construcción de fortificaciones en al-Andalus lo podremos retrotraer al siglo IX.
Ciertamente no esta demostrada hasta este momento una antigüedad de la fabrica de tapial anterior del siglo IX, por lo que debemos remitirnos a los datos que conocemos, que por supuesto pueden variar en el futuro según la investigación.
Las primeras obras realizadas en tapial corresponden todas ellas a una cronología muy similar y a los últimos años del gobierno de Mu¬ammad I. Nos estamos refiriendo a los casos de Badajoz, Calatayud y Daroca(21).
Tiene su antecedente en el opus caementicium romano. Existen en Roma ejemplos de tapias de argamasa desde el siglo III a.C., en las cuales se aprecian tanto las señales del encofrado como las tongadas de material. Palladio recoge en su libro I este tipo de fábrica, no apareciendo, como antes hemos indicado, la tapia de tierra.
Consiste en el empleo de un hormigón intencionalmente dosificado, las capas vertidas dentro del molde pueden ser del mismo material o ir alternándose, añadiendo o no grandes piedras (hormigón ciclópeo). La argamasa o el mortero deben tener una tierra, para permitir una buena compactación, la posible interrupción de la fábrica según un plano inclinado, así como un inmediato desencofrado. Aunque tradicionalmente se ha utilizado la cal como aglomerante, también sería posible usar otros(22). Figura (2)
3.1.3.3-Tapial de cal y canto o calicanto:
Es un mortero con proporción variable de cal, cuya principal característica es la presencia significativa proporción de mampuestos, de gran tamaño formando tongadas. En este caso, las grandes piedras lanzadas desde cierta altura realizan la labor de apisonado.
La piedra normalmente es la del terreno al exterior, el mortero queda liso ocultando los mampuestos pero, en caso de perder la capa exterior, el tapial muchas veces solo se distingue de la mampostería por la presencia de agujas(23).
El tapial más usado en fortificación medieval conservada hasta hoy es el de calicanto. Buenos maestros del calicanto fueron los romanos, los bizantinos y los beréberes.
La base de este calicanto es la cal y la arena a la que se añaden distintas proporciones de cerámica molida y cenizas de forja. La fórmula tradicional: de 5 a 7 partes de arena, una de tierra cocida y otra de cal.
Sin embargo, en las partes más expuestas al impacto de máquinas de asedio o zapa se reforzaba aumentando la proporción de cal y reduciendo la de arena. En la muralla almohade de Jaén se observa una gran proporción de cal en la mezcla de las 2 primeras tapias. Esta proporción se reducía un tanto en la tercera y el resto del muro contenía cal escasa y muchas piedras de gran tamaño.
Terminada la obra había que dejarla secar durante unos meses antes de que estuviese a punto de recibir un enlucido que se aplicaba normalmente en verano. Antes de enlucir se labraban acanaladuras en la superficie del muro para hacerla más rugosa, lo que facilitaría su cohesión con el enlucido. No conocemos el instrumento utilizado para practicar estas acanaladuras pero a juzgar por la disposición de líneas paralelas que estas presentan debió tener a veces forma de rastrillo y otras de simple punzón. Sus dientes penetraban hasta dos o tres centímetros de profundidad(24). Figuras (3) y (4)
3.1.3.4 Tapial calicastrado o de cal y costra:
En él las peyas de cal o ricas en cal se colocan siguiendo las tongadas en la parte exterior del cajón junto al encofrado de manera que se forme una dura corteza capa a capa que se va adelgazando hacia el interior del cajón hasta desaparecer, dejando paso a un relleno muy pobre en cal, casi imposible de distinguir en la mayoría de las ocasiones de los rellenos de la mampostería, por ejemplo. Este relleno puede emplear material reutilizado, grava y algunos mampuestos de gran tamaño. Sin embargo, cuando estos mampuestos alcanzan una proporción considerable y están dispuestos siguiendo las tongadas, pasará a denominarse tapial calicastrado o de cal y costra(25).
Se fabrican extendiendo una capa de mortero en forma de cuña contra el tapial, previamente al vertido de la tierra, que se apisona dentro de la caja formada por la costra, al pisar el material el mortero se extiende aún más por debajo de la tierra. La costra se puede disponer en las dos caras de la tapia o sólo en una (la exterior). El mortero o argamasa, aunque se va aplicando coincidiendo con cada tongada de tierra o cada dos, queda unido formando una capa continúa por el exterior, mientras que si viéramos la tapia en sección apreciaríamos una sucesión de cuñas dispuestas verticalmente y trabadas con la tierra. La humedad del mortero ha de ser similar a la de la tierra. En el proceso de apisonado, tanto en el caso de una tapia calicastrada como en el de hormigón, se produce el flujo de una especie de lechada hacia el exterior, lo cual produce un acabado más fino y liso. La envergadura de la costra es muy variable según los casos. Cuando se trata de un muro con fines defensivos la capa exterior, fabricada con hormigón, puede tener gran espesor. Lo normal en muros domésticos en su parte más delgada. Se consideraba, y de hecho lo era, un tipo de tapia mucho más resistente y durable que el común de tierra. La confección y venta de mortero para costearla estuvo regido por ordenanzas(26). Figura (5)
3.1.3.5 Tapia real:
Se dan en él una alternancia de capas de cal y tierra de grosor más o menos igual, aunque las partes inferior y superior las forma una tongada más gruesa de cal(27).
3.1.4-Encofrado: el tapial
3.1.4.1-Definición:
El encofrado es una de las características básicas de una obra de tapia. A él debe, en buena medida, su forma.
La imagen de las tapias, debido a la multitud de huellas que originan los diferentes elementos de su encofrado, tiene un valor, podríamos decir, didáctico, que nos revela su proceso constructivo. Se caracteriza por sus medidas basadas en las del hombre y por su manejabilidad, al mismo tiempo permite levantar un edificio sin andamiaje.
Al conjunto se le puede llamar armaje, jarcia, molde, marco, cajón y tapial.
3.1.4.2- Elementos del encofrado
3.1.4.2.1- Tapial:
Los tapiales constituyen la parte fundamental del encofrado, a ellos deben las tapias su forma, generalmente plana, si bien también se han utilizado curvos (por ejemplo en algunas torres de murallas, como en Granada en palomares y molinos de la Tierra de Campos. En plazas de toros en La Mancha). Así, han sido utilizados como medida, lineal (para la altura principalmente, pero también para la longitud), superficial, o de volumen. Tradicionalmente consiste en un tablero de madera, compuesto de varias tablas, de unos tres centímetros de grosor dispuestas horizontalmente, unidas, con la ayuda de unos listones barras o barrotes verticales, también de madera, situados generalmente por el exterior y clavados por obvias por la cara interior del tablero, es decir, las cabezas de los clavos están sobre las tablas y no en los barrotes.
Esto origina una de las posibles improntas del tapial: una columna de oquedades grabadas sobre el paramento. Algunas veces esas barras que sirven para "grapar" las tablas se disponen en ambas caras del tapial, una cercana a cada extremo, esto da lugar a un tapial reversible; de esta manera la barra vertical tiene además otra función: la de sujetar la compuerta lateral del cajón.
Las medidas del tapial deben ser tales que permitan su transporte y manejo por dos o tres personas. Su altura debe ser compatible con el apisonamiento desde dentro de la caja (su canto superior quedará por debajo de los codos de un hombre). Teniendo en cuenta su utilización como unidad, sus medidas han gozado de una gran perdurabilidad, especialmente la altura que suele ser de dos codos o una vara, la proporción de los tapiales suele aproximarse a 1 por 2 ó 1 por 3. Hay que tener en cuenta que cuando vemos un tapial reflejado en un muro, no estamos viendo, generalmente, la huella de la totalidad del tablero; es decir, la longitud de la tapia no coincide exactamente con la del tapial, a menos que el tablero no se haya solapado a la tapia anterior y que no haya sido necesario colocar una compuerta en el extremo para cerrar la caja, esta circunstancia se da cuando se planta un encofrado corrido, cosa habitual en grandes obras como las murallas.
El módulo de la tapia, basado, como hemos dicho, en medidas humanas, proporciona las siguientes aplicaciones fundamentales: una tapia se corresponde con la altura de un antepecho, dos tapias con la del dintel de una puerta o ventana, tres tapias con la de un techo. En estructuras defensivas medievales podemos seguir la proporción al pie de la letra: una tapia formará el perfil de un paso de ronda o el antepecho bajo una saetera, que alcanzará las dos tapias de altura, otra tapia nos dará el merlón, tres tapias serán la altura normal de la cámara bajo las terrazas de las torres de las murallas, etc. Tres tapias es también la altura mínima de una pared medianera, a partir de la cual se puede cargar el forjado de un piso superior (otras funciones con mayor carga simbólica o representativa precisarán otras proporciones).
Otros nombres con los que se pueden designar los tapiales son: puertas de tapial, puertas, tablero, tablones, tablas, formeros.
Es interesante apuntar que el tapial no sólo sirve para hacer tapias, también se ha utilizado tradicionalmente para construir paredes, especialmente como divisiones interiores así como acabados de cámaras y medianeras, encofrado a una sola cara.
3.1.4.2.2- Tapial extremo:
Es el tablero con la misma anchura que la del muro que se va a construir, se coloca cerrando el cajón por un extremo. Normalmente, salvo en la primera tapia de un hilo, sólo será necesario cerrar con tablas uno de los extremos, puesto que el opuesto está limitado por el trozo de pared ya realizado. A veces se puede obviar este utensilio dejando la tapia formando un talud longitudinal sobre el que se solapará la siguiente, de manera que el tapial extremo, también denominado compuerta, frontera, cabecera, tablero, cabezal, etc. no es imprescindible.
El tapial extremo se suele construir con tablas verticales sujetas por un barrote horizontal. Pueden tener un resalto o hendidura que servirá para que se produzca una especie de machihembrado entre dos tapias sucesivas.
Para sujetar la frontera, resulta necesario colocar un barrote interior en cada tapial, llamado por algunos autores barzón; cuando por alguna circunstancia no es necesario situar la frontera pero el tapial tiene barzón, éste se puede marcar en la superficie; en los casos de tapial reversible que antes mencionaba, es el mismo barrote el que sirve para unir las tablas y sujetar el cabezal. Otra manera de sujetar este tablacho es por medio de los codales. En vez de un solo listón, se pueden colocar dos paralelos formando un canal, llamado gárgol por Villanueva, donde se introduce la cabecera.
3.1.4.2.3- Agujas:
Son elementos lineales, de madera y, a veces, de hierro que, atravesados en el muro, sirven para apoyar sobre ellos los dos tapiales. Suelen estar separadas alrededor de 50 centímetros, dando lugar a esas filas de mechinales tan características. Para asentar las agujas sobre el muro se rebaja este previamente, cuando se trata de plantar el tapial sobre un cimiento o zócalo hecho con piedra u hormigón, y no se han previsto los cajeados donde se van a alojar las agujas, entonces se introduce una hilada de ladrillo o piedras pequeñas y es esa verdugada la que absorbe las agujas de manera que no quede ningún espacio bajo el tapial.
En general son, como la mayoría de los elementos del armaje, recuperable y reutilizables, sin embargo hay casos en los que es difícil la recuperación y se recurre a unas “medias agujas” que se sujetan por medio de clavos a la masa del muro y quedan perdidas en su interior. Nos referimos a los muros de gran espesor como las murallas.
Aquí, una vez confeccionada la tapia y desmontados los tapiales, se cortan las agujas y se sellan con mortero. Estas pequeñas agujas para grandes muros suelen llevar prefabricado un orificio donde se introduce un clavo que puede ser de madera o de hierro, o bien los clavos las sujetan desde su contorno sin atravesarlas.
3.1.4.2.4 Costales:
También llamados costeros. Son los elementos lineales que, colocados en posición vertical y ensamblados con las agujas sirven para sujetar los tapiales. En su extremo inferior se traban con la aguja, en el superior pueden ensamblarse con otra aguja o amarrarse con una cuerda que se tensa por medio de un torniquete o garrote, de manera que dos costales y dos agujas (una inferior y otra superior) forman un aro, cárcel o capilla. Otra opción complementaria para atirantar los costeros en las murallas, es la de atar cuerdas entre el extremo superior de aquellos y los clavos que anclan las "medias agujas" o a otros palos que se dejan perdidos dentro de los muros.
Se han utilizado también como costales unos palos largos que se anclan en el terreno, o en la cimentación, y sirven de sujeción para los tableros. Es posible que, sin usar estos troncos empotrados en el suelo como guías, aparezcan hoyos junto a las agujas de la primera tapia sobre el cimiento, de haber existido postes clavados en el terreno o en la cimentación para sujetar los tapiales no se hubieran necesitado las agujas, puesto que los tableros se podían apoyar directamente en el suelo o en la zarpa de cimentación; si existen agujas es porque servían para recibir los costales y éstos precisarían de una oquedad y que quedaran agujas para poder atravesarla y quedar así sujeto a aquella.
3.1.4.2.5- Codales:
Son unas barras de madera, normalmente cilíndricas que, a modo de entibación, evitan que los tapiales se cierren, al mismo tiempo que sirven de escantillón dando el espesor de la tapia. Se van quitando a medida que sube la masa dentro del cajón. Una forma fácil de ir disminuyendo la sección del muro a medida que se eleva es la utilización sucesiva de codales de menor longitud.
Unos codales situados en la coronación del adobón pueden servir para preparar el alojamiento de la aguja que sujetará el tapial para confeccionar la tapia superior.
Varios codales, como hemos dicho antes, pueden servir para sujetar la frontera: el interior se quitará cuando hayamos alcanzado su altura con la masa y el exterior permanecerá hasta finalizar el cajón(28). Figuras (6), (7), (8) y (9)
3.1.4.3- El enlucido del tapial:
El enlucido del tapial solía hacerse con una mezcla casi dura de cal y arena a la que a veces se añadían yeso y otras arcillas. Este enlucido tenia dos finalidades: embellecer un conjunto que de otro modo resultaría pobre y protegerlo, impermeabilizándolo y aislándolo de los elementos mas activamente erosivos, la lluvia y el viento. Por lo general esta capa de enlucido ha desaparecido con el tiempo de modo que lo que hoy contemplamos en nuestras fortificaciones es el muro desnudo, desprovisto del primitivo enlucido.
La desaparición se explica si tenemos en cuenta que, al ser de fórmula distinta a la del grosor del muro, su índice de dilatación de materiales sensibles a los cambios de temperatura es también distinto, por lo que nunca llega a cohesionar bién y acaba separándose y cayendo en forma de costra o de desconchaduras.
Cuando el enlucido estaba todavía blando, se le dibujaba una especie de sillería que prestase noble aspecto al conjunto. Esta alusión a sillería se fabricaba mediante relieves del mismo material del enlucido sobre el que solía pasarse un rodillo con resaltes en forma de cuña que dotaba a las líneas de un dibujo característico. Este es perfectamente observable en la torre Bermeja o de Pero Codes, una de las periféricas de Jaén. Algunos castillos también la tiene bien conservado como el de las Navas de Tolosa y el del Vacar (Córdoba).
Cuando el enlucido ha desaparecido, como es el caso de la inmensa mayoría de las fortificaciones de tapial, quedan manifiestas las líneas horizontales sucesivas que denotan las tapias. En estas podemos observar a todo lo largo los huecos de los mechinales donde hubo agujas de madera que sostenían el encofrado durante la construcción, que luego fueron cortadas a ras del muro dejando el resto del palo dentro. Ordinariamente este palo se ha consumido y solo queda su molde hueco, pero a veces persiste en su lugar más o menos deteriorado, particularmente en las partes altas. Algún día estos testigos presentarán un inestimable servicio a la arqueología medieval al suministrar la necesaria materia orgánica para un análisis de radiocarbono(29).
3.2- Construcción en piedras:
Con respecto a la piedra, para realizar un análisis medianamente exhaustivo habrá que partir de las características geológicas que presenta en cada caso. Lo habitual es que proceda del sustrato en que se ha establecido la construcción o de sus proximidades, pero no hay que descartar, al menos como hipótesis, que provengan de canteras más lejanas.
Para eso hay un problema de verdadera importancia y es que los bloques de piedra tanto si luego se van a tallar en la obra, como si lo han de ser en la propia cantera, que es lo normal, han de transportarse en el primer caso por medio de carretas y eso encarece notablemente la construcción. En una ocasión lo hemos podido comprobar en el reino de Granada, claro que luego de su conquista por los Reyes Católicos. Cuando la ciudad de Loja, a principios del s. XVI, decide construir un puente sobre el Genil el gasto en extracción y transporte de piedra alcanza más del 50% del total que se pagó para levantarlo. Parece que lo habitual es trabajar la piedra en el lugar en donde se encuentra, para lo cual es obligado seguir unas medidas concretas en los sillares y, por tanto, en las construcciones.
Aparte de la importancia que tiene saber las canteras de donde se extrae, para así conocer las técnicas que se utilizan, es de nuestro interés enunciar las características geológicas para dos casos:
Primero, sirve para verificar las posibilidades que tienen de ser trabajadas y adecuadas a la construcción.
En tal sentido, no es lo mismo una roca metamórfica, que puede exfoliarse por capas, que de tipo magmático, por poner en ejemplo.
En segundo lugar permite tener un conocimiento adecuado del comportamiento de la piedra con respecto a los otros componentes constructivos, de manera que su organización es distinta en cada caso. De todas formas, es cierto que la preferencia por tal o cual piedra viene determinada por las posibilidades para cada construcción concreta.
Se emplea normalmente la calcarenita en ámbitos andaluces en construcciones de cierta importancia. Se trata de una piedra resistente ligera, fácil de labrar y de transportar por tener poco peso. Se utiliza sobre todo en las obras en las que los sillares son los elementos esenciales, especialmente en las grandes construcciones estatales. Sin embargo cuando hay una base de mampostería no es preciso tallar la piedra y solo basta con conseguir darle cara y organizarla medianamente, para lo cual a veces se emplea una línea de ripios o ladrillos. Llegados a este punto hay que tener en cuenta que la construcción opera con los materiales vítreos que existen en cada caso y de acuerdo con sus posibilidades de uso. De cualquier manera se ha de señalar que se pueden dar las siguientes modalidades constructivas con la piedra: sillar, sillarejo, mampostería (concertada, no concertada, en hiladas, en cajones) y piedra seca.
En realidad, la piedra seca, es decir, sin aglomerante que las una, se utiliza escasamente. Se emplea normalmente en los muros de bancales, pero en la agricultura tradicional, por que las terrazas que han excavado han mostrado que son de una factura distinta, con materiales no vidriosa o, cuando es el caso, llevan una unión con mortero, como se aprecia en las huertas de Generalife(30).
Las construcciones que utilizan como elemento básico la piedra pueden ser de dos tipos:
1-Sillería
2-Mampostería
3.2.1-Sillería:
Los sillares son piedras labradas en forma de paralelepípedo que encajan perfectamente entre ellas(31).
La mayor parte de la arquitectura monumental construida en la península durante época islámica, ya sea en edificios religiosos, militares o civiles, se realizó en sillería.
Las fuentes árabes nos documentan un importante numero de construcciones llevadas a cabo en los primeros años de la conquista islámica de la Península, pero de todas ellas solo nos han quedado un contado numero de edificios, como ya se puso de manifiesto, los cuales son los únicos válidos para hacer un análisis de las técnicas constructivas utilizadas en estos primeros siglos del Islam andalusí.
Lo primero que salta a la vista y que refuerza nuestra hipótesis de la ruptura cultural con las épocas anteriores es el suceso, muy conocido, acaecido en Córdoba a los pocos años de la conquista, sobre la reforma del deteriorado puente romano de la ciudad, para cuya reparación en los años 719-720, se reutilizaron los sillares de su antigua muralla. Parece, pues que, desconocían la ubicación de las tradicionales canteras y más aún para completar la muralla desmontada se utilizaron ladrillos y adobes.
Evidentemente, esta noticia resalta el nivel de conocimiento técnicos de los conquistadores, así como la falta de relación con la mayoría de la población conquistada y la aplicación de unos conocimientos tradicionales traídos de sus culturas de origen sobre la fabricación de ladrillos y adobes, que por otra parte, permitía una construcción rápida y económica.
El primer edificio levantado del que se han conservado algunos lienzos y baños es, indiscutiblemente, la mezquita de Córdoba, (construida por Abd al-Rahmàn I), entre los años 786-787(32).
El sillar y, en menor medida, el sillarejo, se usa en edificios de gran porte, sobretodo en las grandes construcciónes califales de Córdoba. Como se aprecia especialmente en la ciudad palatina de Madinat al-zaharà›. Esta modalidad se observa en otros muchos lugares y construcciones incluso anteriores. Así, se ve en la alcazaba de Mérida, levantada por Abd al-Rahman II, destacando aquí la utilización de grandes sillares romanos, como ocurría en una buena parte de las construcciones extremeñas y toledanas. En un periodo posterior concretamente en la primera mitad del siglo XI, se sigue utilizando, aunque con ciertas modificaciones en los paramentos externos, pues se colocan con un resalte exterior. Ciertamente son los aparejos de sillares los que se hacen para ser vistos exteriormente. Sin embargo, más adelante hablaremos de los parámetros visibles, de su evolución y de su cronología, pues ahora sólo es el momento de señalar características puramente técnicas. Entre ellas, aunque enlazando con aquellos, destaca la disposición de los sillares, que, como es suficientemente conocido y más tarde veremos, es a soga y tizón, siguiendo una modelación especial(33). Figuras (10) y (11)
3.2.2- Mampostería:
Los mampuestos son, por el contrario, piedras irregulares, pedernales o calizas, unidas con o sin mezcla de barro o calicanto. La mampostería observable en las fortificaciones que hemos estudiados casi siempre de la llamada careada, o de mampuestos colocados mostrando la más lisa de sus caras al exterior sin tener en cuenta su cuadratura. Los espacios vacíos que quedan entre estos mampuestos se rellenaban con ripios o piedras de pequeño tamaño. Lo más normal es que se disponga en hiladas regulares, ripiando en los puntos en que es necesario para que la horizontalidad no se altere.
En cuanto al procedimiento de construcción empleado se observamos que primero se construían las dos caras de muros, interior y exterior, con mampuestos, dejando el interior vacío hasta una cierta altura. Entonces se rellenaba este núcleo con una mezcla de barro y de mampuestos más irregulares y pequeños que los usados en el exterior. El barro o mortero era apisonado de modo que no quedasen espacios vacíos en el núcleo y tampoco entre los mampuestos exteriores. De trecho en trecho se observa la existencia de perpiaños o piedras pasaderas que atravesaban el muro de un lado a otro y le daban cohesión interna.
En los ángulos de los muros y otras partes de construcción más delicada como dinteles y ventanas, se suele usar sillería más o menos labrada.
La mampostería usada en construcciones cristianas y musulmanas del periodo que estudiamos varía muy poco.
En época beréber es sin embargo evidente que los musulmanes procuraban emplear el calicanto, a veces incluso en lugares que por lo escarpado de su emplazamiento y escasez de agua aconsejaban más bien el empleo de mampuestos en el siglo XIII sin embargo, se advierte que, aunque el uso de tapial y calicanto no se abandona, los musulmanes empiezan a hacer uso de un mampuesto similar al que emplean los castellanos(34).
La mampostería es la gran desconocida como fórmula constructiva. Carecemos de información suficiente, quizás por el hecho de que las construcciones en que se utiliza no tienen la magnificencia de las grandes obras califales.
Sirve tanto para pequeñas casas como para edificios de mayor porte y extensión, aunque, como veremos, su empleo se generaliza en fechas ya tardías, lo que no quiere decir que no se utilizase antes. Se ve como base de muros de otro material, esencialmente de tapial, lo que permite una cimentación y nivelación del terreno para luego levantarlos.
De todas formas esta técnica constructiva se ha utilizado en recintos fortificados y en estructuras arquitectónicas independientemente de las épocas, aunque parece que es en los siglos ya finales de la Edad Media cuando se generaliza, como tendremos ocasión de examinar.
En este tipo de construcciones hay que tener en cuenta la preparación del elemento principal y su organización en el muro, pues el aglomerante no es muy significativo en cuanto a los parámetros, si bien lo es el enfoscado y la decoración. La piedra que se integra en la mampostería puede presentar diferentes características: no trabajada, exfoliada, partida, labrada, aplanada e incluso puede ser eventualmente, que no de manera exclusiva, sillar y/o sillarejo.
Para organizarla en el conjunto de la mampostería se debe atender a una disposición: horizontal, vertical, diagonal y en espiga, aunque también aparecen de forma irregular.
Igualmente se ha de tener en cuenta el tamaño de los mampuestos, que tienen una importancia real para la organización del conjunto murario y que, obviamente, varía.
No es frecuente que en la mampostería se hallen ripios o pequeñas piedras que permitan el encaje entre unas y otras más grandes. A veces encontramos fragmentos de tejas.
Ahora bien, para lograr un asentamiento y una regularización de las piedras se pueden organizar de manera determinada, formando aparejos muy diversos.
Los irregulares, que suelen ser los más abundantes, son reflejo de una obra común, sin más valor edilicio que el puramente utilitario. Sin embargo hay que prevenir que los enfoscados o revestimientos exteriores pueden ofrecer un paramento determinado, aunque el aparejo internamente no sea regular.
A este respecto, según se verá, hay muestras de llagueados en forma de vitolas sobre las piedras que a veces incluso tienen incrustado pequeños guijarros o escorias, mientras que la mampostería no se presenta ordenada en su interior. Pero los asentamientos de los mampuestos se suelen hacer formando un paramento exterior de cierta significación: hiladas de ladrillos o de ripios.
Es así como podemos hablar de mampostería encintada y enripiada. La primera es la ordenada en torno a una o varias líneas de ladrillos dispuestos de una manera mas o menos ordenada (soga y tizón y demás combinaciones posibles); La segunda viene dada por ripios, o pequeñas lajas, colocadas de manera horizontal. En estos casos el aparejo es visible una vez que pierde el enfoscado, que es por lo demás parcial y permite, junto con otras características asignarle una cronología y señalar un programa edilicio.
Hay otro tipo de mampostería en cajones que está circunscrita por pilares laterales e hiladas de ladrillos verticales, aunque no suelen ser de cronología andalusí, pues parecen posteriores.
El empleo del ladrillo es muy general en la construcción en el mundo andalusí. Tal vez se deba a que permiten una obra rápida y airosa, por ejemplo para hacer arcos, bóvedas y cúpulas es mucho más fácil con este material. Ciertamente sirve para ventanas y puertas, sobre todo en estructuras hechas en tapial, que es inerte y precisa de marcos para desarrollar los vanos. Al tratarse de paralelepípedos hechos de barro cocido, pues en caso de estar secos al sol se debe hablar de adobes, siguen un proceso similar al de la cerámica. El amasado, previa decantación, el secado y la cocción se hacen con la misma técnica. La única diferencia notable con respecto a la propia cerámica es que no precisa de elaboración manual, a torneta o a torno sino que se fábrica con moldes(35) Figuras (12) Y (13)
3.3- Construcción de madera:
Existen indicios que nos permiten suponer que las fortificaciones de madera abundaron en nuestra región mucho más de lo que lo restos arqueológicos conservados pueden dar a entender. El escaso desarrollo de la arqueología medieval y la propia esencia perecedera de este tipo de materiales explica que, hasta fecha muy reciente, no se haya prestado atención a este tipo de fortificación, y se haya supuesto como ocurrió con la de tierra, que era propia de regiones ultrapirenaicas(36)
3.4- Construcción de tierra:
Ya desde la Antigüedad se había usado el esfuerzo combinado de la excavación continua que da un foso y un talud y que era la base, por ejemplo, del camp
1- INTRODUCCIÓN:
Hoy en día se tiene una amplia visión sobre los materiales que se
usan en la construcción de edificios, y estos materiales, como también la
técnica han variado durante estos últimos 500 años de manera vertiginosa.
En nuestro ámbito de estudio pretendemos estudiar las fortificaciones medievales y la influencia de otros factores sobre el uso de estas técnicas como también su procedencia(1).
H. Terrasse daba una enorme importancia a su uso en fortificaciones de al-Andalus: “Ainsi, a la fin du X siecle, les grands traits de la fortification hispano-mauresque apparaissent nettement: sous une apparente vanete, elle revele une unite profonde [...]. Mais la pierre taillee apparait deja comme un luxe ou une survivance et le moellon n'est guere qu'un accident local. De plus en plus, c'est un materiau typiquement espagnol, le beton, qui s'impose”.
Pretende diferenciar el uso del tapial como técnica y no como elemento constructivo.
Whickman traza una línea divisoria entre el carácter descriptivo de la arqueología y el carácter científico del estudio y a consecuencia de esto se nos hace difícil la catalogación histórica a partir de análisis selectivos (mediante de un examen global)(2).
En la correlación tiempo-historia observamos unas discrepancias como resultado del uso de simplificaciones en el estudio de las muestras y, como consecuencia de esto, habría que poner especial hincapié en la situación geográfica, como también del estudio de diversos factores que influyen directa o indirectamente sobre el estudio arqueológico.
Estos son: pues la geología del terreno, el estudio social-lingüístico sobre el periodo histórico a estudiar, probablemente, si sólo nos limitamos a interpretar datos de relevancia histórica, como pueden ser sucesos remarcados.
Centrándonos en el estudio de materiales, podemos decir que a priori una valoración visual seguida de una determinación cronológica a partir de métodos estratigráficos podría determinar, siguiendo cierta precisión en la dimensión temporal, parte de su veracidad histórica, ya que las fuentes en sí suelen discrepar entre ellas.
Nos encontramos ante un método selectivo de depuración a partir de datos cronológicos.
Posiblemente el registro arqueológico difiere del documental, creándose una diferenciación en el sentido de establecer un contraste en el significado histórico.
Nos encontramos pues con que la interpretación de un objeto material se da en un marco amplio, mientras que la documental es más preciso y selectivo en su exposición histórica.
Esto surge como fruto de la interacción de la dialéctica surgida entre Hombre-Naturaleza (3).
Hay autores que siguen una línea simplista, e n el sentido de reducir la connotación del significado. Sobre estas cuestiones nos previene Andrea Carandini, cuando habla del materialismo cultural: “...no podemos dejar de ponernos en guardia contra el materialismo abstracto y mecánico, del determinismo tecnológico-ambiental que está expresado por una ideología que parece tener fundamentalmente miedo a sacar a la luz aspectos políticos y sociales de la producción (las relaciones del hombre con el hombre siempre han sido vistas por las clases dominantes y por sus intelectuales como bastante más peligrosas que las del hombre con la naturaleza.)”(4).
En cuanto al marco político-social observamos cierta dependencia entre el poder adquisitivo alcanzado y el tipo de estructuras edificadas en su tiempo, la que también a nivel de comunicación extra-lingüística posibilita al arqueólogo entender la sociedad en aquella época y por tanto le permite valorar objetiva o subjetivamente los hallazgos. A partir de esto se pretenden reconstruir los hechos históricos.
Es un proceso deductivo y toma un sentido primordial, ya que la mayoría de los descubrimientos realizados hoy en día han sido en base a este tipo de razonamiento. Esto habilita al investigador a tener una cierta libertad de interpretación; posiblemente esto sea la causa de que a veces seamos conscientes de la incertidumbre surgida en nuestro trabajo.
A razón de los datos que hemos interpretado debemos elaborar una cronología para asignar las diferentes etapas a considerar en el estudio.
Primero habrá que dotar de significado al objeto, segundo, puesto que éste ocupa un espacio determinado, obviamente tendremos que comparar analogías entre la estratigrafía vertical y su organización en horizontal, pues esto seria el contexto del objeto a tratar.
Por tanto, los trabajos de excavación basados en la estratigrafía que sean válidos por lo menos nos dan una concepción de marco histórico-geográfico.
Las posturas del arquitecto y la del arqueólogo están en muchos casos enfrentadas. Manacorda ha señalado lo que tienen que ganar el arqueólogo y el arquitecto, que son los dos profesionales que se encuentran de forma más o menos conflictiva en este campo(5).
A hora quiero estudiar y examinar las técnicas constructivas en al- andalus mediante diferentes especialistas en este campo.
Parenti destaca los pasos a dar, aunque sea de manera genérica.
Él plantea la problemática que se deriva de la asignación de una cronología a los restos murarios. Con anterioridad Tiziano Mannoni había hablado de los “indicadores cronológicos” de estas estructuras.
Entre esos “indicadores” se encuentran las técnicas constructivas como, el propio Parenti ha puesto de relieve.
Pues bien, esta es la cuestión que ahora nos va a ocupar tras el largo preámbulo que hemos hecho. Dentro de esta problemática adquiere una especial significación el tema que proponemos para iniciar su estudio y examen. Se trata de las técnicas constructivas en al-Andalus. Es cierto que en el estado actual de nuestros conocimientos es muy difícil plantear cuestiones de un valor general y sólo hay que enunciarlas. La investigación ha sido muy desigual y no se pueden comparar los resultados. Pero como se trata de una primera aproximación se nos excusará de múltiples déficit que se puedan advertir.
Antes de entrar de lleno en nuestro trabajo, es difícil hablar de cuestiones en un ámbito general, la existencia de déficit en la interpretación de datos que en la mayoría de los casos se hace patente, ya que primeramente debemos hacer notar que siempre hemos considerado estructuras en las que se observa claramente la supremacía político-social de la época que estamos estudiando. Las demás estructuras arquitectónicas se investigan en un segundo plano.
Por tanto es imprescindible analizar tanto las técnicas como los materiales usados en las construcciones, ya que de éstos deriva la magnitud que manifiesta el poder político (6).
Pero a partir del siglo VIII hay una fuerte disociación entre la mayoría de las
construcciones de al-Andalus. Se toman en consideración los elementos decorativos, ya que en estos se manifiesta parte de la actividad social y también su estratificación, pero no debemos tomarlas al pie de la letra.
En concreto, se debe tener en cuenta un conjunto de códigos a seguir como son los códigos de utilidad, culturales y de datación histórica.
El uso de técnicas constructivas como el tapial y la mampostería en época post-visigótica va a constituir la mayor parte de este estudio. Nos interesa conocer previamente los materiales usados que en la mayoría de los casos provienen de la zona en la que se encuentra la construcción a tratar (7).
2-EL SURGIMIENTO DE LA ARQUITECTURA ISLÁMICA:
En el año 608 aparece el primer indicio de cambio en lo que sería posteriormente la arquitectura islámica.
Las remodelaciones sugeridas por los quraysíes hicieron que la Kaaba o Piedra Espiritual de los mahometanos fuera la primera obra a tratar, fue remodelada a partir de maderas que provenían de un barco Probablemente éste procedía de Abisinia, es decir, de la actual Etiopía, ya que dejó su impronta etiope en ésta.
Anterior a este suceso, las tribus árabes no tenían suficientes conocimientos arquitectónicos, por tanto debemos hablar de la conformación de un arte islámico y no árabe.
En tan solo 30 años se pudo pasar de la “nada” al “todo”, pues el mundo islámico se extendió de manera muy rápida.
Posiblemente la causa de la creación de la arquitectura islámica, fue la necesidad de crear un lenguaje e iconografías propias. Se haría uso de la geometría como herramienta para embellecer sus construcciones, no se usarían estructuras relacionadas con la imagen humana, pues en la sociedad musulmana sunní (que es la mayoritaria actualmente) era tabú usar las imágenes humanas (al contrario que las demás culturas que se identificaban con éstas).
Para establecer estos rasgos propios del arte islámico, T. Burckhardt observa que existe una relación con el arte sacro como una exteriorización providencial de la combinación de lo sagrado y el esoterismo.
En el caso de la península Ibérica, tenemos que dar un indicación sobre los aspectos de culturas que había antes el llegado de los árabes a ella, para entender la arquitectura árabe en al- Andalus. En eso A. Jiménez puso de manifiesto:
a) La debilidad de la tradición cultural de la Hispania romana que hasta la llegada de los árabes a la península había sufrido durante casi dos siglos el abandono y destrucción de su arquitectura edilicia.
b) Los ejemplos de arquitectura visigoda sólo se reconocen en la mitad norte de la península y prácticamente no hay ninguno en Andalucía.
c) La falta de ejemplos de arquitectura bizantina.
d) El aumento del eremitismo religioso de esta época. Esta coyuntura no era la más propicia para justificar la existencia de un floreciente sustrato cultural en la península en el momento de la llegada de los árabes y, por tanto explicaría el retraso en la construcción en el primer monumento islámico en al-Andalus, a fines del siglo VIII, al que podría considerarse como fruto de un arte “ex novo”
Ciertamente es conocido el grado de decaimiento, abandono y de reutilización de las antiguas ciudades romanas a comienzos del siglo VIII, así en el reciente IV CAME tuvimos ocasión de conocer esta transición en los territorios de la Tarraconense, en el sureste de al-Andalus, y en los casos de las ciudades como Barcelona, Tarragona, Valencia, Cartagena, Jaén, etc. Se dibujó un panorama de la situación urbana de las ciudades fundamentales en época romana y de la pérdida de los rasgos de la cultura clásica, apreciable en la reutilización de los foros, los cuales se utilizarán para construir viviendas o para usos distintos de su función primigenia, desapareciendo por completo el concepto cultural que los impulsó; es decir, a principios del siglo VIII en Hispania existió un evidente vacío cultural que difícilmente puede justificar la existencia en ese momento de cualquier sustrato cultural romano capaz de influir en los nuevos pobladores.
A ese vacío de tradición romana, en el momento de la llegada de los musulmanes, habría que sumar la falta de una cimentada cultura visigótica en la península, al contrario de lo que han pretendido justificar algunos autores basándose en las crónicas y en las fuentes de los primeros años de la conquista. Ya A. Jiménez señalaba la concentración septentrional de los escasos monumentos visigóticos existentes en la península, pero más incisivo estuvo L. Torres Balbás, por el año 1957, cuando afirmaba que los escasos restos conocidos de este arte eran muy torpes y bárbaros, no más perfectos que sus templos rurales. Si este panorama era bastante exiguo, peor era y es el de los pretendidos restos del breve dominio bizantino del sureste de la península que apenas constituyen, como recientemente se ha puesto de manifiesto en la magnífica síntesis de M. Vallejo, una serie más o menos amplia de objetos de arte mueble, sobre todo cerámicas y pequeños objetos de aderezo personal: fíbulas y anillos.
Con estos datos, no resulta arriesgado suponer para el arte y la arquitectura de al-Andalus un valor de ruptura con todo lo anterior, cuya formación será lenta, de varios siglos, en una clara dialéctica entre la cultura en retroceso y cambio de los hispano-romanos y la lucha por la hegemonía de los sustratos culturales orientales o norteafricanos de los nuevos pobladores llegados a la península. Este proceso dubitativo, no olvidemos que el primer monumento levantado fue la mezquita de Córdoba, setenta años después de la conquista, durará casi tres siglos hasta su plena consolidación y conformación durante el califato, como una cultura islámica y a la vez provista de rasgos propios, a la que conocemos como el arte y la arquitectura de al-Andalus.
Desde esta perspectiva planteamos y desarrollamos el análisis, no del arte, sino de los materiales y las técnicas constructivas en al-Andalus; ahora bien, resultara pretencioso el intentar abarcar, en el limitado espacio de estas páginas, todo el rico y complejo mundo de las diversas materias y técnicas utilizadas en la construcción en época islámica, por lo que sólo nos adentramos en el estudio de lo relacionado con la sillería y las fábricas de tapial, durante los primeros siglos de al-Andalus hasta la caída del califato; dejando para un futuro los aspectos referidos a otros materiales y otras épocas(8).
3- TIPOS DE TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS:
Dividiremos nuestro estudio en cuatro grandes apartados:
3.1- Construcción de tapial (árabe tabiyya).
3.2- Construcción de piedra.
3.3- Construcción de madera.
3.4- Construcción de tierra(9).
3.1- Construcción de tapial (árabe tabiyya):
3.1.1- Definición de tbiya o tapial:
El tapial es una técnica tradicional de ejecución de fábricas caracterizada por conformar el material en el mismo lugar en el que estará en servicio. El material, generalmente tierra, se conforma por apisonado dentro de un molde que se apoya sobre el mismo muro que se está ejecutando, que sirve, a su vez, como único soporte de las actividades de montaje del encofrado, moldeo, desencofrado y traslado del molde hacia la siguiente posición de servicio. Como cualquier otra técnica debe establecer un compromiso entre las necesidades de su ejecución y las exigencias a que deberá hacer frente el muro construido con ella. Así, como cualquier fábrica, deberá levantarse por hiladas horizontales, contrapear sus juntas, cuidar el aparejo en las esquinas etc. Pero tendrá, además, que ajustarse a unos requisitos de puesta en obra muy exigentes a causa de las limitaciones en la movilidad y seguridad de los operarios que la ejecutan debidas a la escasa superficie de soporte que ofrece el propio muro que se está construyendo(10).
Tal vez sea la técnica más característica y significativa de la construcción andalusí. Básicamente consiste en formar cajones prismáticos de encofrado con varias tablas dispuestas en horizontal y unidas por traviesas verticales de madera llamadas costales. En sentido horizontal y perpendicularmente a las tablas se disponían tablillas, llamadas agujas que podían o no atravesar el cajón de lado a lado y servían para darle rigidez al encofrado en unos casos o simplemente para sujetarlo a la obra, también se utilizan cuerdas de esparto para dar rigidez y evitar que el cajón se abra al verter el material. Las cuerdas pueden atravesar todo el ancho del cajón y atarse de costal a costal. Así sucede siempre en la parte superior, o puede atarse al clavo o la cuña que sujeta la aguja cuya función entonces es solo la de sostener el encofrado. De no usar cuerdas se debe sujetar las agujas a los costales o las tablas con cuñas o clavos.
Es aquí en la sujeción de los cajones y disposición de las agujas donde encontramos un mayor número de soluciones y variantes constructivas adoptadas localmente, y, por ahora imposibles de adscribir geográfica o cronológicamente si es que tal sentido pudieran tener. Normalmente en las murallas presentan un espesor medio de 1,30 metros. En las torres las agujas no atraviesan todo el cajón. Suelen disponerse embutidas en el cajón inferior en el que se practica una roza con lo que se evita realizar ranuras en las tablas, no siempre adecuadas a las dimensiones de las agujas que suelen variar. Para evitar entonces que, al sujetar el encofrado, las agujas se levanten con el peso, éstas se pueden sujetar rápidamente. También se pueden sujetar clavando la aguja con una cuña o un clavo al cajón de abajo. Para dar rigidez al cajón se puede utilizar varias fórmulas: Se puede, mediante cuerdas, amarrar los costales que sobresalen por la parte superior e inferior.
Nos quedarían entonces por ver sólo dos elementos no siempre presentes: de una parte las cruces de S. Andrés. Son agujas dispuestas en diagonal para dar rigidez al cajón y los costales vueltos hacia el interior, que dejan su huella semicircular en negativo sobre el mortero y a los que, tanto por los lugares en los que se encuentra como por hallarse también en diversos tipos de tapial. No nos es posible asignarle una funcionalidad.
Los lados menores de encofrado quedan también cerrados en el primer cajón con tablas en ambos extremos, en el resto utilizando el lateral del anterior como cierre, por lo que podrá incluso distinguirse cual de los dos ha sido construido primero. Las agujas y mechinales para el andamiaje se parten y quedan embutidos en la obra, siendo posteriormente tapados con mortero y enlucido todo el conjunto para evitar el deterioro de la obra y escalo en el caso de las fortificaciones.
Queda abierta la parte superior del encofrado por la que se vierte el mortero en capas sucesivas llamadas tongadas que son apisonadas antes de verter la siguiente. En su composición se emplean cal o yeso, tierra, grava, piedra y material reutilizado como fragmentos cerámicos, escoria, etc.(11)
3.1.2- Estudios generales:
Denominaremos construcción de tapial a aquélla que utiliza encofrados o cajones de madera, para la hechura del muro. Este tipo de construcción es a su vez divisible en dos apartados:
1- De tierra apisonada o barro.
2- De mortero de cal y arena.
En ambos casos la mezcla puede recibir otros elementos como cantos rodados, mampuestos o paja.
El tapial constituye sin duda el tipo de fábrica más antiguo empleado en la construcción de muros. Su empleo militar se remonta a los imperios asirio y egipcio, que simultanearon su uso con el del adobe. El sistema se extendió por el mundo antiguo y arraigó especialmente en el Norte de África y la península Ibérica.
El muro de tapial se fabrica superponiendo una especie de cajón desmontable de madera (encofrado u horma, en latín), y rellenándolo de una mezcla (tierra, barro o calicanto). Cuando la mezcla se ha solidificado suficientemente se retira el encofrado y queda sobre el muro una especie de sillar arcilloso que es la tapia.
Las tablas usadas en el encofrado deben ser de madera resinosa para que no se adhieran excesivamente a la mezcla muy apisonada que deben soportar. Estas tablas tienen de dos a cuatro centímetros de grosor y suelen clavarse con travesaños junteros para que el cajón resultante tenga unos 0,84 m. Obsérvese que el procedimiento antiguo ha sobrevivido sin ningún cambio apreciable y que la medida 0,84 m viene a ser el equivalente de dos codos, altura que el encofrado solía tener en la antigüedad. Con esta medida aparece en los edificios romanos, bizantinos, visigodos y musulmanes.
Pequeñas oscilaciones en centímetros muestran a veces que el codo no tenía en la antigüedad una medida exacta y que solía variar, aunque poco, según las distintas regiones.
La longitud de la tabla del encofrado solía ser de cuatro codos 2,25 m aproximadamente). Para dar al encofrado la anchura necesaria se disponen unos travesaños que van de una a otra parte del muro, transversalmente, y reciben el nombre de riostras si son del hierro y agujas o cárceles si de madera. Modernamente, las riostras son barras de hierro que, cuando se desmonta el encofrado, pueden retirarse tirando de ellas y dejan en el muro un agujero mínimo. Las riostras superiores del tapial inferior sirven de soporte a los encofrados del tapial superpuesto, por lo tanto se dejan en su sitio hasta que cumplen esta función y después se retiran. En la antigüedad y hasta bien entrado el siglo XI se usaron agujas o cárceles y, una vez desmontado el encofrado, se dejaban empotradas en el muro, aunque antes de dar el revoque final se aserraban a ras del muro. Con el tiempo esta madera se reseca y desaparece y el muro queda pespunteado regularmente por una serie de mechinales que testifican, en hileras sucesivas, el número y la anchura de los tapiales aplicados.
Lo más normal era que el muro de tapial se elevase sobre un zócalo de unos 0,25 m de altura que lo aislaba del suelo y evitaba la acción de la humedad de la tierra sobre su conjunto. Sobre este zócalo se disponía el primer tapial. Una vez montado el encofrado se vaciaba en su fondo la primera tongada de mortero o tierra y se extendía con un palustre. Después se apisonaba con ayuda de un pisón. Un pisón moderno, que seguramente no difiere mucho del medieval, pesa unos 10 kilos.
Los tableros del encofrado se van desmontando y armando sucesivamente y así va extendiéndose sobre el zócalo base el primer tapial. Para que estos tableros fueran más manejables no solían exceder de los cuatro codos de longitud, pero también los había que alcanzaban los seis codos.
El remate de muro o albardilla solía hacerse de forma de plano inclinado para protegerlo de la erosión de lluvia. A veces una fila de ladrillos o una simple cubierta de escaña sujeta con piedras cumplía esta función protectora. En los remates de los muros beréberes observamos que las almenas acaban en pirámide invertida de pendientes poco pronunciadas, ideal es para resistir a los elementos.
Las tierras del tapial deben ser arcillosas, grasas y húmedas. La prueba tradicional de la idoneidad de la tierra consistía en comprimirla entre las manos haciendo con ella una pella.
Si la pella adquiría consistencia y no se desmoronaba al rodar, la tierra era buena La consistencia se aumentaba artificialmente mediante la adición de paja bien trillada.
Existe una infinidad de fórmulas y de posibilidades combinatorias de los elementos que integran el tapial(12).
Es sin duda el elemento más significativo de la construcción andalusí y merecería un análisis en profundidad. La arquitectura en tierra es fundamental en muchas zonas del planeta y tiene como característica principal que es fácil de realizar. En el mundo andalusí, como en el norteafricano, se emplea una construcción de tapial, normalmente hormigonado, que confiere un aspecto muy singular a su arquitectura.
La técnica es muy conocida, incluso Ibn Jaldun la describe con mucho detalle. En síntesis es la siguiente: se formaban cajones de encofrado con diferentes tablas, éstas se unían con traviesas de madera, que podríamos llamar agujas; todo ello quedaba asegurado con fuertes cuerdas que daban consistencia al cajón. Los espacios que quedaban en los costados se tapaban también con madera. En este mueble se vaciaban los componentes constructivos: tierra, grava, piedra, cal e incluso otros, como fragmentos cerámicos, que son habituales. Para su estudio en cada caso es preciso tener en cuenta estos elementos que intervienen y en que proporción. En cierta manera se puede medir visualmente por su aspecto, que puede ser terroso, granuloso, macizo, etc.; aunque siempre es conveniente hacer un análisis granulométrico.(13)
El color es asimismo significativo en su composición. La misma elaboración del tapial se pone de manifiesto en su observación, sobre todo cuando pierde su composición externa, que es esencial, como se verá. Así, se pueden conocer las tongadas o cavas que muestran cada vaciado en el interior del encofrado. Como se ha dicho, en el cajón se vierten los elementos constructivos y una vez dentro se apisonan normalmente, si bien en otras ocasiones se reparten con un instrumento previamente para igualar los niveles constructivos. Esto deja una huella que es perceptible y mensurable. De ese podemos anotar que la elaboración es irregular o por capas. Pero aun así, hay que destacar algunas diferencias.
El propio André Bazzana ha señalado al menos 3 clases distintas de tapiales:
Uno primordialmente de tierra, otro que llama de piedra y el que él denomina de “mortero”. Nosotros preferimos denominar a este “tapial hormigonado”. En algunos estudios concretos que se han llevado a cabo se muestran las variantes de los tapiales. En las murallas de Granada se mencionan los siguientes: El tapial monolítico en el que hay una alta proporción en cal (en torno al 15 %), tiene un aspecto muy homogéneo y de gran consistencia; la tapia real presenta una alternancia de capas de cal y de tierra de un grosor aproximadamente igual, si bien en la parte inferior y en la superior del cajón se ve una tongada mas gruesa de cal; el tapial calicastrado tiene una capa de cal en las partes exteriores, mientras que se adelgaza hacia el interior, formando un especie de corteza de 6 cm. a 8 cm. de grosor(14).
Lo que no parece tan claro es que haya una correlación cronológica entre los distintos tipos de tapial y las fechas de fabricación. Es posible pensar que las modificaciones pueden deberse asimismo a las funciones que le corresponden en cada caso a los edificios construidos.
Por otra parte, aunque es cierto que en gran medida el tapial conforma un tipo constructivo muy fijo, hay materiales que se mezclan. No es extraño, pues, para darle mayor solidez a la fábrica en su conjunto, incluir verdugadas de ladrillos o incluso pilares. También se observa en algunos casos que se colocan piedras planas que sirven para dar mayor consistencia al cajón que se levanta sobre el.
La elaboración en tapial es muy significativa. Ya Bazzana puso de relieve que era preciso una abundante mano de obra y un tiempo más o menos dilatado.
Asimismo para hacer el tapial, especialmente el hormigonado es preciso que haya agua en abundancia.
Una de las características más importantes del tapial es sin duda la facilidad para hacerlo. Contando con los materiales, que no son precisamente difíciles de hallar, y con lo preciso para el encofrado (tablas, palos y cuerdas), lo que supone incluso tener las medidas preestablecidas, se puede levantar un tapial de mediana calidad, si bien los hormigonados requieren una preparación mayor y mejor. A este respecto, Rafael Azuar ha escrito en contraposición con las obras de cantería: “Es evidente que para la determinación en el uso de una u otra técnica, debió existir un criterio económico: La utilización de la sillería o de la fabrica de tapial presupone distinta inversión de trabajo, tiempo y recursos fiscales. Es decir siempre resultara menos oneroso el construir un recinto amurallado con hormigón de tierra que con sillería: La tierra se encuentra en el lugar, no necesita su acarreo de canteras lejanas, etc.; la fabricación de tapias es una tarea casi sin especialización, al contrario de la sillería, que requiere de especialización y varios procesos de manipulación ya sea en su extracción, talla y colocación.”
Pero eso no quiere decir que haya que establecer una contraposición mecánica entre un sistema y otro y hacer una asignación concreta, como el mismo establece a continuación del párrafo anteriormente citado:
“Todas estas cuestiones, sobre las que no insistiríamos pues son obvias, permiten defender un uso del tapial por los grupos de oposición al Estado, ya que con ello se consigue construir fortalezas en poco tiempo y con pocos recursos, que también en cualquier momento se pueden abandonar y levantar otras; es decir, el uso y la ductilidad del tapial le confiere a estas construcciones una gran movilidad”(15).
Aunque la idea es muy sugerente, no hay pruebas suficientes para darla por buena. Una cosa cierta es que los Omeyas impusieran las fábricas de cantería, surgiendo un aparejo prototípico de la época, y otra muy distinta es que la utilización del tapial sea obra sólo de los opositores al Estado Cordobés. Así se puede ver en la Crónica Anónima como se fortificó la ciudad de Badajoz con tapial bajo la égida del poder.
Queda por señalar que el tapial se suele levantar sobre una mampostería que sirve para nivelar el terreno y cimentar. Suele ocurrir normalmente en las fortificaciones, incluso en algunas viviendas, pero también se puede ver sobre todo en el caso del tapial hormigonado, como se hace por medio de zanjas o cajas en donde se incrusta el muro. Al mismo tiempo hay que poner de relieve que existía un enfoscado o revoco exterior que protegía la construcción e impedía tanto su deterioro como las posibilidades de escalo en las fortalezas.
En cuanto al establecimiento de una cronología para determinar las fechas de fabricación de los tapiales y su evolución técnica, aunque contamos con datos relevantes como por ejemplo la utilización del tapial calicastrado en época nazarí, queda mucho camino por recorrer. Los análisis arqueométricos emprendidos son un primer paso que ha de complementar el estudio arqueológico. Pero han de tenerse en cuenta los materiales utilizados, normalmente los que había in situ, y la generalización de una técnica que por definición es muy simple, conlleva serias dificultades para establecer diferencias y cronologías. De este modo, por ejemplo, se puede ver como en un mismo periodo aparecen tapiales muy diversos.
Son otros muchos los aspectos que quedarían por estudiar. Además de los elementos constructivos ya citados, es preciso conocer las partes que componen una estructura muraria que, al fin y al cabo, se levanta de abajo hacia arriba, lo que permite seguir el principio estratigráfico elemental de que lo situado más abajo es más antiguo que lo que se encuentra más arriba, con las salvedades que es necesario hacer. Pero tales cuestiones sólo tienen sentido en casos concretos y en marcos diferentes a los que hoy nos encontramos.
No podemos, sin embargo, silenciar los problemas que se derivan de la organización de un conjunto constructivo. Los muros que lo integran, como los otros elementos, presentan una estratigrafía o, mejor dicho, una relación especial que se rige por principios de estratificación, aunque se desarrollen en horizontal. Por eso, se debe establecer si un muro traba, cubre, corta o se le apoya otro. Tales cuestiones han sido suficientemente aclaradas y relacionadas por Roberto Parenti(16).
3.1.3-Clasificación de Tápiales:
En función de los componentes o de la disposición de estos, el tapial puede adoptar diversas variantes, y que nosotros agrupamos en:
3.1.3.1 Tapial de tierra:
El tapial de tierra suele tener 4 partes de arcilla por cada una de arena y otra de gravilla. Otra fórmula es 2 partes de arcilla, otra de arena y otra de tierra vegetal. La más modesta junta una parte de arcilla, otra de gravilla y dos de tierra vegetal. Estas fórmulas, de uso corriente entre los encofradores hasta fecha reciente, venían transmitidas como el resto de los saberes del oficio de fecha muy antigua. En la Edad Media no serían muy diferentes.
El tapial de tierra hubo de ser muy usado en la fortificación de las albacaras defensivas que poblaron abundantemente las tierras hispanas. La propia fragilidad del material determinó la desaparición de estas construcciones en cuanto se dejaron de reparar. Una albacara existió todavía a principios de siglo en Belerda. Éste sería el castillo conquistado por el arzobispo de Toledo a mediados del siglo XIII. Aunque en las crónicas aparezcan citados como castillos, es evidente que se trata de albacaras o recintos defensivos.
La construcción de tapial de tierra es propia en núcleos humanos pobres en recursos pero ricos en mano de obra. Para que el tapial fuese efectivo había que pudrir la tierra, es decir, airearla desde el otoño y dejarla orearse durante 5 meses al menos, expuesta todo el invierno a las lluvias, para que desaparecieran los restos de materia orgánica.
Para darle mayor solidez a esta tierra, a la hora de usarla se le podía dar el calicastrado o humedecimiento con lechada de cal e incluso refuerzos de verdugadas de ladrillo en los bordes de las distintas tabiyyas (tabiyya real).
Otra variedad de tapial de más rápida construcción, pero menos resistente es el que emplea barro y paja machacada en lugar de tierra(17).
El mortero está compuesto fundamentalmente de tierra con una proporción variable de cal, desde su casi ausencia hasta una cantidad relativamente significativa que la endurece y lo asemeja al hormigón.
El material se reparte de forma homogénea en el cajón(18).
Supone la forma más popular de la tapia, usada tanto en viviendas urbanas y rurales como en cercas. En este caso pueden arrancar directamente del terreno sin zócalo de piedra, aunque esa circunstancia será su mayor punto débil.
Cuando la tierra se mezcla, en toda su masa, con cal, da lugar a una tapia de tierra estabilizada llamada tapia real. Los dos términos: tapia común y tapia real son recogidos también como sendas unidades de medida por Fray Lorenzo de San Nicolás(19). Figura (1)
3.1.3.2- Tapial hormigonado:
Realizado con hormigón, es decir mortero rico en cal, con abundante grava de mediano tamaño y gran dureza. El material se reparte igualmente de forma homogénea en el cajón. Normalmente es el usado en los aljibes, pero aquí con una variante técnica: sin cajones, realizando el encofrado en una sola vez para evitar las filtraciones de agua a través de los huecos de las agujas y las juntas. Es el más duro y complejo de los tapiales por la cantidad de cal y trabajo invertido en la preparación de la grava(20).
La técnica de la fábrica u hormigón encofrado o en tapial antiguo, conocida desde época romana, se generalizó en época islámica; el proceso de fabricación en la construcción ya fue descrito por Ibn Jaldun en su clásica obra (al-Muq‘adummà):
“Otra rama, es formar las paredes con la sola arcilla. Se sirve para esta operación de dos tablas, cuya longitud y anchura varían según los usos locales; pero sus dimensiones son, en general, de 4 varas por 2. Se colocan estas tablas (a lo largo) en lo cimientos (ya abiertos), observando el espacio que debe separar entre ambas, conforme a la anchura que el arquitecto ha juzgado conveniente dar a dichos cimientos.
Se mantienen entrelazadas por medio de travesaños de madera que se sujeta con cordeles o lazos. Se cierra con otras dos tablas de pequeña dimensión el espacio vacío que queda entre los (extremos de) las dos tablas grandes.
Y se vierte a ella una mezcla de tierra y cal que se apisonan enseguida con pisones hechos a propósito para este fin. Cuando esa masa ya está bien comprimida, y la tierra está suficientemente mezclada con la cal, se agrega todavía de las mismas materias, una y otra vez, hasta que aquel vacío quede completamente colmado.
Las partículas de tierra y cal se airean una vez bien mezcladas y forman un solo cuerpo compacto. Luego se colocan esas tablas sobre la parte del muro ya formada, se repite la operación y así se continúa hasta que las masas de tierra y cal, ordenadas en líneas superpuestas, formen un muro cuyas partes estén totalmente aglutinadas, como una sola pieza. Este género de material se llama tapial (de atoba, o adobe).
El uso documentado de esta técnica en la construcción de fortificaciones en al-Andalus lo podremos retrotraer al siglo IX.
Ciertamente no esta demostrada hasta este momento una antigüedad de la fabrica de tapial anterior del siglo IX, por lo que debemos remitirnos a los datos que conocemos, que por supuesto pueden variar en el futuro según la investigación.
Las primeras obras realizadas en tapial corresponden todas ellas a una cronología muy similar y a los últimos años del gobierno de Mu¬ammad I. Nos estamos refiriendo a los casos de Badajoz, Calatayud y Daroca(21).
Tiene su antecedente en el opus caementicium romano. Existen en Roma ejemplos de tapias de argamasa desde el siglo III a.C., en las cuales se aprecian tanto las señales del encofrado como las tongadas de material. Palladio recoge en su libro I este tipo de fábrica, no apareciendo, como antes hemos indicado, la tapia de tierra.
Consiste en el empleo de un hormigón intencionalmente dosificado, las capas vertidas dentro del molde pueden ser del mismo material o ir alternándose, añadiendo o no grandes piedras (hormigón ciclópeo). La argamasa o el mortero deben tener una tierra, para permitir una buena compactación, la posible interrupción de la fábrica según un plano inclinado, así como un inmediato desencofrado. Aunque tradicionalmente se ha utilizado la cal como aglomerante, también sería posible usar otros(22). Figura (2)
3.1.3.3-Tapial de cal y canto o calicanto:
Es un mortero con proporción variable de cal, cuya principal característica es la presencia significativa proporción de mampuestos, de gran tamaño formando tongadas. En este caso, las grandes piedras lanzadas desde cierta altura realizan la labor de apisonado.
La piedra normalmente es la del terreno al exterior, el mortero queda liso ocultando los mampuestos pero, en caso de perder la capa exterior, el tapial muchas veces solo se distingue de la mampostería por la presencia de agujas(23).
El tapial más usado en fortificación medieval conservada hasta hoy es el de calicanto. Buenos maestros del calicanto fueron los romanos, los bizantinos y los beréberes.
La base de este calicanto es la cal y la arena a la que se añaden distintas proporciones de cerámica molida y cenizas de forja. La fórmula tradicional: de 5 a 7 partes de arena, una de tierra cocida y otra de cal.
Sin embargo, en las partes más expuestas al impacto de máquinas de asedio o zapa se reforzaba aumentando la proporción de cal y reduciendo la de arena. En la muralla almohade de Jaén se observa una gran proporción de cal en la mezcla de las 2 primeras tapias. Esta proporción se reducía un tanto en la tercera y el resto del muro contenía cal escasa y muchas piedras de gran tamaño.
Terminada la obra había que dejarla secar durante unos meses antes de que estuviese a punto de recibir un enlucido que se aplicaba normalmente en verano. Antes de enlucir se labraban acanaladuras en la superficie del muro para hacerla más rugosa, lo que facilitaría su cohesión con el enlucido. No conocemos el instrumento utilizado para practicar estas acanaladuras pero a juzgar por la disposición de líneas paralelas que estas presentan debió tener a veces forma de rastrillo y otras de simple punzón. Sus dientes penetraban hasta dos o tres centímetros de profundidad(24). Figuras (3) y (4)
3.1.3.4 Tapial calicastrado o de cal y costra:
En él las peyas de cal o ricas en cal se colocan siguiendo las tongadas en la parte exterior del cajón junto al encofrado de manera que se forme una dura corteza capa a capa que se va adelgazando hacia el interior del cajón hasta desaparecer, dejando paso a un relleno muy pobre en cal, casi imposible de distinguir en la mayoría de las ocasiones de los rellenos de la mampostería, por ejemplo. Este relleno puede emplear material reutilizado, grava y algunos mampuestos de gran tamaño. Sin embargo, cuando estos mampuestos alcanzan una proporción considerable y están dispuestos siguiendo las tongadas, pasará a denominarse tapial calicastrado o de cal y costra(25).
Se fabrican extendiendo una capa de mortero en forma de cuña contra el tapial, previamente al vertido de la tierra, que se apisona dentro de la caja formada por la costra, al pisar el material el mortero se extiende aún más por debajo de la tierra. La costra se puede disponer en las dos caras de la tapia o sólo en una (la exterior). El mortero o argamasa, aunque se va aplicando coincidiendo con cada tongada de tierra o cada dos, queda unido formando una capa continúa por el exterior, mientras que si viéramos la tapia en sección apreciaríamos una sucesión de cuñas dispuestas verticalmente y trabadas con la tierra. La humedad del mortero ha de ser similar a la de la tierra. En el proceso de apisonado, tanto en el caso de una tapia calicastrada como en el de hormigón, se produce el flujo de una especie de lechada hacia el exterior, lo cual produce un acabado más fino y liso. La envergadura de la costra es muy variable según los casos. Cuando se trata de un muro con fines defensivos la capa exterior, fabricada con hormigón, puede tener gran espesor. Lo normal en muros domésticos en su parte más delgada. Se consideraba, y de hecho lo era, un tipo de tapia mucho más resistente y durable que el común de tierra. La confección y venta de mortero para costearla estuvo regido por ordenanzas(26). Figura (5)
3.1.3.5 Tapia real:
Se dan en él una alternancia de capas de cal y tierra de grosor más o menos igual, aunque las partes inferior y superior las forma una tongada más gruesa de cal(27).
3.1.4-Encofrado: el tapial
3.1.4.1-Definición:
El encofrado es una de las características básicas de una obra de tapia. A él debe, en buena medida, su forma.
La imagen de las tapias, debido a la multitud de huellas que originan los diferentes elementos de su encofrado, tiene un valor, podríamos decir, didáctico, que nos revela su proceso constructivo. Se caracteriza por sus medidas basadas en las del hombre y por su manejabilidad, al mismo tiempo permite levantar un edificio sin andamiaje.
Al conjunto se le puede llamar armaje, jarcia, molde, marco, cajón y tapial.
3.1.4.2- Elementos del encofrado
3.1.4.2.1- Tapial:
Los tapiales constituyen la parte fundamental del encofrado, a ellos deben las tapias su forma, generalmente plana, si bien también se han utilizado curvos (por ejemplo en algunas torres de murallas, como en Granada en palomares y molinos de la Tierra de Campos. En plazas de toros en La Mancha). Así, han sido utilizados como medida, lineal (para la altura principalmente, pero también para la longitud), superficial, o de volumen. Tradicionalmente consiste en un tablero de madera, compuesto de varias tablas, de unos tres centímetros de grosor dispuestas horizontalmente, unidas, con la ayuda de unos listones barras o barrotes verticales, también de madera, situados generalmente por el exterior y clavados por obvias por la cara interior del tablero, es decir, las cabezas de los clavos están sobre las tablas y no en los barrotes.
Esto origina una de las posibles improntas del tapial: una columna de oquedades grabadas sobre el paramento. Algunas veces esas barras que sirven para "grapar" las tablas se disponen en ambas caras del tapial, una cercana a cada extremo, esto da lugar a un tapial reversible; de esta manera la barra vertical tiene además otra función: la de sujetar la compuerta lateral del cajón.
Las medidas del tapial deben ser tales que permitan su transporte y manejo por dos o tres personas. Su altura debe ser compatible con el apisonamiento desde dentro de la caja (su canto superior quedará por debajo de los codos de un hombre). Teniendo en cuenta su utilización como unidad, sus medidas han gozado de una gran perdurabilidad, especialmente la altura que suele ser de dos codos o una vara, la proporción de los tapiales suele aproximarse a 1 por 2 ó 1 por 3. Hay que tener en cuenta que cuando vemos un tapial reflejado en un muro, no estamos viendo, generalmente, la huella de la totalidad del tablero; es decir, la longitud de la tapia no coincide exactamente con la del tapial, a menos que el tablero no se haya solapado a la tapia anterior y que no haya sido necesario colocar una compuerta en el extremo para cerrar la caja, esta circunstancia se da cuando se planta un encofrado corrido, cosa habitual en grandes obras como las murallas.
El módulo de la tapia, basado, como hemos dicho, en medidas humanas, proporciona las siguientes aplicaciones fundamentales: una tapia se corresponde con la altura de un antepecho, dos tapias con la del dintel de una puerta o ventana, tres tapias con la de un techo. En estructuras defensivas medievales podemos seguir la proporción al pie de la letra: una tapia formará el perfil de un paso de ronda o el antepecho bajo una saetera, que alcanzará las dos tapias de altura, otra tapia nos dará el merlón, tres tapias serán la altura normal de la cámara bajo las terrazas de las torres de las murallas, etc. Tres tapias es también la altura mínima de una pared medianera, a partir de la cual se puede cargar el forjado de un piso superior (otras funciones con mayor carga simbólica o representativa precisarán otras proporciones).
Otros nombres con los que se pueden designar los tapiales son: puertas de tapial, puertas, tablero, tablones, tablas, formeros.
Es interesante apuntar que el tapial no sólo sirve para hacer tapias, también se ha utilizado tradicionalmente para construir paredes, especialmente como divisiones interiores así como acabados de cámaras y medianeras, encofrado a una sola cara.
3.1.4.2.2- Tapial extremo:
Es el tablero con la misma anchura que la del muro que se va a construir, se coloca cerrando el cajón por un extremo. Normalmente, salvo en la primera tapia de un hilo, sólo será necesario cerrar con tablas uno de los extremos, puesto que el opuesto está limitado por el trozo de pared ya realizado. A veces se puede obviar este utensilio dejando la tapia formando un talud longitudinal sobre el que se solapará la siguiente, de manera que el tapial extremo, también denominado compuerta, frontera, cabecera, tablero, cabezal, etc. no es imprescindible.
El tapial extremo se suele construir con tablas verticales sujetas por un barrote horizontal. Pueden tener un resalto o hendidura que servirá para que se produzca una especie de machihembrado entre dos tapias sucesivas.
Para sujetar la frontera, resulta necesario colocar un barrote interior en cada tapial, llamado por algunos autores barzón; cuando por alguna circunstancia no es necesario situar la frontera pero el tapial tiene barzón, éste se puede marcar en la superficie; en los casos de tapial reversible que antes mencionaba, es el mismo barrote el que sirve para unir las tablas y sujetar el cabezal. Otra manera de sujetar este tablacho es por medio de los codales. En vez de un solo listón, se pueden colocar dos paralelos formando un canal, llamado gárgol por Villanueva, donde se introduce la cabecera.
3.1.4.2.3- Agujas:
Son elementos lineales, de madera y, a veces, de hierro que, atravesados en el muro, sirven para apoyar sobre ellos los dos tapiales. Suelen estar separadas alrededor de 50 centímetros, dando lugar a esas filas de mechinales tan características. Para asentar las agujas sobre el muro se rebaja este previamente, cuando se trata de plantar el tapial sobre un cimiento o zócalo hecho con piedra u hormigón, y no se han previsto los cajeados donde se van a alojar las agujas, entonces se introduce una hilada de ladrillo o piedras pequeñas y es esa verdugada la que absorbe las agujas de manera que no quede ningún espacio bajo el tapial.
En general son, como la mayoría de los elementos del armaje, recuperable y reutilizables, sin embargo hay casos en los que es difícil la recuperación y se recurre a unas “medias agujas” que se sujetan por medio de clavos a la masa del muro y quedan perdidas en su interior. Nos referimos a los muros de gran espesor como las murallas.
Aquí, una vez confeccionada la tapia y desmontados los tapiales, se cortan las agujas y se sellan con mortero. Estas pequeñas agujas para grandes muros suelen llevar prefabricado un orificio donde se introduce un clavo que puede ser de madera o de hierro, o bien los clavos las sujetan desde su contorno sin atravesarlas.
3.1.4.2.4 Costales:
También llamados costeros. Son los elementos lineales que, colocados en posición vertical y ensamblados con las agujas sirven para sujetar los tapiales. En su extremo inferior se traban con la aguja, en el superior pueden ensamblarse con otra aguja o amarrarse con una cuerda que se tensa por medio de un torniquete o garrote, de manera que dos costales y dos agujas (una inferior y otra superior) forman un aro, cárcel o capilla. Otra opción complementaria para atirantar los costeros en las murallas, es la de atar cuerdas entre el extremo superior de aquellos y los clavos que anclan las "medias agujas" o a otros palos que se dejan perdidos dentro de los muros.
Se han utilizado también como costales unos palos largos que se anclan en el terreno, o en la cimentación, y sirven de sujeción para los tableros. Es posible que, sin usar estos troncos empotrados en el suelo como guías, aparezcan hoyos junto a las agujas de la primera tapia sobre el cimiento, de haber existido postes clavados en el terreno o en la cimentación para sujetar los tapiales no se hubieran necesitado las agujas, puesto que los tableros se podían apoyar directamente en el suelo o en la zarpa de cimentación; si existen agujas es porque servían para recibir los costales y éstos precisarían de una oquedad y que quedaran agujas para poder atravesarla y quedar así sujeto a aquella.
3.1.4.2.5- Codales:
Son unas barras de madera, normalmente cilíndricas que, a modo de entibación, evitan que los tapiales se cierren, al mismo tiempo que sirven de escantillón dando el espesor de la tapia. Se van quitando a medida que sube la masa dentro del cajón. Una forma fácil de ir disminuyendo la sección del muro a medida que se eleva es la utilización sucesiva de codales de menor longitud.
Unos codales situados en la coronación del adobón pueden servir para preparar el alojamiento de la aguja que sujetará el tapial para confeccionar la tapia superior.
Varios codales, como hemos dicho antes, pueden servir para sujetar la frontera: el interior se quitará cuando hayamos alcanzado su altura con la masa y el exterior permanecerá hasta finalizar el cajón(28). Figuras (6), (7), (8) y (9)
3.1.4.3- El enlucido del tapial:
El enlucido del tapial solía hacerse con una mezcla casi dura de cal y arena a la que a veces se añadían yeso y otras arcillas. Este enlucido tenia dos finalidades: embellecer un conjunto que de otro modo resultaría pobre y protegerlo, impermeabilizándolo y aislándolo de los elementos mas activamente erosivos, la lluvia y el viento. Por lo general esta capa de enlucido ha desaparecido con el tiempo de modo que lo que hoy contemplamos en nuestras fortificaciones es el muro desnudo, desprovisto del primitivo enlucido.
La desaparición se explica si tenemos en cuenta que, al ser de fórmula distinta a la del grosor del muro, su índice de dilatación de materiales sensibles a los cambios de temperatura es también distinto, por lo que nunca llega a cohesionar bién y acaba separándose y cayendo en forma de costra o de desconchaduras.
Cuando el enlucido estaba todavía blando, se le dibujaba una especie de sillería que prestase noble aspecto al conjunto. Esta alusión a sillería se fabricaba mediante relieves del mismo material del enlucido sobre el que solía pasarse un rodillo con resaltes en forma de cuña que dotaba a las líneas de un dibujo característico. Este es perfectamente observable en la torre Bermeja o de Pero Codes, una de las periféricas de Jaén. Algunos castillos también la tiene bien conservado como el de las Navas de Tolosa y el del Vacar (Córdoba).
Cuando el enlucido ha desaparecido, como es el caso de la inmensa mayoría de las fortificaciones de tapial, quedan manifiestas las líneas horizontales sucesivas que denotan las tapias. En estas podemos observar a todo lo largo los huecos de los mechinales donde hubo agujas de madera que sostenían el encofrado durante la construcción, que luego fueron cortadas a ras del muro dejando el resto del palo dentro. Ordinariamente este palo se ha consumido y solo queda su molde hueco, pero a veces persiste en su lugar más o menos deteriorado, particularmente en las partes altas. Algún día estos testigos presentarán un inestimable servicio a la arqueología medieval al suministrar la necesaria materia orgánica para un análisis de radiocarbono(29).
3.2- Construcción en piedras:
Con respecto a la piedra, para realizar un análisis medianamente exhaustivo habrá que partir de las características geológicas que presenta en cada caso. Lo habitual es que proceda del sustrato en que se ha establecido la construcción o de sus proximidades, pero no hay que descartar, al menos como hipótesis, que provengan de canteras más lejanas.
Para eso hay un problema de verdadera importancia y es que los bloques de piedra tanto si luego se van a tallar en la obra, como si lo han de ser en la propia cantera, que es lo normal, han de transportarse en el primer caso por medio de carretas y eso encarece notablemente la construcción. En una ocasión lo hemos podido comprobar en el reino de Granada, claro que luego de su conquista por los Reyes Católicos. Cuando la ciudad de Loja, a principios del s. XVI, decide construir un puente sobre el Genil el gasto en extracción y transporte de piedra alcanza más del 50% del total que se pagó para levantarlo. Parece que lo habitual es trabajar la piedra en el lugar en donde se encuentra, para lo cual es obligado seguir unas medidas concretas en los sillares y, por tanto, en las construcciones.
Aparte de la importancia que tiene saber las canteras de donde se extrae, para así conocer las técnicas que se utilizan, es de nuestro interés enunciar las características geológicas para dos casos:
Primero, sirve para verificar las posibilidades que tienen de ser trabajadas y adecuadas a la construcción.
En tal sentido, no es lo mismo una roca metamórfica, que puede exfoliarse por capas, que de tipo magmático, por poner en ejemplo.
En segundo lugar permite tener un conocimiento adecuado del comportamiento de la piedra con respecto a los otros componentes constructivos, de manera que su organización es distinta en cada caso. De todas formas, es cierto que la preferencia por tal o cual piedra viene determinada por las posibilidades para cada construcción concreta.
Se emplea normalmente la calcarenita en ámbitos andaluces en construcciones de cierta importancia. Se trata de una piedra resistente ligera, fácil de labrar y de transportar por tener poco peso. Se utiliza sobre todo en las obras en las que los sillares son los elementos esenciales, especialmente en las grandes construcciones estatales. Sin embargo cuando hay una base de mampostería no es preciso tallar la piedra y solo basta con conseguir darle cara y organizarla medianamente, para lo cual a veces se emplea una línea de ripios o ladrillos. Llegados a este punto hay que tener en cuenta que la construcción opera con los materiales vítreos que existen en cada caso y de acuerdo con sus posibilidades de uso. De cualquier manera se ha de señalar que se pueden dar las siguientes modalidades constructivas con la piedra: sillar, sillarejo, mampostería (concertada, no concertada, en hiladas, en cajones) y piedra seca.
En realidad, la piedra seca, es decir, sin aglomerante que las una, se utiliza escasamente. Se emplea normalmente en los muros de bancales, pero en la agricultura tradicional, por que las terrazas que han excavado han mostrado que son de una factura distinta, con materiales no vidriosa o, cuando es el caso, llevan una unión con mortero, como se aprecia en las huertas de Generalife(30).
Las construcciones que utilizan como elemento básico la piedra pueden ser de dos tipos:
1-Sillería
2-Mampostería
3.2.1-Sillería:
Los sillares son piedras labradas en forma de paralelepípedo que encajan perfectamente entre ellas(31).
La mayor parte de la arquitectura monumental construida en la península durante época islámica, ya sea en edificios religiosos, militares o civiles, se realizó en sillería.
Las fuentes árabes nos documentan un importante numero de construcciones llevadas a cabo en los primeros años de la conquista islámica de la Península, pero de todas ellas solo nos han quedado un contado numero de edificios, como ya se puso de manifiesto, los cuales son los únicos válidos para hacer un análisis de las técnicas constructivas utilizadas en estos primeros siglos del Islam andalusí.
Lo primero que salta a la vista y que refuerza nuestra hipótesis de la ruptura cultural con las épocas anteriores es el suceso, muy conocido, acaecido en Córdoba a los pocos años de la conquista, sobre la reforma del deteriorado puente romano de la ciudad, para cuya reparación en los años 719-720, se reutilizaron los sillares de su antigua muralla. Parece, pues que, desconocían la ubicación de las tradicionales canteras y más aún para completar la muralla desmontada se utilizaron ladrillos y adobes.
Evidentemente, esta noticia resalta el nivel de conocimiento técnicos de los conquistadores, así como la falta de relación con la mayoría de la población conquistada y la aplicación de unos conocimientos tradicionales traídos de sus culturas de origen sobre la fabricación de ladrillos y adobes, que por otra parte, permitía una construcción rápida y económica.
El primer edificio levantado del que se han conservado algunos lienzos y baños es, indiscutiblemente, la mezquita de Córdoba, (construida por Abd al-Rahmàn I), entre los años 786-787(32).
El sillar y, en menor medida, el sillarejo, se usa en edificios de gran porte, sobretodo en las grandes construcciónes califales de Córdoba. Como se aprecia especialmente en la ciudad palatina de Madinat al-zaharà›. Esta modalidad se observa en otros muchos lugares y construcciones incluso anteriores. Así, se ve en la alcazaba de Mérida, levantada por Abd al-Rahman II, destacando aquí la utilización de grandes sillares romanos, como ocurría en una buena parte de las construcciones extremeñas y toledanas. En un periodo posterior concretamente en la primera mitad del siglo XI, se sigue utilizando, aunque con ciertas modificaciones en los paramentos externos, pues se colocan con un resalte exterior. Ciertamente son los aparejos de sillares los que se hacen para ser vistos exteriormente. Sin embargo, más adelante hablaremos de los parámetros visibles, de su evolución y de su cronología, pues ahora sólo es el momento de señalar características puramente técnicas. Entre ellas, aunque enlazando con aquellos, destaca la disposición de los sillares, que, como es suficientemente conocido y más tarde veremos, es a soga y tizón, siguiendo una modelación especial(33). Figuras (10) y (11)
3.2.2- Mampostería:
Los mampuestos son, por el contrario, piedras irregulares, pedernales o calizas, unidas con o sin mezcla de barro o calicanto. La mampostería observable en las fortificaciones que hemos estudiados casi siempre de la llamada careada, o de mampuestos colocados mostrando la más lisa de sus caras al exterior sin tener en cuenta su cuadratura. Los espacios vacíos que quedan entre estos mampuestos se rellenaban con ripios o piedras de pequeño tamaño. Lo más normal es que se disponga en hiladas regulares, ripiando en los puntos en que es necesario para que la horizontalidad no se altere.
En cuanto al procedimiento de construcción empleado se observamos que primero se construían las dos caras de muros, interior y exterior, con mampuestos, dejando el interior vacío hasta una cierta altura. Entonces se rellenaba este núcleo con una mezcla de barro y de mampuestos más irregulares y pequeños que los usados en el exterior. El barro o mortero era apisonado de modo que no quedasen espacios vacíos en el núcleo y tampoco entre los mampuestos exteriores. De trecho en trecho se observa la existencia de perpiaños o piedras pasaderas que atravesaban el muro de un lado a otro y le daban cohesión interna.
En los ángulos de los muros y otras partes de construcción más delicada como dinteles y ventanas, se suele usar sillería más o menos labrada.
La mampostería usada en construcciones cristianas y musulmanas del periodo que estudiamos varía muy poco.
En época beréber es sin embargo evidente que los musulmanes procuraban emplear el calicanto, a veces incluso en lugares que por lo escarpado de su emplazamiento y escasez de agua aconsejaban más bien el empleo de mampuestos en el siglo XIII sin embargo, se advierte que, aunque el uso de tapial y calicanto no se abandona, los musulmanes empiezan a hacer uso de un mampuesto similar al que emplean los castellanos(34).
La mampostería es la gran desconocida como fórmula constructiva. Carecemos de información suficiente, quizás por el hecho de que las construcciones en que se utiliza no tienen la magnificencia de las grandes obras califales.
Sirve tanto para pequeñas casas como para edificios de mayor porte y extensión, aunque, como veremos, su empleo se generaliza en fechas ya tardías, lo que no quiere decir que no se utilizase antes. Se ve como base de muros de otro material, esencialmente de tapial, lo que permite una cimentación y nivelación del terreno para luego levantarlos.
De todas formas esta técnica constructiva se ha utilizado en recintos fortificados y en estructuras arquitectónicas independientemente de las épocas, aunque parece que es en los siglos ya finales de la Edad Media cuando se generaliza, como tendremos ocasión de examinar.
En este tipo de construcciones hay que tener en cuenta la preparación del elemento principal y su organización en el muro, pues el aglomerante no es muy significativo en cuanto a los parámetros, si bien lo es el enfoscado y la decoración. La piedra que se integra en la mampostería puede presentar diferentes características: no trabajada, exfoliada, partida, labrada, aplanada e incluso puede ser eventualmente, que no de manera exclusiva, sillar y/o sillarejo.
Para organizarla en el conjunto de la mampostería se debe atender a una disposición: horizontal, vertical, diagonal y en espiga, aunque también aparecen de forma irregular.
Igualmente se ha de tener en cuenta el tamaño de los mampuestos, que tienen una importancia real para la organización del conjunto murario y que, obviamente, varía.
No es frecuente que en la mampostería se hallen ripios o pequeñas piedras que permitan el encaje entre unas y otras más grandes. A veces encontramos fragmentos de tejas.
Ahora bien, para lograr un asentamiento y una regularización de las piedras se pueden organizar de manera determinada, formando aparejos muy diversos.
Los irregulares, que suelen ser los más abundantes, son reflejo de una obra común, sin más valor edilicio que el puramente utilitario. Sin embargo hay que prevenir que los enfoscados o revestimientos exteriores pueden ofrecer un paramento determinado, aunque el aparejo internamente no sea regular.
A este respecto, según se verá, hay muestras de llagueados en forma de vitolas sobre las piedras que a veces incluso tienen incrustado pequeños guijarros o escorias, mientras que la mampostería no se presenta ordenada en su interior. Pero los asentamientos de los mampuestos se suelen hacer formando un paramento exterior de cierta significación: hiladas de ladrillos o de ripios.
Es así como podemos hablar de mampostería encintada y enripiada. La primera es la ordenada en torno a una o varias líneas de ladrillos dispuestos de una manera mas o menos ordenada (soga y tizón y demás combinaciones posibles); La segunda viene dada por ripios, o pequeñas lajas, colocadas de manera horizontal. En estos casos el aparejo es visible una vez que pierde el enfoscado, que es por lo demás parcial y permite, junto con otras características asignarle una cronología y señalar un programa edilicio.
Hay otro tipo de mampostería en cajones que está circunscrita por pilares laterales e hiladas de ladrillos verticales, aunque no suelen ser de cronología andalusí, pues parecen posteriores.
El empleo del ladrillo es muy general en la construcción en el mundo andalusí. Tal vez se deba a que permiten una obra rápida y airosa, por ejemplo para hacer arcos, bóvedas y cúpulas es mucho más fácil con este material. Ciertamente sirve para ventanas y puertas, sobre todo en estructuras hechas en tapial, que es inerte y precisa de marcos para desarrollar los vanos. Al tratarse de paralelepípedos hechos de barro cocido, pues en caso de estar secos al sol se debe hablar de adobes, siguen un proceso similar al de la cerámica. El amasado, previa decantación, el secado y la cocción se hacen con la misma técnica. La única diferencia notable con respecto a la propia cerámica es que no precisa de elaboración manual, a torneta o a torno sino que se fábrica con moldes(35) Figuras (12) Y (13)
3.3- Construcción de madera:
Existen indicios que nos permiten suponer que las fortificaciones de madera abundaron en nuestra región mucho más de lo que lo restos arqueológicos conservados pueden dar a entender. El escaso desarrollo de la arqueología medieval y la propia esencia perecedera de este tipo de materiales explica que, hasta fecha muy reciente, no se haya prestado atención a este tipo de fortificación, y se haya supuesto como ocurrió con la de tierra, que era propia de regiones ultrapirenaicas(36)
3.4- Construcción de tierra:
Ya desde la Antigüedad se había usado el esfuerzo combinado de la excavación continua que da un foso y un talud y que era la base, por ejemplo, del camp
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Comentarios
2
Creo que puedes opinar lo que quiera pero con fundamento y con educación y respeto. Tu comentario de define, no es más que una autodefinición, aunque el artículo sea pobre.
No a la falta de educación
Creo que puedes opinar lo que quiera pero con fundamento y con educación y respeto. Tu comentario de define, no es más que una autodefinición, aunque el artículo sea pobre.
Comentario realizado por
Al-Mamun.
17/1/07 14:11h
3
Es cierto, ante todo hay que ser educado y argumentar opiniones. Creo que el artículo es un refrito precipitado de otros trabajos, y que incluso adolece de estereotipos ya superados, o en trance de ello. Mi deseo es que el autor del artículo se tome este comentario de forma constructiva, nunca mejor dicho, y trabaje para superarse.
Al-Mamun tiene razón
Es cierto, ante todo hay que ser educado y argumentar opiniones. Creo que el artículo es un refrito precipitado de otros trabajos, y que incluso adolece de estereotipos ya superados, o en trance de ello. Mi deseo es que el autor del artículo se tome este comentario de forma constructiva, nunca mejor dicho, y trabaje para superarse.
Comentario realizado por
Hafs.
22/1/07 17:11h
Comentario realizado por
anonimo.
24/1/07 9:06h
5 Aquí hay demasiados refritos, la verdad. El nivel es muy bajo, debería haber una selección o un filtro porque desde hace poco la cosa ha ido a peor, y de artículos buenos iniciales se ha pasado a trabajos que no aprobarían ni una asignatura. La calidad científica que pretende esta página creo que se ha visto rebajada seriamente.
Comentario realizado por
Xosé.
24/1/07 12:46h
7 Esta pagina si es seria o aspira a serlo no deberia colocar estas cosas o por lo menos que fueran revisadas antes por alguien. A no ser que me halla equivocado de pagina y halla entrado en tontologia medieval
Comentario realizado por
zx.
18/2/07 17:16h
8 Llevas razón zx pero aprende a escribir, majo, que halla es con y griega cuando es del verbo auxiliar haber, no vengas a agravar el asunto-
Comentario realizado por
Xosé.
19/2/07 8:40h
9
Quisiera saber más sobre técnicas constructivas en tierra ya que es de suma imporancia para desarrollar un buen ejercicio de grado y es uno de mis intereses personales conocer a fondo estos sistemas en especial el de bahareque embutido logicamente con tierra. Gracias por su colaboración y feliz dia.
Trabajo de grado
Quisiera saber más sobre técnicas constructivas en tierra ya que es de suma imporancia para desarrollar un buen ejercicio de grado y es uno de mis intereses personales conocer a fondo estos sistemas en especial el de bahareque embutido logicamente con tierra. Gracias por su colaboración y feliz dia.
Comentario realizado por
José Norbey Granada Cardeño.
26/3/07 8:58h
10
hola, estoy interesada en el tema de construccion con tierra, ya que estoy proponiendolo como tema de tesis en el postgrado y me gustaria desarrollarlo, le agradecre si me hace llegar mas informacion al respecto y si conoce de algunas tesis sobre el tema mejor. Gracias anticipadas. Espero su respuesta.
post grado
hola, estoy interesada en el tema de construccion con tierra, ya que estoy proponiendolo como tema de tesis en el postgrado y me gustaria desarrollarlo, le agradecre si me hace llegar mas informacion al respecto y si conoce de algunas tesis sobre el tema mejor. Gracias anticipadas. Espero su respuesta.
Comentario realizado por
DESIREE PEREZ.
24/4/07 7:34h
11
pueden entrar a la pagina www.tierraycal.com
parece una empresa con mucha experiencia y desarrollos constructivos eficientes.
tierra y cal
pueden entrar a la pagina www.tierraycal.com
parece una empresa con mucha experiencia y desarrollos constructivos eficientes.
Comentario realizado por
gonzalo rivera.
27/7/07 2:51h
12
excelente, este documento es muy bueno , actualmente trabajo en un proyecto de calicanto, pero hay diferencias entre la utilizacion de sistema entre america y europa, me gustaria comentar mas.
calicanto
excelente, este documento es muy bueno , actualmente trabajo en un proyecto de calicanto, pero hay diferencias entre la utilizacion de sistema entre america y europa, me gustaria comentar mas.
Comentario realizado por
Jorge Osmaro Quintanilla.
9/8/07 17:05h
13
necesito informacion, datos y detalles de muros de mamposteria y forjados de bovedillas ceramicas curvas
Muros de mamposteria
necesito informacion, datos y detalles de muros de mamposteria y forjados de bovedillas ceramicas curvas
Comentario realizado por
Inma.
22/11/07 4:07h
Comentario realizado por
claudio.
27/8/08 5:38h
Comentario realizado por
anonimo.
22/11/08 11:41h
18
paja pura, mucha palabrria y no dice nada, k es esto?? un articulo sin sentido ni fundamento!!
...paja
paja pura, mucha palabrria y no dice nada, k es esto?? un articulo sin sentido ni fundamento!!
Comentario realizado por
.....
16/4/09 8:11h
Para escribir un comentario es necesario entrar (si ya es usuario registrado) o registrarse