Prospectar huertas y vegas fluviales. El estudio del paisaje histórico andalusí de la huerta de Valencia: Arqueología y análisis morfológico

Por Ferran ESQUILACHE MARTÍ. Universitat de València y Grupo Harca
13/9/11

La huerta de Valencia, la huerta de Murcia y la vega de Granada son las tres redes o espacios hidráulicos históricos más grandes, conocidos y característicos de las llamadas grandes huertas de la península Ibérica. Mucho se ha discutido en el pasado sobre su presunto origen romano o andalusí –como es bien sabido, no siempre con argumentos científicos–, y aunque en la actualidad es más que evidente que los paisajes irrigados nada tienen que ver con Roma y sí mucho con el mundo islámico, en realidad es muy poco lo que sabemos de sus verdaderos orígenes y evolución mediante metodologías científicas como la Arqueología.

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Prospectar huertas y vegas fluviales. El estudio del paisaje histórico andalusí de la huerta de Valencia mediante Arqueología hidráulica y análisis morfológico

por Ferran ESQUILACHE MARTÍ. Universitat de València y Grupo Harca


La huerta de Valencia, la huerta de Murcia y la vega de Granada son las tres redes o espacios hidráulicos históricos más grandes, conocidos y característicos de las llamadas grandes huertas de la península Ibérica. Mucho se ha discutido en el pasado sobre su presunto origen romano o andalusí –como es bien sabido, no siempre con argumentos científicos–, y aunque en la actualidad es más que evidente que los paisajes irrigados nada tienen que ver con Roma y sí mucho con el mundo islámico, en realidad es muy poco lo que sabemos de sus verdaderos orígenes y evolución mediante metodologías científicas como la Arqueología.

La llamada Arqueología hidráulica, desarrollada específicamente para el estudio histórico de los espacios irrigados campesinos (Barceló 1989, Kirchner y Navarro 1993), y que se puede encuadrar tanto en la Arqueología agraria como en la Historia del paisaje, ha sido aplicada con gran éxito hasta ahora al estudio de los pequeños sistemas hidráulicos de montaña, fundamentalmente en la islas Baleares, el País Valenciano y Andalucía, e incluso en el Yemen. Aún así, a pesar de que esta metodología ha demostrado con creces que es imprescindible para el estudio de la sociedad rural andalusí, e incluso también de la feudal, rara vez se ha aplicado a los grandes sistemas fluviales (Sitjes 2006). De hecho, algunos autores han considerado que esta metodología no puede aplicarse a las grandes huertas debido a su tamaño, o a su presunta inestabilidad, ni tampoco por sus orígenes y evolución social en teoría distintos respecto a los sistemas más pequeños de montaña. Miquel Barceló (1993) advirtió que la clave está en el diseño y no en el tamaño, por lo que no habría diferencia social alguna entre un pequeño sistema hidráulico en un valle montañoso de Mallorca y los grandes sistemas de llanura aluvial en la huerta de Valencia. La diferencia de tamaño solo implica, pues, una capacidad de población distinta, y la existencia de un acuífero mayor: el río.
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En el caso de la huerta de Valencia fue Enric Guinot (2005, 2008) quien, a partir de una prospección general y de la reconstrucción planimétrica de las acequias principales de distribución, propuso que los sistemas hidráulicos de captación fluvial estaban diseñados inicialmente para llevar agua desde su azud en el río hasta las alquerías clánicas propias de la sociedad andalusí, y no para irrigar toda la tierra a lo largo de su recorrido como hacen ahora. Es por ello que las acequias se dividen y subdividen en diversos brazos de circulación, mediante partidores proporcionales (fig. 4), de manera que la estructura del sistema no haría sino reflejar la estructura social andalusí tribal y segmentada. Se trataba de una hipótesis de trabajo razonable, que se basa en un minucioso análisis morfológico del trazado de las acequias principales y de los caminos que articulan el paisaje de la huerta, que además también permite descartar cualquier rastro de su presunto origen romano. De hecho, con anterioridad, Ricardo González Villaescusa (1996) también había descartado esta posibilidad mediante análisis morfológicos y metrológicos del parcelario.

Sin embargo, a pesar del gran avance que esta hipótesis supone para la comprensión del origen social de las grandes huertas, aún no se había procedido a diferenciar específicamente las tierras irrigadas en época andalusí de las ampliaciones posteriores de la sociedad feudal, puesto que no es posible hacerlo solo mediante el estudio de la red principal de circulación del agua. El siguiente paso tenía que ser necesariamente la prospección completa de algunas zonas de la huerta, reconstruyendo todo el sistema hidráulico desde la acequia madre hasta la última de las regadoras de todas y cada una de las parcelas, de manera que se pudiese distinguir mediante la morfología el diseño original de las ampliaciones posteriores.


Y así, en los últimos años se ha procedido en este sentido sobre diversas zonas de la huerta de Valencia , cuyo análisis no solo ha permitido confirmar la hipótesis inicial, respecto a la morfología de la estructura y diseño original de los sistemas hidráulicos, sino que además se han podido identificar entre el parcelario ampliado actual los espacios hidráulicos de trabajo campesino de las alquerías andalusíes. Los planos adjuntos de la huerta de las localidades de Quart de Poblet (fig. 1) y de Montcada (fig. 2), ambas en las inmediaciones de la ciudad de Valencia y dentro de su gran huerta histórica, son una buena muestra de ello.

En el primer caso, el de Quart, podemos ver una reconstrucción de todo el sistema hidráulico incluyendo el parcelario, entre el cual se han marcado en color verde los espacios irrigados en el diseño original andalusí. Estas pequeñas huertas, separadas entre sí, se corresponden cada una con su propio núcleo de población, en este caso barrios (hara) de una misma alquería (qarya) formada por una sola aljama (yama´a), donde cada barrio está ocupado por una comunidad campesina independiente y gentilicia. El lugar donde se produce la repartición proporcional del agua entre los diversos brazos y espacios hidráulicos, llamado aún hoy partidor dels tres braços, es la única representación física y tangible del pacto establecido en el momento del diseño y construcción del sistema por las diversas comunidades campesinas establecidas en el territorio de la alquería de Quart en la huerta de Valencia (Esquilache 2011a). Los espacios hidráulicos, a su vez, presentan diversos tamaños –entre 6 y 23 hectáreas– que, de acuerdo con los principios establecidos por Miquel Barceló (1989), se corresponden con el tamaño de su respectivo grupo constructor.

Por lo que respecta al caso de la figura 2, las huertas andalusíes de la acequia de Montcada, al norte de la zona estudiada, nos muestra una imagen muy similar a la de alquería de Quart: pequeños espacios hidráulicos de 6-8 hectáreas, relacionados con los barrios de una sola alquería (Guinot y Esquilache 2010). Por el contrario, la huerta de Benifaraig, de 30 hectáreas, es un añadido posterior al sistema, indudablemente aún de época andalusí, pero con una superfície mayor. Es decir, con la superficie irrigada concentrada en un solo espacio hidráulico, y no dividida en diversos espacios cercanos. De hecho, este caso es un ejemplo significativo entre los diversos casos localizados en este mismo sentido, en los cuales a los espacios hidráulicos de 6-8 hectáreas se añadieron con posterioridad huertas concentradas de tamaño similar al de Benifaraig (Esquilache 2011b).

En cualquier caso, es probablemente la acequia de Tormos, al sur, la que mejor refleja la morfología segmentada de la sociedad andalusí. En este sistema ha sido posible identificar hasta cuatro huertas andalusíes, correspondientes con sendas alquerías confirmadas por la toponimia: Borbotó y Carpesa, que son aún hoy dos pequeños núcleos de población, así como Binata y Coscollana, dos alquerías desaparecidas desde la conquista feudal. La estructura de la acequia de Tormos es claramente la de una red de brazos que inician su recorrido en los partidores proporcionales, donde se divide el agua para ser conducida hasta cada una de las alquerías (fig. 2). Así, en el primer partidor nace el brazo de Binata, con una cota superior a la del resto, mientras el canal de la derecha –el principal– se vuelve a dividir con posterioridad, en un segundo partidor proporcional, entre los brazos que llevaban el agua a Coscollana y a Borbotó y Carpesa. Por lo que respecta a los espacios hidráulicos concretos, como en los otros casos mencionados, se aprecian las mismas estructuras morfológicas arborescentes en su interior y los mismos perímetros de forma piriforme, con unas superficies entre 10 y 17 hectáreas. Un tamaño a medio camino, pues, entre las de Montcada y la de Benifaraig.

Método de trabajo y análisis morfológico

La metodología de la Arqueología hidráulica es bien conocida (Kirchner y Navarro 1993), y su aplicación a las grandes huertas no se diferencia en demasía respecto a su aplicación en los pequeños sistemas de montaña sobre los que se ha venido desarrollando hasta ahora. La diferencia de tamaño solo implica, por lo que respecta a la metodología, una mayor cantidad de tiempo y trabajo invertido en la prospección. El necesario para llegar hasta todas y cada una de las parcelas, acequias y regadoras de la zona seleccionada de estudio que, según los casos, pueden estar entre las 100 y las 300 hectáreas aproximadamente.

Aún así, la prospección resulta imprescindible para reconstruir el sistema hidráulico sobre el plano catastral o la fotografía aérea, y sobretodo para entender el territorio sobre el que este se ha construido. Aunque las llanuras aluviales suelen presentar una apariencia relativamente plana, en realidad el aterrazamiento y transformación al que ha sido sometido el territorio para la irrigación dificulta extraordinariamente apreciar su topografía original, lo que suele verse agravado muchas veces por la presencia de cultivos arbóreos –naranjos, en el caso valenciano– que ocultan la perspectiva a nivel del suelo. Por lo tanto, en muchas ocasiones solo será la dirección de la circulación del agua la que nos marcará las pendientes, con las zonas elevadas por las que suelen circular los canales, las depresiones por las que circulan normalmente caminos y canales de desagüe, e incluso paleocauces desaparecidos.

Una completa comprensión de como se adapta el sistema hidráulico a la topografía, permitirá posteriormente interpretar las formas del paisaje y distinguir entre las anomalías morfológicas causadas por la topografía y las anomalías que se corresponden con las formas sociales impresas por los constructores. Es decir, la prospección y el conocimiento del territorio permitirá distinguir entre una curva en el trazado de una acequia que tiene la finalidad de cruzar una depresión del suelo conservando la cota –como, por ejemplo, las de la acequia de Mislata, en la imagen 1– y una curva producida por un cambio de dirección en una acequia con la finalidad de dirigirse a una alquería, o producir una morfología arborescente.

Por otro lado, la anotación de los límites de las terrazas será imprescindible para reconstruir posteriormente el parcelario original, eliminando las divisiones de los campos realizadas por el mercado de la tierra y la partición de herencias. De hecho, estas divisiones posteriores suelen producir pequeñas parcelas rectangulares, estrechas y alargadas, que se distinguen muy bien del parcelario original construido, formado por acequias de distribución, caminos de circulación y límites de terrazas.
Ahora bien, una vez eliminadas las divisiones modernas y contemporáneas, y reconstruido el parcelario medieval original, ¿cómo se distingue entre las ampliaciones posteriores a la conquista feudal y los espacios hidráulicos andalusíes del diseño original que hemos visto en las figuras 1 y 2? Los parcelarios feudales suelen ser ortogonales, o más bien tienden a serlo, porqué se adaptan a la topografía del suelo que impide la construcción de estructuras completamente rectas, pero en cualquier caso se identifican con relativa facilidad gracias a las medidas de superficie forales de las parcelas.

En el caso de las zonas donde el sistema hidráulico y el parcelario se ha construido ex novo, porqué allí no existían cultivos irrigados en época andalusí, las acequias de distribución que forman este parcelario suelen ser rectas y perpendiculares a la acequia madre, formando una estructura morfológica de tipo peine. El ejemplo de la acequia del Comuner d'Aldaia, en la figura 3, es el más ilustrativo. De hecho, en este caso se puede observar tanto la estructura rectilínea característica del sistema, como el parcelario asociado regular, construido en base a una medidas agrarias de longitud y superficie establecidas por Jaime I en los Fueros valencianos: hanegadas y cahizadas por lo que respecta a superfície (1 jovada = 6 cahizadas = 36 hanegadas = 2'99 hectáreas), y brazas y cuerdas en cuanto a longitud. Se trata, por tanto, en este caso, de un típico parcelario de colonización.

Por el contrario, en el caso de los parcelarios de época feudal que han sido encajados entre acequias de conducción que ya existían en época andalusí, la estructura hidráulica y el parcelario no son tan regulares, apareciendo anomalías morfológicas. Si bien la identificación no presentas demasiadas dudas, puesto que las acequias intentan ser relativamente rectas y giran en ángulos de 90º, porqué las parcelas siempre tienden a ser regulares y su superficie se aproxima a una medida foral exacta. En cualqueir caso, es evidente el contraste morfológico entre el parcelario posterior a la conquista feudal encajado entre las acequias y huertas andalusíes C, D y E de la figura 1, y el parcelario de colonización ex novo de la figura 3.

En cuanto a la identificación de los espacios hidráulicos andalusíes, el rasgo más evidente es que las regadoras y algunos pequeños brazos de distribución –files y rolls– suelen abrirse para distribuir el agua entre las parcelas con una estructura arborescente (figs. 1 y 2), mediante partidores, y no de forma perpendicular a la acequia principal como en las estructuras diseñadas por la sociedad feudal (fig. 3). De hecho, la identificación suele producirse por la detección de estas anomalías morfológicas entre el parcelario feudal, que no tienen una explicación topográfica sino social, como por ejemplo regadoras construidas con una orientación diferente a las de su entorno, o divisiones de acequias en dos o más brazos.

Así mismo, estas pequeñas huertas separadas las unas de las otras suelen estar emplazadas junto a los canales principales de distribución, o integradas en ellos, puesto que en el diseño original éstos solo tenían la función de conducir el agua hasta las huertas. De hecho, todo espacio hidráulico andalusí está siempre irrigado por un mismo brazo, y nunca recibe agua de otra acequia, puesto que cada una tenía la función de abastecer a un grupo campesino concreto y no se podía mezclar el agua adjudicada a cada uno de ellos.
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Del mismo modo, otro rasgo que no siempre se cumple, pero que suele coincidir en muchos casos, es el hecho de estar emplazados cerca de paleocauces, porque se construyeron aprovechando las pendientes que generaban los barrancos hoy desaparecidos y las depresiones naturales del suelo. De hecho, es probable que en aquella etapa inicial el sistema hidráulico desaguase en estos cauces de drenaje natural, y no en el sistema hidráulico vecino inmediatamente inferior como lo hacen ahora, de manera que es posible que los sistemas no estuviesen conectados entre ellos formando una red (principal característica de la grandes huertas tal como las conocemos en la actualidad).

Finalmente, otra característica habitual es que el límite de la terraza que cierra el espacio hidráulico por el final suele ser más alto que el del resto de terrazas, lo que en cierta manera es lógico si pensamos que las terrazas siempre se construyen de abajo hacia arriba –no solo en las laderas de montaña, también en las llanuras aluviales– y que la primera es la que tiene que soportar todo el edificio abancalado.

Conclusiones

Si alguna cosa ha demostrado la investigación desarrollada hasta ahora es que el diseño original de los sistemas hidráulicos fluviales es muy diferente al aspecto que presentan en la actualidad las grandes huertas, almenos en el caso valenciano. Creo que la figura 2, con el diseño original del sistema dibujado sobre el parcelario de la ortofoto actual, evidencia el gran contraste existente entre el tamaño de la superficie irrigada inicialmente y la gran superficie irrigada posterior, en extensión. No hay duda que estas grandes ampliaciones, que más bien son densificaciones parcelarias dentro del espacio susceptible de ser irrigado, son producto de la sociedad feudal establecida sobre al-Andalus después de la conquista del siglo XIII. Sin modificar a penas la estructura básica original del sistema –como mucho, añadiendo algunos brazos y partidores no proporcionales– los feudales cambiaron profundamente el aspecto y el concepto de las grandes huertas, transformándolas en grandes extensiones de cerales y viña irrigados. Todo ello implicaba, en definitiva, el abandono del policultivo andalusí y la transformación de la huerta en un secano clásico occidental mejorado mediante la irrigación esporádica, con la finalidad de aumentar la producción y con ella la renta feudal.

Por lo que respecta al diseño original andalusí del sistema, en estos momentos ya no cabe tampoco demasiada duda sobre la sociedad de tipo segmentaria que los diseñó y construyó, clánica y tribal como la definió inicialmente Pierre Guichard hace más de 30 años, de la cual la estructura divisoria arborescente de los sistemas es un claro reflejo. Tampoco parece –al menos de momento y a falta de más estudios– que el Estado o las ciudades hayan influido para nada en la construcción de la grandes huertas por parte de las comunidades campesinas, a pesar de ser en muchos casos huertas periurbanas. Incluso parece que hubo una evolución en el tamaño de la superficie de los espacios hidráulicos dentro del período andalusí, siendo el ejemplo de Montcada-Benifaraig el más evidente (Guinot y Esquilache 2010, Esquilache 2011b), si bien la explicación a este cambio no aparece aún con claridad.

En cualquier caso, sin duda las conclusiones alcanzadas hasta ahora para la huerta de Valencia deben ser consideradas como provisionales, al menos por lo que respecta a su generalización sobre el resto de grandes huertas o vegas irrigadas. Es estrictamente necesario realizar estudios similares en otras regiones, como por ejemplo Murcia y Granada, entre otras, con la finalidad de confirmar que las características identificadas en el diseño original de la huerta de Valencia son generalizables a todos los grandes sistemas hidráulicos fluviales, y no una peculiaridad regional causada por una historia política o por unas peculiaridades sociales o étnicas ligeramente diferentes a las de otras regiones de al-Andalus.

Nota: Este artículo on-line es un resumen de diversos trabajos publicados recientemente o en prensa (Esquilache 2011a, 2011b; Guinot y Esquilache 2010).

Bibliografía

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Figuras


Figura 1. Reconstrucción parcelaria de la acequia de Quart y espacios hidráulicos andalusíes.


Figura 2. Reconstrucción del diseño original andalusí de las acequias de Montcada, Tormos y Petra sobre ortofotografía actual.


Figura 3. Acequia del Comuner d'Aldaia, con un parcelario típico de colonización, datado en el siglo XIV después de la conquista de Jaime I.


Figura 4. Partidor proporcional de les llengües del Raig, del sistema de Tormos, la primera y única infraestructura hidráulica de estas características que ha sido excavada en Valencia. El arqueólogo encargado, Sergi Selma, lo data en los siglos X-XI. Fuente.

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